Del sueño al cielo latinoamericano
Justo cuando se cumplen 41 años de que el primer latinoamericano vio a la tierra desde una nave espacial, surge la Agencia Latinoamericana y Caribeña del Espacio (ALCE).
¡Un cubano en el Cosmos! Era la noticia que circulaba aquel 18 de septiembre de 1980, cuando el vuelo espacial conjunto Soviético Cubano surcaba el cielo tras su salida desde el cosmódromo de Baikonur, en la antigua Unión Soviética (URSS).
Arnaldo Tamayo Méndez y Yuri Romanenko iban a bordo de la nave Soyuz 38.
El joven negro y huérfano, nacido en la provincia más oriental de Cuba, Guantánamo, vivió la era en que soñar con las estrellas, era lo único que tenía. Al triunfo de la Revolución Cubana, estudió e inició una carrera como piloto en la Fuerza Aérea cubana.
Tamayo Méndez lo creyó posible, también él podría llegar a ser un cosmonauta. Es que el mundo cambió bastante desde 1961, cuando los soviéticos colocaron en órbita al piloto Yuri Gagarin. El imaginario de varias generaciones, incluida la del joven cubano, quedó marcado por la conquista del espacio.
Gagarin se convirtió en el primer ser humano en viajar al espacio exterior, logrando un importante hito en la carrera espacial. Su cápsula Vostok 1 completó una órbita de la Tierra aquel el histórico 12 de abril de 1961.
Desde aquella realidad soñada por la ciencia ficción, ha pasado mucho tiempo. Mientras tanto, los transbordadores espaciales se tornaron demasiado costosos y con escaso provecho. Pero nunca como ahora -igualmente oneroso- la utilidad de la mirada desde el espacio exterior, tendría tantos beneficios prácticos.
Celac
Aún con la pandemia atravesada, el Gobierno de México, que ostenta la presidencia temporal de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac) desde 2020, ha liderado junto con Argentina, un mecanismo de producción y distribución de vacunas para la región y la creación de la Agencia Latinoamericana y Caribeña del Espacio (ALCE).
En reciente reunión, los cancilleres de la Celac acordaron fortalecer el organismo regional fundado en México en 2010. El enfoque está en los nuevos desafíos, la necesidad de fortalecer el diálogo y el consenso, basados en el multilateralismo.
Del sueño al cielo, los Gobiernos latinoamericanos y del Caribe acuerdan fortalecer la Celac y fundar ALCE, un camino hacia la integración espacial.
ALCE
La “Declaración sobre la Constitución de un Mecanismo de Cooperación en el Ámbito Espacial”, firmada dentro del marco de la Celac, por los cancilleres argentino y mexicano el 9 de octubre del 2020, fue la base filosofal.
Aunque varios proyectos bilaterales lo preceden, la idea de una agencia espacial regional (ALCE) se plantea como un proyecto multilateral que busca coordinar las políticas y los proyectos a largo plazo.
La idea es que la tecnología es un valor agregado a la economía y al conocimiento de la naturaleza. Para apoyar a la agricultura, preservar los ecosistemas, analizar los cambios climáticos, prever los desastres naturales y el pronóstico del tiempo, resulta valioso si se establece a partir de mecanismos de integración regional, en beneficio de más de 600 millones de habitantes de la región.
Aunque no es la primera experiencia de cooperación en el área. Recordamos el programa LATCOSMOS-C, promovido por la Agencia Espacial Ecuatoriana, donde participaron México y Colombia. Los satélites de observación marítima SABIA-Mar, también en forma conjunta con Brasil. El enorme telescopio argentino-brasileño LLAMA o “Large Latín American Millimetre Array”.
Con un argumento político, Jair Bolsonaro anunció que Brasil se retiraba de la Celac. Por lo que un cambio de Gobierno podría significar que se reincorpore al foro, con el aporte significativo de su industria espacial y aeronáutica.
Se reconoce que Brasil supera el 40 por ciento del total de lanzamientos espaciales en órbita, con representación de otras naciones de América Latina. En segundo lugar esta Argentina con más del 20 por ciento del total regional, según informe de la Universidad Nacional de La Plata.
Resolver asuntos más urgentes suele marcar la agenda de los países de la región, analiza el investigador Andrés Pienizzio, de la Universidad Nacional de Rosario, Argentina.
