Las ejecuciones acercan a Myanmar al borde del abismo

28-07-2022
Mundo
Rebelión, España
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Myanmar es una nación gobernada por asesinos. No hay otra forma de describir un régimen que utiliza francotiradores para disparar en la cabeza a manifestantes y ataques aéreos y terrestres para arrasar pueblos enteros; que tortura a prisioneros hasta la muerte y mata a voluntad mientras ataca los bastiones de la resistencia. Este es un régimen dispuesto a derramar tanta sangre como sea necesaria para mantenerse en el poder.

Pero incluso en un país que ha vivido bajo el espectro de esta furia homicida durante casi un año y medio, muchas personas se quedaron atónitas ante la noticia del lunes de que cuatro presos políticos, entre ellos el veterano activista Ko Jimmy y el exdiputado Phyo Zayar Thaw, habían sido ejecutados en el interior de la prisión de Insein, en Rangún.

Una de las grandes ironías de la historia política reciente de Myanmar es que hace décadas que no se aplica la pena de muerte en el país. Por la razón que sea, la dictadura que tomó el poder en 1988, el año del último gran levantamiento contra el gobierno militar, se abstuvo de ejecutar a ninguno de sus opositores encarcelados, aunque los persiguiera sin piedad.

Pero esto no quiere decir que la junta anterior fuera menos brutal que la actual. También asesinó a miles de personas en el baño de sangre inicial que inauguró su gobierno, y seguiría matando indiscriminadamente cada vez que sintiera la necesidad de afirmar su control.

Como parte de la generación que alcanzó la mayoría de edad luchando contra ese régimen, Ko Jimmy, o Kyaw Min Yu, como también se le conocía, no se hacía ilusiones sobre lo que era capaz de hacer. A pesar de su compromiso con la resistencia pacífica, pasó un total de casi dos décadas entre rejas.

A los 53 años, era una docena de años mayor que Phyo Zayar Thaw, un aclamado artista de hip hop que pasó a la política como diputado de la Liga Nacional para la Democracia. Sin embargo, a pesar de la diferencia de edad, ambos pertenecían a una época en la que todavía parecía posible imponerse a la injusticia mediante la persistencia y la pasión por la verdad y la creatividad. Durante su estancia en prisión, Ko Jimmy escribió una novela y relatos cortos, y más tarde publicó un libro de autoayuda que fue un éxito de ventas.

Pero esa era terminó abruptamente el año pasado cuando los militares, utilizando el libro de texto de sus predecesores, desataron un infierno sobre las personas que osaban desafiar su derecho a gobernar. Tras semanas de constante escalada, celebró su primer Día de las Fuerzas Armadas tras su vuelta al poder (o Día de la Resistencia Antifascista, como lo llama la oposición al régimen) masacrando a cientos de manifestantes en todo el país. Indignadas, muchas personas se alzaron en armas, luchando con equipamiento primitivo contra un ejército que lleva mucho tiempo consumiendo gran parte de la riqueza de Myanmar.

Y así, Ko Jimmy y Phyo Zayar Thaw se encontraron ante una nueva realidad, aún más oscura que la del pasado. La violencia, evitada durante mucho tiempo por ambos, estaba ahora incluida en las dos partes de la ecuación.

Aunque es posible que nunca sepamos la verdad sobre su participación en la resistencia armada, sí sabemos que fueron capturados a finales del año pasado y acusados de planear ataques de la guerrilla. Después, tras un juicio superficial en un tribunal militar, fueron condenados sumariamente a muerte.

Al ejecutar el mismo día que a Ko Jimmy y Phyo Zayar Thaw a otros dos hombres que habían sido condenados por el asesinato de presuntos informantes militares, el régimen puede haber querido retratarlos a todos como la peor clase de delincuentes comunes, la clase que no tiene consideración por la vida humana.

Sin embargo, la realidad es que, aunque la junta militar ya no tiene el monopolio de la violencia, no puede haber una falsa equivalencia: sus crímenes superan con creces los que acusa de cometer a sus oponentes. Y al matar a hombres que llevaban mucho tiempo buscando la paz y el compromiso ha demostrado, una vez más, que es enemigo jurado de ambos principios.

Al dar este paso, el régimen no ha hecho más que profundizar en el aislamiento de Myanmar, en un momento en el que su pueblo está luchando por salir de las crecientes dificultades sociales y económicas. Además, esto costará incontables vidas.

Desde que tomaron el poder, los militares han empujado al país a estar cada vez más cerca del colapso. Con su anuncio de que ha cruzado un nuevo umbral en su constante avance hacia la barbarie total, ha señalado que el descenso de Myanmar a las tinieblas está lejos de terminar.