«Para alimentarnos, destruimos el planeta»

18-05-2022
Medioambiente
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La UICN  es la principal autoridad mundial encargada de evaluar el estado de la naturaleza y de definir las medidas necesarias para salvaguardarla. Con sede en Gland, en la región de expresión francesa de Suiza, la UICN se ocupa de la publicación de la lista roja de las especies amenazadas. A sus 67 años, Bruno Oberle es el primer suizo que la dirige.

SWI swissinfo.ch: Usted se encuentra al frente de la principal organización de conservación de la naturaleza en el mundo. Gran responsabilidad en un momento en que numerosos especialistas hablan ya de la sexta extinción en masa…

Bruno Oberle: Sí, en efecto. Todos tenemos una gran responsabilidad. Cuidar la naturaleza y la biodiversidad es una necesidad fundamental para la humanidad. De eso depende nuestra existencia en el planeta y la supervivencia de nuestro modelo de desarrollo.

Ⓒ Jo Simoes

El experto suizo Bruno Oberle, de 67 años, ocupa desde 2020 la dirección general de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN). Especialista en cuestiones medioambientales y de gestión sostenible de recursos, el exsecretario de Estado ha representado a Suiza en importantes instituciones, así como en negociaciones internacionales sobre estas temáticas. Desempeñó un papel fundamental en la creación del Fondo Verde para el Clima. 

¿Cuáles son los ecosistemas que sufren hoy la mayor pérdida de biodiversidad?

Observamos pérdidas significativas en todas partes. El número de especies amenazadas es particularmente elevado en regiones que son esenciales para la biodiversidad, como las selvas tropicales. Así mismo ocurre en los ecosistemas menos imaginables. También hemos observado pérdidas en las zonas de matorrales mediterráneos y en los ecosistemas de agua dulce.

El crecimiento urbano, la sobre explotación de los suelos, la deforestación y la polución son algunos de los factores que contribuyen a la pérdida de la biodiversidad. ¿Cuál es el fenómeno que más le preocupa ?

Aunque sea dramático decirlo, es la producción alimentaria. Somos muchos los que habitamos la Tierra y necesitamos comer. Dependemos de una agricultura de cierta envergadura que utiliza grandes extensiones de terreno. Sin embargo, las prácticas agrícolas modifican fundamentalmente la estructura de la tierra. La destrucción total de los ecosistemas con fines agrícolas y la influencia negativa sobre los que restan produce un impacto negativo para la biodiversidad. Para alimentarnos, destruimos el planeta.

Pero esta situación compleja no es una fatalidad. Podemos imaginar prácticas agrícolas y un sistema agroalimentario que asegure suficientes alimentos de buena calidad para todas y todos y que favorezca la biodiversidad.

¿La agricultura biológica puede llegar a alimentar un planeta de más de 8 mil millones de seres humanos?

Hay que distinguir entre agricultura biológica, que hace parte de la solución, y la idea más general de una agricultura sostenible, que integra una amplia gama de aspectos agroecológicos o regenerativos. La investigación científica ha comprobado que podemos alimentar la población del futuro implementando prácticas más duraderas.
Esas prácticas, en la mayoría de los países en desarrollo, constituyen la mejor manera de aumentar tanto la producción como la resiliencia.

Muchos juristas en numerosos países quisieran que la Corte Penal Internacional de La Haya reconozca el ecocidio, es decir los actos ilícitos que causan a largo plazo daños significativos, como un crimen contra la humanidad. ¿Comparte esta visión?

Los conceptos jurídicos tienen un impacto sobre nuestra forma de pensar y el simple hecho de hablar sobre este tema ya es positivo. De hecho, todo concepto jurídico se transforma en práctica operacional cuando se convierte en ley. Hasta ahora, son pocos los países que incluyen el ecocidio en sus legislaciones.

Mas allá del ecocidio, deberíamos también pensar en su concepto espejo, es decir, los derechos de la naturaleza. Por ejemplo, el derecho a la existencia de una especie o ecosistema. En algunos países, esta cuestión es de actualidad e incluso ya está formulada en la legislación. En Ecuador, el derecho a la naturaleza está consagrado en la Constitución. Nueva Zelanda ha dotado de personalidad jurídica a ciertos ríos que son sagrados para las comunidades indígenas.

El calentamiento global produce ya efectos irreversibles en la naturaleza, tal como lo señala un reciente informe de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático. Enlace externo Al mismo tiempo, el aumento de las temperaturas permite a algunas especies colonizar nuevos territorios. ¿Cómo se debe interpretar entonces la relación entre crisis climática y biodiversidad?

Todo cambio constituye un factor de estrés para un ecosistema y, por lo tanto, para las especies que lo habitan. El ecosistema debe transformarse o dar paso a otro tipo de ecosistema. Esto no significa un problema en sí mismo ya que ocurre permanentemente en el planeta. El problema radica en la velocidad y el alcance que tiene, como sucede con lo que resulta del calentamiento global.

En Suiza, el aumento de las temperaturas obliga a algunas especies a migrar hacia zonas más altas. Los bosques de hayas, por ejemplo, están ascendiendo y su lugar en la planicie será probablemente ocupado por los bosques de robles. Pero pasarán décadas antes de que eso ocurra.