Mientras se lanzaba el satélite Sputnik el 4 de octubre de 1957 -refiere Pienizzio- comenzaba a la bipolaridad en la era espacial, lo que marcó fuertemente el ritmo de los acontecimientos en las primeras décadas.
Uno de los problemas de la industria espacial, como en la nuclear, es la línea fina línea entre usos pacíficos y los estratégicos de defensa.
Para Argentina en particular, dice el analista, la creación del MTCR o “Missile Technology Control Regime” -en los años 80 del pasado siglo- impulsado por Estados Unidos resultó un régimen de control a la transferencia de tecnología aeroespacial.
Evitaba que las naciones consideradas -por ellos- “inestables”, accedieran a este tipo de conocimientos y tecnología.
Antes
Más allá de lo que supimos de la astronomía antigua en otras culturas, como la egipcia y mesopotámica, surge en la cultura prehispánica latinoamericana, de la necesidad de predecir fenómenos celestes y su relación con la naturaleza.
Desde siempre, supieron su importancia en la vida de los seres humanos. Las civilizaciones indígenas fueron particularmente observadoras de esos fenómenos. Datos como la repetición del ciclo climático cada 365 días, fueron obtenidos por el cálculo de datos precisos.
Registraron el paso de los cometas, nombraron las constelaciones, contaron la edad de la Luna, conocían la recurrencia de los solsticios y los equinoccios. Siguieron el curso de las Pléyades.
Primero fue la observación a simple vista, de avistamientos nocturnos. Usaron varas cruzadas, telas reticuladas y estructuras arquitectónicas, que realizaban la función de instrumentos y observatorios.
Así, las sociedades indígenas prehispánicas, explicaban los ciclos agrícolas, la sequía, la temporada de lluvia, la siembra. Esta fue una observación de más de 2500 años en Mesoamérica, vinculada a la utilidad de la economía agrícola.
Sus visiones fueron compartidas con otras culturas, antes de las invasiones imperiales. Contenían registros de la observación sistemática de los fenómenos hasta comprobar su exactitud, de ahí su base científica.
Y no deben analizarse, únicamente con una base religiosa y ritual, sino como un todo cultural, como lo demuestran los estudios antropológicos. Aunque se atribuían los fenómenos estelares a entidades religiosas y seres sobrenaturales que regían los destinos del universo.
El reto
El plan es lanzar una constelación de nanosatélites para el monitoreo de los océanos, el cambio climático y la agricultura, en 2022. Siempre el asunto del presupuesto es, precisamente, el gran reto de la futura ALCE.
«Los países latinoamericanos y caribeños no son punta de lanza en cuestión del espacio, pero si unimos esfuerzos, es más fácil que las agencias con tecnología punta nos volteen a ver», dijo el director general de Organismos y Mecanismos Regionales Americanos de la Cancillería mexicana, Efraín Guadarrama.
En su informe de actividades para el período 2020-2024, la Agencia Mexicana del Espacio informaba sobre los «recursos escasos» que recibe, de sólo 3 millones de dólares.
Un presupuesto a años luz de los 18,500 millones de la Administración Nacional de Aeronáutica y el Espacio (NASA) estadounidense, los 5,600 millones de la rusa Roscosmos o los 5,500 millones de la agencia europea, reseña La Vanguardia.
Si miramos el funcionamiento de países desarrollados, en Francia, por ejemplo, el Estado celebra un acuerdo por seis años con el Centro Nacional de Estudios Espaciales (CNES) y asume el compromiso de que el presupuesto de un año sea, de mínima, igual al del año precedente.
En el Reino Unido, el presupuesto de la Agencia Espacial Británica lo conforman también, aportes directos de los organismos usuarios de productos espaciales, tales como el Departamento de Transportes y la Agencia de Meteorología.
“Sumar esfuerzos es la única ruta posible para países como los nuestros”, comenta el físico por la Facultad de Ciencias de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), José Franco. Porque la carrera espacial, demanda cuantiosos recursos económicos.
La NASA recibió alrededor de 22.600 millones de dólares este año. China, ronda los 11,000 millones de dólares, según estimaciones internacionales. La Agencia Espacial Europea tiene para gastar casi 8,000 millones de dólares.
La Agencia Espacial Mexicana, creada apenas hace diez años, destinó para 2020 unos 3 millones de dólares. “Queremos iniciar la cooperación en materia aeroespacial lo antes posible, vemos a otras regiones que llevan décadas delante de nosotros y no podemos perder más tiempo”, señala Efraín Guadarrama, responsable para organismos y mecanismos regionales americanos en la Cancillería mexicana.
