Y tomaron las calles
El domingo recién pasado se produjo la marcha en favor de las tres causales. Partió de la esquina entre la Máximo Gómez y la avenida México, transitando bajo el sol ardiente los dos kilómetros y medio de una ruta que pasó por delante del Campamento por las Tres Causales y desembocó en el Parque Independencia.
Aunque la cobertura de la prensa fue inusitadamente tímida, las redes ayudaron a superar el muro de silencio; a través de ellas, quienes no acudieron pudieron de todas formas ser testigos de la enorme capacidad de convocatoria de las tres causales.
El domingo quedó definitivamente sepultado el mito de que es un movimiento con pocos apoyos sociales. La marcha congregó personas de todas las edades y todas las clases sociales, y contó con la presencia responsable de miembros de los dos partidos mayoritarios y de los partidos minoritarios que han defendido las tres causales.
Cada paso dado por los miles que acudieron al llamado cimentó la inevitabilidad de su victoria.
Y no por lo que puedan lograr a corto plazo aquellos que, en su esfuerzo inútil por detener la Historia, dilapidan el poder social acumulado durante siglos. No es eso, es otra cosa. Las mujeres que han llevado la lucha por las tres causales han demostrado que nuestra sociedad no sólo está conquistando la democracia, sino que ahora se lanza en pos de la libertad.
Con su ejemplo, han exorcizado los fantasmas que todavía protegen nuestros atavismos. La libertad de exigir lo que se cree justo es lo que distingue las democracias truncas de las fructíferas. Y no hay vuelta atrás, porque la deuda de nuestra sociedad con sus miembros no es sólo económica.
Todo aquel que ve lo que, contra viento y marea, han logrado las mujeres que llevan la causa de las tres causales, querrá mirarse en ese espejo. Y sabrá que puede actuar en consecuencia.
Una sociedad libre es aquella en la que cada cual puede vivir según sus convicciones. Eso requiere de la armonía entre quienes tienen opiniones distintas: creyentes, no creyentes, conservadores, liberales, y la inestimable pluralidad que la condición humana determina. Sólo si cabemos todos podremos hacer realidad la promesa de la democracia.
Las mujeres tomaron las calles y nos enseñaron el camino. Será imposible dar marcha atrás; la República Dominicana será más libre, y antes de lo que muchos pueden suponer.
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