Las historias de una madre y sus tres hijas tan diferentes como sus tres embarazos
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Ángela Guerrero
Para argumentar a favor o en contra de algo, primero hay que documentarse, por eso para opinar sobre el aborto habría que saber primero lo que es el embarazo y quien escribe este artículo lo sabe bien.
Soy madre orgullosa de tres hijas y abuela presumida de tres nietos también, pero sobre todo soy mujer. Ah, y bióloga, así que sé de qué hablo.
El embarazo es una revolución hormonal equivalente a un terremoto, antes, durante y después. Las hormonas dirigen los procesos fisiológicos de tu ser, que cada mes se prepara para la maternidad, y si comienza, el terremoto se convierte en tsunami, uno que durará nueve meses, si todo va bien.
Ese algo que empieza a crecer dentro de ti, ¡se adueñará primero de tus hábitos, luego de tu cuerpo y luego de tu vida! Sin conocerlo te da órdenes porque el primer órgano que secuestran las hormonas es tu cerebro y así como un virus secuestra la maquinaria reproductora de una célula (su núcleo para desde ahí dar órdenes y reproducir virus en vez de células) el feto dirige la ocupación invasiva desde tu cerebro.
Solo así puede sobrevivir el cuerpo de una mujer la adaptación brutal que ocurre en tan poco tiempo y cada embarazo te deja secuelas a las cuales también tu cuerpo tendrá que ir adaptándose.
Tu bebé se convierte en una especie de parásito que dirigirá la operación para que termine bien la ocupación. Pero, por favor, no me malinterpreten.
Sólo lo cuento desde una perspectiva biológica, menos romántica, pero es así. Eso tampoco me despintó ser víctima igual que todas. Amor no quita conocimiento, dice un refrán que yo invertiría: la ciencia no me exime de mi condición biológica de tener dos cromosomas equis (XX).
Pero quiero hablar de los casos de mis hijas: La primera quedó embarazada cuando no estaba en sus planes y se vio en la disyuntiva de decidir y fue libre de hacerlo y fue apoyada en lo material y sobre todo en lo emocional, y ella decidió por mi primer nieto.
Pero como era su vida, su cuerpo y su futuro los que estaban en juego, ella y solo ella debía decidir. Nadie en el mundo podía hacerlo por ella. Y eso es la libertad. La sociedad y la familia están para educar, apoyar, guiar y nutrir la vida y no para juzgar a quienes la damos, nosotras las mujeres.
Mi segunda hija, madre de dos, nacidas, deseadas y todo lo maravilloso que puede ser cualquier niño. Su cuerpo en el segundo embarazo decidió que para su corazón era mucho el esfuerzo y le han quedado secuelas de arritmias que ya no le permiten sencillamente vivir como la atleta del ciclismo, natación y yudo que era en el colegio. Y mi tercera nieta ya va para siete.
Mi tercera hija: una “joyita”, según la definió el inmunólogo que la diagnosticó super alérgica a los 25. Es un milagro que sobreviviera. Nació con bajo peso de una placenta calcificada. Ahora sabemos que es un síndrome.
Resulta que sus óvulos de buena calidad, no salían con la regularidad que deberían y por eso ahora que quiere ser madre su biología no se la pone fácil y todo por las secuelas que ha dejado en ella mi último embarazo.
Son las historias de una madre y sus tres hijas, tan diferentes como sus tres embarazos; que saben lo que es y no es la maternidad, con todas sus letras, pero que también sabemos lo que es la libertad de ser y de pensar, la libertad de decidir.
Sobre todo, sabemos que en este país muchas (demasiadas aún) no han tenido la misma suerte que nosotras, de estar en una familia que no nos juzgó sino que nos apoya en cada paso difícil de nuestras vidas; por eso apoyamos las tres causales. Y si lo que se quiere es preservar la vida, lo que se debería estar discutiendo es cómo disminuir la mortalidad materna y la infantil que ha aumentado, la primera, en 48% en medio de un brote de difteria.
Así lo veo yo, una bióloga para quien la muerte no es un tabú, sino la otra cara de la moneda, otra faceta de la vida. La vida que es un tesoro que debemos defender no como una consecuencia obligada sino como la causa de que nosotros, seres humanos, y nuestro planeta seamos lo que somos.
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