Cinco años después de que el Sputnik -de la Unión Soviética- inaugurara la carrera espacial, México creó la Comisión Nacional del Espacio Exterior. Participó en la construcción de cohetes formó a especialistas, creo una infraestructura propia.
En 1977, se decidió comprar la tecnología, en vez de desarrollarla, apunta Franco. Se registran hitos como el viaje de Rodolfo Neri Vela, el primer astronauta mexicano, en 1985 y el lanzamiento de satélites propios. En 1995, la UNAM orbita un satélite hecho en México.
La historia se revierte para reforzar el papel del país como potencia latinoamericana. Se reducirá la brecha tecnológica y del conocimiento, afirma la diputada mexicana, presidenta de la Comisión de Puntos Constitucionales, Aleida Alavez Ruiz
Subrayó que tan sólo en la observación espacial, existe un mercado de alrededor de 3.000 millones de dólares, en los cuales puede participar la industria nacional.
México compró a la Agencia Espacial Europea, las imágenes del sureste del país, para coordinar la respuesta a la situación devastadora del huracán Eta en Tabasco y Chiapas. Esa dependencia tendrá su fin.
Latinoamérica espacial
Para Bolivia, el 20 de diciembre de 2013 fue histórico. El Satélite Túpac Katari (TKSAT-1) es el primer satélite boliviano, enviado desde el Centro de Lanzamiento de Satélites de Xichang en China, ante la presencia del entonces presidente Evo Morales.
Brinda servicios de telefonía, educación y la geografía boliviana. Tiene uso educativo en las universidades, «ofrece redes de datos, televisión satelital, educación a distancia, proyectos en el área de medicina», sostuvo en su exposición el ingeniero de telepuerto, Hernán Leyton.
El Túpac Katari hace referencia al líder indígena que se rebeló contra el imperio español en el siglo XVIII. Está operado desde dos estaciones de control: una en Amachuma y la otra en La Guardia, en el departamento de Santa Cruz (este).
El satélite fue fruto de un acuerdo de cooperación entre ambos países en 2009 y fue construido por la Corporación Industrial Gran Muralla, subsidiaria de la Corporación de Ciencia y Tecnología Aeroespacial de China.
El país asiático financió un 85 por ciento del proyecto, de un total de 302 millones de dólares, mientras que el Estado boliviano aportó el restante.
«El cálculo está hecho para que en los quince años se amortice totalmente. La intención no es ganar dinero con este proyecto, sino dar comunicaciones lo más baratas posibles a la gente que vive lejos», subrayó Zambrana.
Venezuela mantiene en órbita varios satélites de tele observación, útiles para prevenir derrames de petróleo y terremotos. Con una cámara de detección óptica, por ejemplo el VRSS-2, realiza diagnóstico de suelos, recursos hídricos y prevención sismológica.
De acuerdo con la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), en el 2021 trabajan en el “procesamiento, uso e interpretación de datos espaciales de los satélites de percepción remota”, dictado por la Agencia Bolivariana de Actividades Espaciales (ABAE).
La directora ejecutiva de ABAE, Marglad Bencomo, brindó detalles sobre otra importante iniciativa: el Sistema Nacional Integrada de Información Forestal (SINIIF).
«Estamos encargados de la operación, monitoreo, control y supervisión de la carga útil de los satélites venezolanos Miranda y Sucre. Gracias a ellos podemos tener información fidedigna de lo que ocurre en todo el territorio nacional. Nuestro aporte a FAO y al proyecto de ordenamiento forestal sustentable, es proveer imágenes satelitales sobre el área de interés del proyecto”.
“En este caso es la Reserva Forestal Imataca, y además proveer capacitación técnica para el análisis y procesamiento de dichas imágenes», señaló.
El análisis de la información proveniente de los sistemas de percepción remota con que cuenta Venezuela, fortalece el Proyecto de Ordenación Forestal Sustentable y Conservación de Bosques en la Perspectiva Ecosocial.
Por su parte, el Instituto Geográfico de Venezuela Simón Bolívar utiliza el satélite Miranda para cartografiar el territorio que se extiende al norte del río Orinoco. De los tres primeros satélites en órbita: el primero fue Simón Bolívar – el segundo Francisco de Miranda, y el tercero fue el Sucre- tras 12 años de servicio el iniciático VeneSat-1, salió de funcionamiento tras una falla en 2020.
