La nueva Ruta de la Seda de los BRICS cruza Eurasia, África y Sudamérica
Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica han dejado a un lado sus diferencias más profundas y han dado un impulso inusitado a la globalización y el mundo multipolar con la admisión de un variopinto grupo de países al club de los BRICS, que, ahora sí, plantea un serio contrapeso a la añeja supremacía de Occidente.
Si hace poco más de una década los BRICS se reunían con la intención de mejorar sus relaciones económicas, ahora el grupo no esconde sus aspiraciones geopolíticas, con el G7 de naciones más ricas e integrada por países occidentales (además de Japón) como el contrincante a superar.
El economista Jim O’Neill utilizó en 2001 por primera vez el término BRIC y lo amplió a «BRICS» con la incorporación en 2010 de Sudáfrica a este grupo de naciones emergentes con un rápido crecimiento. Si ha seguido la cumbre de Johannesburgo de los BRICS, O’Neill se habrá reafirmado en su proyección de que las economías de estos países dominarán el panorama económico global en 2050.
El grupo de los BRICS, formado por Brasil, China, India, Rusia y Sudáfrica, acaba de celebrar en la ciudad sudafricana una reunión clave para la visibilidad internacional del llamado Sur Global, que, en unos tiempos de desasosiego y cambio, quiere hacer oír su voz y que ésta sea determinante.
Seis nuevos miembros
En esta reunión, los BRICS han decidido que se ampliarán desde el 1 de enero de 2024 a Arabia Saudí, Argentina, Egipto, Emiratos Árabes Unidos, Etiopía e Irán. Un gran logro que sienta en la misma mesa a dos grandes contrincantes, Irán y Arabia Saudí, por cierto, alistados entre los mayores productores de petróleo del mundo.
Estos son solo seis de los 23 estados que han solicitado formalmente convertirse en BRICS y son más de cuarenta los que han mostrado interés en unirse a un grupo que quiere romper el hegemonismo occidental en la economía y las políticas de seguridad del planeta.
«Juntos, los países BRICS representan una cuarta parte de la economía mundial, constituyen una quinta parte del comercio mundial y albergan a más del cuarenta por ciento de la población mundial», recordó el presidente anfitrión, el sudafricano Cyril Ramaphosa.
Tanto India como China, motores del grupo, desafían el protagonismo internacional que ahora acaparan Estados Unidos y Europa. Ambos países optan de manera decidida por el multilateralismo y la eliminación de los sistemas de bloques promovidos por la geoestrategia occidental.
India, puente de diálogo con Occidente
Que India en estos momentos subraye su participación en un grupo donde China es la potencia económica dominante no implica una subordinación a Pekín, sino una apuesta por diversificar sus propios intereses y mandar un mensaje a Occidente de desacuerdo con esos parámetros de doblegar al resto del planeta con el dólar o el euro.
Por eso, en los tres días de cumbre de los BRICS en Johannesburgo se han impulsado los planes para acabar con la dependencia del dólar que tiene la economía global y animar el uso de las monedas locales, con «acuerdos financieros alternativos y sistemas de pago alternativos«, como subrayó Ramaphosa.
China ostenta un poder económico mundial incuestionable, pero es objeto del recelo de Washington y sus aliados de Europa, tanto en el ámbito comercial como en el de la seguridad y la defensa. Por eso India, con correctas relaciones tanto con Occidente como con el resto de países emergentes asiáticos, busca ahora el amparo de un grupo como el BRICS para formalizar su salto geopolítico hacia Oriente Medio, África y Latinoamérica.
Incluso para hacer de puente entre sus compañeros de los BRICS y esos países occidentales para quienes la guerra es otra forma de hacer negocios o de conseguir la paz para fomentarlos, como se ha visto con las actuaciones de la OTAN en Asia, África y Europa, o con las operaciones de países como Francia en las zonas del continente africano que París considera como sus áreas de influencia postcolonial.
La nueva conciencia geopolítica del Sur Global
Lula da Silva: «El mundo es más complejo que la mentalidad de la Guerra Fría que algunos quieren restaurar»
La aparición del grupo de los BRICS y su consolidación ha ido cambiando la percepción que el llamado Sur Global tenía de su propia consistencia estratégica. Occidente era quien organizaba las cosas, también las guerras, y los países emergentes los que las sufrían.
Tras la cumbre de Johannesburgo la visión es otra. Todos los países pueden tener una palabra que se escuche internacionalmente, más allá del ruido vocinglero e ineficaz de la ONU o de las rencillas de las organizaciones regionales.