El otro aspecto que hay que tener en cuenta al hablar de la crisis climática es la capacidad de los ecosistemas para estabilizar las condiciones en las que se encuentran. Por ejemplo, absorbiendo agua o moderando las temperaturas. Los ecosistemas y la naturaleza en general pueden ayudar a adaptarnos al cambio climático. También aportan a mitigar los efectos causados por el calentamiento global. Esta capacidad es importante. Es probable que las soluciones basadas en la naturaleza contribuyan en un 30% de la mitigación necesaria de ahora hasta el año 2030 para estabilizar el calentamiento global por debajo de los 2°C.

La UICN estima en 700 billones de dólares anuales el financiamiento necesario para enfrentar la desaparición de especies animales o vegetales. ¿Dónde se pueden encontrar esos recursos?

No se trata necesariamente del hecho de «recopilar esa cantidad de dinero», o al menos, no se trata solamente de eso. Tenemos que reflexionar sobre la manera en cómo utilizamos los recursos que tenemos. Se destinan unos 600 billones de dólares anuales en subvenciones a la industria de energías fósiles. Estas ayudas podrían invertirse en la biodiversidad. Hay que revisar también las subvenciones para el sector agrícola. No hablamos de eliminar los subsidios a la agricultura, pero de pedirle a esta actividad otras prestaciones que sean beneficiosas para la diversidad. 

Calculamos que, al final, habrá que movilizar unos 60 000 millones de dólares anuales. Los Estados deben ponerse de acuerdo sobre la distribución de las inversiones entre los sectores público y privado. El debate es similar al de los 100 000 millones de dólares anuales para el clima, con la diferencia de que en el caso de la biodiversidad falta un contribuyente importante –Estados Unidos– que no ha ratificado el Convenio sobre la Diversidad Biológica.

Entre los objetivos del Acuerdo Global sobre Biodiversidad -que se discutieron en la Conferencia sobre Diversidad Biológica COP15- figura el plan «30×30», es decir el compromiso de proteger al menos 30% de los ecosistemas marinos y terrestres a partir de ahora y hasta 2030. ¿Cuál es la situación actual?

Actualmente, las superficies protegidas en la tierra y en el mar representan, respetivamente, el 17% y el 8%. El objetivo de llegar a 30% es ambicioso. Recuerdo que en Suiza con mucho esfuerzo llegamos a 13,4%. Sin embargo, hemos sido lo suficientemente previsores como para proyectar un 17% en zonas de amortiguación. Así que ya teníamos un objetivo no declarado del 30%.

Para lograrlo, es esencial discutir en profundidad con el sector agrícola. No es posible alcanzar tales niveles de protección y gestión del suelo sin involucrar a las zonas agrícolas. Esta es una de las lecciones aprendidas de nuestra experiencia en Suiza, que será de utilidad para los debates sobre el plan «30×30» a nivel mundial.

¿Cuáles son los países más activos a nivel de la protección de especies marinas y terrestres?

Muchos hicieron progresos tangibles estos últimos años y aumentaron la cantidad y calidad de las zonas protegidas y conservadas. Belice, Bután, Seychelles y Zambia, por ejemplo, superaron el Objetivo de Aichi Enlace externo relativo a la parte de zonas marinas y terrestres protegidas [objetivo No 11, NDLR].

Dicho esto, para entender hasta qué punto las zonas protegidas y conservadas cumplen los objetivos de conservación, no basta solo mirar el porcentaje de la cobertura. También es necesario considerar si las zonas elegidas son las adecuadas para garantizar que se cubran todas las especies y tipos de ecosistemas. Así mismo se debe considerar si la aplicación de la protección es equitativa y justa en relación a las comunidades locales.

En este sentido, el standard de la lista verde de las zonas protegidas Enlace externo de la UICN constituye un elemento de referencia internacional eficaz y justo a nivel de conservación.

¿Le corresponde a los Estados industrializados responsabilizarse también de la defensa y promoción de la biodiversidad en los países en desarrollo?

No se trata solo de una cuestión moral. Es la realidad: los países desarrollados tiene una responsabilidad mucho mayor que los otros. Consumimos más per cápita. Por lo tanto, tenemos que contribuir más a resolver los problemas que causamos. En segundo lugar, nuestro impacto histórico sobre la biodiversidad, así como sobre el clima, es mucho mayor que el de los países en desarrollo. No sólo estamos contribuyendo a la pérdida de biodiversidad hoy, sino que lo hemos hecho en el pasado.

Agrego un tercer elemento. Para proteger adecuadamente la biodiversidad se solicita a los países con una gran biodiversidad que hagan más que otros. Pero no es justo ni razonable pedirles que financien todo, sólo porque cuentan con una alta biodiversidad. Es necesario que todos nos comprometamos, en primer lugar, los Estados que cuentan con más medios.

¿En tanto que país alpino ubicado en el centro del continente europeo, debe asumir Suiza una responsabilidad particular en la protección y promoción de la biodiversidad?

Un elemento todavía más importante: todos los grandes sistemas fluviales europeos tienen su origen en los Alpes suizos. El día en que desaparezcan los glaciares, nos confrontaremos al gran riesgo de ver que los ríos se secan en períodos más o menos extensos del verano con repercusiones posibles para la biodiversidad. Pero hay otro aspecto en el que Suiza también puede hacer mucho.

¿Cuál?

En lo económico. Suiza es uno de los centros de actividad financiera mundial. Puede jugar un papel importante apoyando el movimiento general que exige a las instituciones financieras que tengan suficientemente en cuenta en sus actividades la biodiversidad. De la misma forma como comienzan a hacerlo en lo que se refiere al clima.

Traducido del italiano por Sergio Ferrari