Lula puentea a Bolsonaro y logra la Sputnik V para Brasil

20-03-2021
Mundo
La Vanguardia, España
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Dos simpatizantes del presidente Bolsonaro gritan consignas contra las cuarentenas en Brasilia Joédson Alves / EFE

Lula puentea a Bolsonaro y logra la Sputnik V para Brasil

Aandy Robinson

MADRID

En medio de una grave crisis sanitaria y una criticada gestión de la pandemia por el Gobierno de Jair Bolsonaro, el expresidente Luiz Inácio Lula da Silva ha intervenido directamente para facilitar el suministro de vacunas de China y Rusia, países con los que Bolsonaro ha mantenido relaciones antagónicas, según fuentes próximas al acuerdo consultadas por La Vanguardia .

Ya habilitado para presentarse en las elecciones presidenciales el año próximo tras la anulación de una sentencia judicial por presunta corrupción, Lula ha me­diado un acuerdo entre los gobernadores del Nordeste de Brasil –gravemente afec­tado por la ultima ola de covid– y el Fondo Soberano del Estado ruso responsable de financiar y comercializar la vacuna ­Spútnik V.

Trump presionó a las autoridades brasileñas para que no adquirieran el inmunógeno ruso

Esto facilitó la compra de 37 millones de dosis de la vacuna rusa en un momento de colapso hospitalario en Brasil y una grave crisis de desabastecimiento de vacunas. Con 2.000 muertos registrados a diario –la cifra mas elevada del mundo– y una generalizada mutación altamente contagiosa, Brasil ya se considera el foco más grave de la pandemia del mundo.

Por motivos ideológicos y nexos geopolíticos con Washington, Bolsonaro ha marginado a Rusia y China en su estrategia de compra de vacunas. “Las negociaciones de Rusia con el Gobierno federal (de Bolsonaro) no avanzaban; la intervención de Lula fue decisiva porque señalaba al fondo ruso la necesidad de abrir negociaciones directamente con los gobernadores”, dijo en una entrevista telefónica Arthur Chioro, que fue ministro de Sanidad del segundo gobierno de Lula.

Chioro participó en una conferencia telemática con el responsable del fondo soberano ruso, Kirill Dmítriev, y el premio Nobel de Economía Mohamed Yunus, que defiende la distribución gratuita de las vacunas a escala mundial. Según otro extitular de Sanidad brasileño, Alexandre Padilha, el acercamiento entre Dmítriev y Lula se realizó con el apoyo activo de Vladímir Putin.

Según informó el canal de televisión brasileño Rede Globo el martes, la administración Trump presionó a Bolsonaro el año pasado para que no comprase la vacuna Spútnik V. EE.UU. consideraba necesario rechazar “las influencias malignas en la región representadas por Rusia, Cuba y Venezuela”, según directrices de la secretaria de Sanidad y Servicios Humanos en Washington. Esta agencia la dirigía entonces Alex Azar, el ex consejero delegado de la farmacéutica estadounidense Eli Lilly. Aparte de proponer “persuadir a Brasil para que no utilice la va­cuna rusa”, la agencia autorizó facilitar asistencia técnica a Panamá para que no contratara a médicos cubanos.

No se sabe si fue consecuencia de estas presiones, pero Brasil no llegó a un acuerdo con Rusia hasta la semana pasada tras la intervención de Lula. Días después de conocerse el acuerdo con Nordeste, el Gobierno federal anunció la compra de diez millones de dosis para uso nacional.

Una vez que se reciba la aprobación del regulador brasileño (Anvisa), las 37 millones de vacunas serán distribuidas entre los 57 millones de nordestinos, habitantes de la región más pobre de Brasil.

Es otro ejemplo de que los gobernadores brasileños ya se ven forzados a buscar vacunas por su cuenta ante la disfuncionalidad del Gobierno federal. La semana pasada otro ministro de Sanidad dimitió, el tercero desde el inicio de la presidencia de Bolsonaro en enero del 2019.

En el estado de São Paulo, tras la negativa de Bolsonaro de aprobar la compra de 45 millones de dosis de la vacuna china Coronavac, el gobernador conservador João Dória autorizó de forma unilateral la fabricación de la vacuna china en un instituto público.

Considerado en el pasado un país sin enemigos, Brasil en estos momentos se encuentra aislado. “Con Bolsonaro ni nos apoya EE.UU. ni China, lo cual es difícil”, ironizó un exintegrante de una entidad multilateral en Brasilia.

El apoyo ante la pandemia ya se ha convertido en un arma geopolítica en América Latina, la región más perjudicada por el virus y –al igual que otros países en desarrollo– fuertemente discriminada en la distribución por las grandes farmacéuticas occidentales. Pfizer, AstraZeneca y otros han vendido el 70% de sus vacunas a los países más ricos. China y Rusia, cuyas vacunas son de fabricación estatal, en cambio, han visto una oportunidad para la llamada diplomacia de las vacunas en Asia, África y América Latina.

Lula ha intervenido también para intentar reparar los daños a las relaciones con China tras las declaraciones de Bolsonaro y su hijo Eduardo en las que se hacían eco de teorías de conspiración respecto al origen del virus en un laboratorio chino. A fines de enero, China retrasó el envío de materias esenciales para la fabricación de la Coronavac en São Paulo, lo que algunos entendieron como una represalia. Esto provocó la parálisis del principal programa de vacunación del país justo en el momento en el que la tasa de contagio se aceleraba. Lula y la expresidenta Dilma Rousseff remitieron una carta al presidente chino en la que pidieron disculpas por el “negacionismo (…) y las groserías del presidente y sus hijos”.

Todo ello puede explicar un posible giro en la política de Bolsonaro respecto a China. Según The New York Times, esta semana el presidente brasileño ha dado luz verde a un acercamiento a Pequín que incluye dar permiso para que la gigante telefónica china Huawei participe en la red 5G. Tras una visita a Pekín en enero, Fabio Faria, el ministro de Comunicaciones brasileño afirmó al diario neoyorquino que había “aprovechado la visita para pedir vacunas”, aunque negase que hubiera un quid pro quo.

Huawei ha hecho su propia diplomacia sanitaria en Brasil al regalar 20 máquinas de fabricación de oxígeno a ciudad ­amazónica de Manaos, un pinto negro de la pandemia. Pero un giro de 180 grados de Bolsonaro respecto a China será difícil, dice Chioro: “Dudo que sea posible; Bolsonaro no quiere perder su base ­fanática de seguidores anticomunistas y negacionistas”.