Una infinidad de beneficios que ha proporcionado el satélite Simón Bolívar. Por ejemplo, la conexión a Internet de las Canaimitas, del 90 por ciento de los Infocentros del país, la conectividad en telefonía básica y móvil, entre otros logros. Millones de venezolanos han accedido a internet a través del satélite, con la instalación de antenas en sitios remotos.
El desarrollo espacial tuvo sus inicios cuando el presidente Hugo Chávez empezó a gestionar para que Venezuela incursionara en el uso pacífico del espacio ultraterrestre, que ahora apunta a ser independiente y soberano en materia satelital.
Argentina es «líder latinoamericano en materia espacial», con reconocimiento internacional, destacó el ministro de Ciencia, Tecnología e Innovación, Roberto Salvarezza, al hacer un balance sobre la trayectoria aeroespacial nacional.
El Saocom 1B fue lanzado desde Estados Unidos el 30 de agosto y alcanzó su órbita definitiva el 5 diciembre, 2020. Entre sus funciones está dar soporte a las emergencias climatológicas, evaluar la humedad del suelo, datos para la siembra, detectar crecidas en cursos de agua, actividad volcánica, movimientos terrestres.
Igualmente, atender el estado de los bosques, glaciares y humedales, o detectar incendios y la pesca ilegal en el mar Argentino.
Según la gerente de Observación de la Tierra de la Comisión Nacional de Actividades Espaciales (Conae), Laura Frulla, los satélites Saocom 1A y 1B «son únicos en el mundo por su sensibilidad radiométrica».
Dice que forman parte del Sistema Italo Argentino de Satélites para la Gestión de Emergencias (Siasge), junto a cuatro de la Constelación Italiana COSMO-SkyMed, de la Agencia Espacial Italiana (ASI)».
«Tiene una sola semejanza en el mundo y es uno de Japón, que también opera un radar en banda L», detalló Laura Frulla.
Desde el ajuste de su puesta en órbita, ya se lograron vender imágenes satelitales a otros países por unos 100.000 dólares, como una fuente adicional de ingreso de divisas. Para el presidente Alberto Fernández, el lanzamiento del satélite Saocom 1B permitirá «crecer como país y como sociedad».
Por su parte, la Agencia Espacial Europea, firmó un contrato para el desarrollo de un satélite, en banda L, similar al Saocom».
El Sabia-Mar (Satélite Argentino Brasileño para Información del Mar) es un programa de cooperación entre la Conae, la Agencia Espacial Brasileña (AEB) y el Instituto Nacional de Investigaciones Espaciales (INPE) de Brasil, concebido como una misión de observación de la Tierra con aplicaciones prioritarias en el estudio del mar y las costas.
Por su parte, la subgerenta de Proyectos Satelitales de la Conae, Josefina Pérez, coincidió en que «el proyecto Saocom es uno de los hitos tecnológicos más desafiantes alcanzado porque es un desarrollo, construcción, puesta en marcha y operación completamente nacional. Participaron unos 900 científicos y científicas y más de 80 empresas de base tecnológica local que lograron un conocimiento que excede a estos satélites».
El ministro de Ciencia, Tecnología e Innovación, Roberto Salvarezza, afirma que están “trabajando en el Sabia-Mar y uno meteorológico latinoamericano, en el marco de la Celac. La idea es que lo construya Argentina para Latinoamérica».
Ecuador en seis años de funcionamiento realizó eventos y estudios destinados a mantener el desarrollo tecnológico espacial y el incremento de la cultura aeroespacial. El objetivo fue impulsar la investigación científica y desarrollo tecnológico y el incremento de la cultura aeroespacial, como su contribución a la Defensa y Desarrollo Nacional de Ecuador.
El 1 de noviembre de 2007 se funda la EXA en Guayaquil, convirtiéndose en la primera agencia espacial en la historia ecuatoriana.
EXA logró éxitos importantes e históricos para Ecuador, como el primer avión de microgravedad de Latinoamérica, desarrollado en conjunto con la Fuerza Aérea Ecuatoriana.