Y eso es porque hay países como China o India que avalan a los BRICS. La guerra de Ucrania ha sellado de momento los labios de Rusia, que no está para dar ejemplos de casi nada, pero hay también otros países, como Brasil y ahora Argentina, en América, Etiopía y Egipto en África, e Irán, Arabia Saudí y Emiratos Unidos, en Oriente Medio, que reclamarán que se les escuche.
Pocos de estos países son democracias consolidadas, pero eso no es razón para que sean silenciados. Las democracias dominantes occidentales, puestas siempre de ejemplo de desarrollo político y social mundial, no son tan «democráticas» en su comportamiento exterior. Sus acciones internacionales se amparan muchas veces en la violencia de las armas o de las imposiciones comerciales, y siempre repercuten sobre los países del antaño llamado Tercer Mundo.
Como indicó en el marco de la cumbre de Johannesburgo el presidente brasileño, Luiz Inácio Lula da Silva, «la presencia en este encuentro de los BRICS de decenas de líderes de otros países del sur global muestra que el mundo es más complejo que la mentalidad de la Guerra Fría que algunos quieren restaurar».
Por eso, agregó, «en lugar de sumarse a la lógica de la competición, que impone alineamientos automáticos y fomenta la desconfianza, tenemos que fortalecer nuestra colaboración».
La rémora de Rusia
Los BRICS no aprueban la agresividad rusa, sea en Ucrania o en África con sus ejércitos de mercenarios
La guerra de Ucrania ha colocado a Moscú, el país más grande de Eurasia y miembro destacado de los BRICS, en una posición muy delicada. Quería ser un actor aglutinador del descontento de los Estados menos favorecidos, pero su invasión de Ucrania lo ha convertido en un paria internacional. Por sus propias acciones equivocadas, pero también acorralado por el interés de Occidente en desgastarlo.
La muestra fue la ausencia en Johannesburgo del presidente Vladímir Putin. La Corte Penal Internacional (CPI) ha dictado una orden de detención contra el líder ruso por los supuestos crímenes de guerra cometidos por su ejército en Ucrania.
Putin participó telemáticamente en la cumbre y subrayó, por ejemplo, que la renuncia al dólar en los intercambios y transferencias entre los BRICS es un proceso «irreversible». Desde luego no será sustituido por el rublo, cuya devaluación progresiva está devastando a la economía rusa, ya machacada por la guerra.
Los BRICS no aprueban la agresividad rusa, sea en Ucrania o en África con sus ejércitos de mercenarios. Pero rechazan también el ostracismo al que Occidente ha condenado a Moscú, y confían en las negociaciones para resolver la guerra. Países como China y Brasil han propuesto planes de paz que apenas han tenido eco en Kiev, Bruselas o Washington. Pero esos planes están ahí.
La nueva Ruta de la Seda será digital y abarcará medio mundo
Rusia podría ser un elemento catalizador en esta Ruta aprovechando su pertenencia a Europa
En las tres últimas décadas, China dedicó mucho dinero y mucha diplomacia a forjar en Eurasia un remedo de la antigua Ruta de la Seda, ese camino de cultura y comercio que a principios de nuestra era y hasta la Edad Moderna se convirtió en la principal senda de comunicación entre Oriente y el Oeste.
La guerra de Ucrania ha dado la vuelta a muchas cosas y ha rebajado las expectativas de esa red física de comunicación e intercambio entre China y Europa.
La desconfianza europea en Rusia y China de los últimos años no ha ayudado mucho al proyecto. No fenecerá, claro, pero ahora, con las lecciones aprendidas también en la pandemia de la Covid-19, China entiende que la nueva Ruta de la Seda no debe estar constreñida a un camino físico de trasiego por carretera o ferrocarril, o al tendido de gasoductos y oleoductos entre Europa y Asia.
Las oportunidades que le ofrece a China el complejo diseño de relaciones de los BRICS abre una oportunidad para consolidar una nueva red de relaciones que vaya desde Argentina y Brasil a Sudáfrica, desde Etiopía y Egipto a India e Irán, desde Arabia Saudí y los EAU a China. Una nueva concepción de aquella Ruta de la Seda, donde el componente digital sea más importante que el trazado físico.
Rusia, si termina la guerra sin una catástrofe mayor, podría ser un elemento catalizador en esta Ruta aprovechando su pertenencia a Europa, de donde nunca debió ser arrancada, ni por los gravísimos errores de su cúpula dirigente ni por el deseo interesado occidental de izar un nuevo telón de acero en Eurasia o de levantar un montón de muros de menor altura, pero también segregacionistas, en Asia, África y Latinoamérica.
No vale ya esa visión de la «selva» separada del «jardín» europeo a la que había que acudir de vez en cuando a poner orden para que no invadiera el jardín. Imagen que acuñó el alto representante para Asuntos Exteriores de la Unión Europea, Josep Borrell, quién sabe si pensando precisamente en los BRICS.