Patria Natural
“Este es un país que huele a palo quemado. …. por lo que vi en los dos viajes a Valle Nuevo con Marcano… en marzo de 1983… Y no solo por el incendio que carbonizó el 13 de febrero 40km de bosque, casi la tercera parte de esa maravillosa región de altiplanos de niebla, sino por todo cuanto uno se topa en el camino o alcanza a divisar en las montañas durante el viaje”. (La Naturaleza Dominicana, tomo 1, pág. 255)
Palo quemado, sí. Seguro los serranos tengan “alma de palo quemado”, como El Tordo de Neruda, que cantó Ángel Parra. Aunque Félix Servio, nuestro querido Duco, usa la frase en 1983, como testimonio del peor incendio ocurrido en Valle Nuevo en muchas décadas.
En ese Julio del ochenta y tres empezó su clamor con un patriótico verso del inmenso Pedro Mir: “nuestros campos de gloria repiten: hágase Valle Nuevo Parque Nacional”.
Esa dimensión patriótica visceral de la tierra, la que duele como una herida abierta, la que se sufre no solo en el alma, sino en “nuestros átomos”, como dice otro poeta dominicano, porque más adentro no se puede ir en un ser vivo, ésa es la dimensión que aprendí no solo en “Hay un país en el mundo”, sino al andar por los campos del olvido y montes fecundos con Marcano, Cicero y Félix Servio.
Porque la Patria no es solo su gente, su pueblo; ésa es la Nación, así lo aprendí de Juan Bosch. Con los otros gigantes aprendí ese patriotismo del amor al territorio y a la naturaleza pródiga que lo cubre.
Félix Servio Ducoudray Mansfield no fue solo un excelente cronista, fue defensor, testigo, editor y también clarificador de ideas y conceptos científicos. No se quedaba con una definición vacía; anotaba, registraba, preguntaba y luego amasaba y moldeaba sus textos hasta quedar satisfecho con el resultado cocinado y ahumado en la redacción del periódico El Caribe.
Este es el caso del concepto desierto, en uno de sus artículos sobre las dunas de Calderas, en el que de manera elocuente hace una revisión de literatura en toda regla y una discusión sobre la pertinencia del término y su aplicación a las dunas.
Recuerdo un comentario jocoso del Padre Cicero: “Ese Duco anota hasta la respiración”, para referirse a su eficacia registrando datos y apuntes en su libreta.
Esa abundancia de registros y rigor científico le confieren a la obra recopilada en el Centenario Casa León, un valor científico incalculable, puesto que hoy podemos ver a través de sus páginas el estado de conservación de los lugares donde trabajó aquel equipo de naturalistas.
Con ese trío aprendí a “leer el paisaje”, destreza imprescindible para un naturalista; saber interpretar no solo lo que se puede ver y registrar, sino intuir e inferir los procesos que lo han moldeado al momento del levantamiento de datos. Así podrá el observador formular hipótesis y líneas de investigación para encaminar su quehacer científico.
Con esta enciclopedia Marcano-Ducoudray, como me gusta llamarla, he guiado a muchos grupos de estudiantes en diferentes centros de mi alma mater UASD por la geología de los volcanes de San Juan, la ecología y formación de los llanos costeros del norte a los de Nagua, San Francisco y Samaná, y hasta como fuente para completar una lista de especies de plantas de las dunas de Baní y, sobretodo, porque están en digital.
El patriotismo de la defensa de la Naturaleza, ése que no es mera propaganda ecologista; ése que se hace desde los átomos, porque te lo transmite la propia diversidad y sale de su conocimiento, ese amor por la patria lo aprendí de nuestro cronista Félix Servio Doucudray Mansfield, cuyo centenario celebramos.
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