También desarrolló los primeros observatorios de radiación UV en Ecuador. Mediante el Monitor Nacional de Radiación UV reportan a la población el nivel de radiación ultravioleta en tiempo real, proveyendo así protección a más de 4 millones de ecuatorianos.
EXA creó el primer puente entre Internet y la órbita terrestre, la estación HERMES-A/MINOTAURO, usado por muchas universidades e institutos de investigación en el mundo.
Se encargó del programa educativo “Un Satélite en el Aula”, que permitía a las escuelas, contar con su propia estación virtual, con imágenes de los satélites en tiempo real en el aula.
El 26 de abril de 2013, Ecuador marcó un hito en su historia espacial: lanzó desde China el primer satélite nacional, que se bautizó Pegaso. Contó con recursos estatales, como un proyecto regido por la Agencia Especial Civil Ecuatoriana (EXA), dirigida por el astronauta ecuatoriano Ronnie Nader.
Su objetivo era que en 2030, el Estado ejerciera “los derechos de los segmentos correspondientes en la órbita sincrónica geoestacionaria». Pero la misión terminó.
El Instituto Espacial Ecuatoriano (IEE) fue suprimido en abril de 2019, cuando el presidente Lenin Moreno firmó el Decreto Ejecutivo 714.
Para el Salvador, organizar el evento AmeriGEO Week 2021 desde la Secretaría General del SICA y el Gobierno es un reto. Su objetivo es mostrar los esfuerzos de la región, en la promoción del uso de observaciones de la Tierra; así como actividades sobre la integración de datos geoespaciales, que permitan resolver desafíos nacionales y regionales.
Igualmente se impulsa la Alianza Espacial por Centroamérica y República Dominicana, “para aprovechar la tecnología, plataformas y recursos de observación de la Tierra, que han desarrollado las agencias globales con una inversión de cientos de millones de dólares. Capacitar a científicos de la región, el desarrollo de proyectos, la creación de redes de investigación interuniversitarias y el apoyo al desarrollo de satélites como el Morazán”.
Honduras lanzará su primer satélite que será puesto en órbita desde la Estación Espacial Internacional. El satélite Morazán es el tercero desarrollado en Centroamérica que viajará al espacio. Parte de un esfuerzo multidisciplinario de la Universidad Nacional Autónoma de Honduras e instituciones de educación superior de Guatemala y Costa Rica.
El vicepresidente del Colegio Federado de Ingenieros y Arquitectos, Carlos Enrique Alvarado, refirió que la idea nació al observar los resultados del proyecto costarricense Irazú y el satélite Batsú CS-1, de tecnología espacial para el monitoreo del cambio climático, creado hace nueve años.
Es que Centroamérica está calificada como una de las regiones con más riesgos climatológicos del mundo, según informe de Organización de Naciones Unidas.
Perú cuenta con Conida, su agencia espacial. Su misión es «promover, investigar, desarrollar y difundir ciencia y tecnología espacial, generando productos y servicios que contribuyan al desarrollo socioeconómico y seguridad de la nación, que impulse el posicionamiento espacial en la región”.
Actualmente participan en el Experimento Subterráneo Profundo de Neutrinos (DUNE, por su sigla en inglés) es un proyecto colaborativo internacional en el cual participan 180 instituciones de investigación, de 30 países. Busca responder a preguntas fundamentales, sobre la naturaleza de la materia y evolución del Universo.
Brasil logró el lanzamiento del Amazonia-1 en 2021. Es el primer satélite de observación de la Tierra diseñado y operado por brasileños.
Sucedió desde el centro espacial Satish Dhawan, en Sriharikota (India). El satélite posee componentes argentinos y muchos de sus especialistas fueron capacitados a través de un programa de formación de profesionales argentinos. Pero Brasil se retiró de la Celac en el 2020, como antes lo hizo de Unasur, en 2019.
La última frase célebre de su presidente Bolsonaro ha sido «todo el mundo tiene que comprar un rifle”. No quiere tener que ver nada con la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños, integrada por los 33 países soberanos, con grandes sueños pacíficos en común».
Como los de aquel niño limpiabotas nacido en 1942 en Guantánamo, Cuba, que pudo llegar a ser cosmonauta y ver amanecer a su pequeña isla desde el espacio extraterrestre, un 19 de septiembre de 1980.
Justo el día en que –en el 2021- se hace firme la intensión de la ALCE. Realizar el sueño de ser cosmonauta, sería posible para tantos otros niños latinoamericanos.