Tras más de 20 años, el guacamayo de Spix vuelve a la Caatinga
Era el año 2000 y Brasil celebraba el 500º aniversario de la llegada de los portugueses al país, o más concretamente al sur de la costa de Bahía. Más al norte de donde habían desembarcado las carabelas, en el interior del mismo estado, los brasileños veían, por última vez en la naturaleza, un guacamayo de Spix (Cyanopsitta spixii).
Descubierta en 1819, la especie, que pertenece a la misma familia que los guacamayos y los loros, ha sufrido un proceso gradual de extinción en la naturaleza, debido a la destrucción de su entorno y a la captura para el comercio ilegal de animales salvajes.
En las décadas de 1970 y 1980, dos traficantes fueron responsables de retirar 23 guacamayos de la naturaleza. En 1986, la última población silvestre conocida solo contaba con tres aves. En 1990, solo quedaba un macho. Diez años más tarde, ya no había ningún ave de la especie.
Seguido por la prensa, este proceso causó una conmoción mundial y el ave acabó convirtiéndose en uno de los símbolos de la lucha contra la destrucción de la fauna y la pérdida de biodiversidad. Incluso fue retratada en el largometraje de animación estadounidense “Río”.
Cautiverio
Desde entonces, se inició un proyecto para reintroducir la especie en la naturaleza. Irónicamente, una de las razones que llevaron a su desaparición de los bosques de Bahía fue su salvación: la captura del ave para mantenerla en cautividad.
Los criaderos de Brasil, Europa y Oriente Medio siguieron manteniendo en cautividad una población de unas pocas docenas de aves. Todavía en la década de 1990, el gobierno brasileño inició un proyecto de gestión para la reproducción de estos animales y la negociación para que retornaran al país parte de las aves que estaban en el extranjero.
En 2018 se demarcaron dos áreas para la reintroducción de la especie, el Área de Protección Ambiental del Guacamayo de Spix y el Refugio de Vida Silvestre del Guacamayo de Spix, que suman 120 mil hectáreas en los municipios de Juazeiro y Curaçá, en Bahía.
Regreso
Hace dos años, 52 guacamayos fueron traídos de vuelta al país, a través de un acuerdo con el criadero alemán ACTP, e instalados en un vivero en el municipio de Curaçá, para su adaptación al medio ambiente, lo que implicó la reducción de su contacto con humanos; la convivencia con los guacamayos maracaná (Primolius maracaná), con los que compartían el hábitat natural y que tienen hábitos similares a los suyos; el entrenamiento de vuelo; el reconocimiento de los depredadores; y la oferta de alimentos que se encuentran en la naturaleza.
Ahora, más de 20 años después de ser declarados extintos en la naturaleza, los guacamayos de Spix volverán a volar por la Caatinga brasileña. Para el próximo sábado (11) está prevista la liberación de los primeros ocho ejemplares. Otros 12 saldrán en diciembre.
Los primeros en regresar a los bosques fueron seleccionados entre los que han demostrado una mejor adaptación a la vida en la naturaleza, es decir, los que vuelan mejor, los que se relacionan mejor con el grupo, los que son más sanos, los que pueden identificar mejor a los depredadores. Están pasando sus últimos días de adaptación en cautividad, junto con las maracanás, con las que serán liberadas.
En la naturaleza
Según el coordinador del Plan de Acción Nacional para la Conservación del Guacamayo de Spix, Antonio Eduardo Barbosa, la liberación implicará la apertura del recinto donde se están acostumbrando al entorno. Las puertas se mantendrán abiertas durante el día y se cerrarán por la noche para evitar que los guacamayos que vuelvan a la cautividad mueran a manos de los depredadores.
“Será un lanzamiento suave, como lo llamamos nosotros. Abrimos el recinto, pero queremos que las aves permanezcan allí. Se ofrecerá alimentación suplementaria durante un año para que puedan seguir visitando el recinto. En esta primera suelta experimental, queremos conocer la dinámica que presentarán las aves”, explica.
En ese momento, los investigadores aprovecharán para observar el comportamiento de los guacamayos de Spix en la naturaleza, es decir, los lugares que visitan, lo que comen y el hábitat que exploran.
Los animales serán marcados con anillos y recibirán transmisores que permitirán su seguimiento durante unos meses.
Barbosa reconoce, sin embargo, que el proceso de reintroducción no será tan fácil, empezando por el propio entorno, del que la especie ha estado alejada durante dos décadas y que es muy seco en determinadas épocas del año, lo que lleva a la necesidad de volar largas distancias en busca de alimento.
Las líneas de transmisión eléctrica son otro reto para las aves que vuelan por la región, así como la existencia de abejas europeas (Apis mellifera), una especie exótica que ocupa cavidades naturales en la zona donde los guacamayos de Spix podrían anidar. “Aunque hemos hecho algunos trabajos para controlar estas abejas, para reducir un poco esta presión”, dijo el investigador.
Hay también el riesgo de nuevas capturas para el mercado clandestino de aves raras. “Necesitamos a la comunidad a nuestro lado, siendo vigilantes en la región de cualquier tipo de actividad al respecto, siendo nuestros espías y denunciando cualquier ilegalidad ambiental”, defiende Eduardo Barbosa.
El Instituto Chico Mendes para la Conservación de la Biodiversidad (ICMBio) no informó cómo será el esquema de inspección ni cuántos agentes patrullarán la zona.
Futuro
Una vez superadas las amenazas, queda el reto de conseguir que la especie prospere y se reproduzca, aumentando la población de forma natural, como se ha conseguido con relativo éxito con los ejemplares en cautividad.
Hay unos 200 guacamayos de Spix, sumando los que están en proceso de readaptación para su liberación y los que se mantienen en cautividad en todo el mundo, un número mucho mayor que las pocas docenas que había en la década de 1990.
En los dos años que llevan en Brasil, han nacido tres guacamayos, lo que ha aumentado la población en Curaçá a 55 aves, explica Barbosa. No hay previsión de cuándo habrá nuevas liberaciones a partir de 2023, pero la idea es mantener parte de estos 55 en cautiverio, como si fuera una reserva para asegurar la supervivencia de la especie, la liberación de nuevos individuos y la reposición de las pérdidas previstas en el entorno.