Nieve artificial de Pekín a los Pirineos: el cambio climático amenaza los Juegos Olímpicos de Invierno

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Las imágenes ha dado la vuelta al mundo. Los esquiadores en los Juegos Olímpicos de Invierno en Pekín compiten en unas estrechas lenguas de nieve artificial, mientras toda la montaña que las rodea es de color pardo y no se aprecia ni un centímetro blanco. Aunque el uso de máquinas de nieve es habitual en estas citas olímpicas, la capital china ha hecho historia al convertirse en la primera sede donde el 100 % de la innivación es artificial.

La imagen ya icónica de unos juegos de invierno sin nieve supone, para científicos y ecologistas, un punto de inflexión y una alerta de lo que podrá ocurrir en el futuro a medida que avance el cambio climático.»Todas las predicciones, hasta las más modestas, hablan de una reducción muy importante de la nieve donde actualmente se celebran muchos de los Juegos Olímpicos. Pero es que el cambio climático ya está aquí, y actualmente más del 80 % de las instalaciones donde se realizan competiciones ya están sufriendo menos días de nieve», explica a RTVE.es Fernando Valladares, investigador del CSIC y experto en la crisis climática.

«No es solamente que de forma general aumenten las temperaturas, lo que evitará acumulaciones y espesores relevantes de nieve, sino que se alterarán los patrones de precipitaciones que se daban históricamente, y eso ya lo estamos viendo», señala por su parte Javier Andaluz, portavoz de Ecologistas en Acción. Según Valladares, aunque siga habiendo nevadas puntuales, y a veces incluso extremas, en zonas más bajas, «habrá que ir cada vez montaña más arriba para encontrarse la nieve o para que la nieve se quede estable muchos meses.

El último informe del grupo de expertos de la ONU sobre cambio climático, el IPCC, advertía de que el calentamiento global provocará una pérdida de la cobertura de nieve a nivel global, y que esta será especialmente intensa en Europa, además de un acortamiento de los días de frío en invierno. Según Andaluz, incluso con un aumento por debajo de los dos grados de temperatura media global, «casi toda España estaría amenazada», especialmente el Sistema Central, el Ibérico y Sierra Nevada. «A los Pirineos llegará más tarde, pero ya se está empezando a notar», asegura.

Si las emisiones siguen aumentando al nivel de las dos últimas décadas, dos tercios de las antiguas sedes de las Olimpiadas de invierno no serían fiables para albergar nuevos juegos para final de siglo. Emblemáticas sedes como Chamonix, en los Alpes franceses, o Innsbruck, en Austria, verían alterada su distribución de nieve y las condiciones atmosféricas, por lo que no se podrían organizar allí unos juegos con seguridad, según un estudio reciente publicado en la revista científica Current Issues in Tourism.

 Pistas de esquí con nieve artificial en Yanqing (China), una de las sedes de los Juegos Olímpicos de Invierno de Pekín 2022
Pistas de esquí con nieve artificial en Yanqing (China), una de las sedes de los Juegos Olímpicos de Invierno de Pekín 2022 EFE/EPA/JEAN-CHRISTOPHE BOTT

De hecho, de las 21 sedes históricas, solo una, Sapporo, en Japón, podría repetir en 2080 si las emisiones siguen al nivel actual. En un escenario en el que se rebajaran las emisiones a lo acordado en París (que la temperatura no subiera más de dos grados a final de siglo), la situación sería mucho mejor y se considerarían fiables prácticamente las mismas localizaciones.

La polémica candidatura de Pirineos para los Juegos de 2030

Primero fue Pekín, y ahora Barcelona quiere ser la segunda ciudad en organizar unas Olimpiadas de Verano y otras de Invierno. La carrera de la candidatura de Pirineos 2030, sin embargo, aún no ha nacido -la candidatura no es oficial- y ya está llena de obstáculos. Parte con la oposición de organizaciones ecologistas y sin acuerdo entre sus promotores. El Govern está dividido y quiere llevar a cabo una consulta entre los vecinos de las comarcas pirenaicas, mientras que mantiene una tensa relación con el Gobierno aragonés, con quien discute cuál debe ser su papel organizador.

La candidatura de Pirineos «no tiene ningún sentido», asegura Valladares, ya que la altitud de las estaciones en Cataluña y Aragón ronda los 2.000 metros, una cota que, en España, no garantiza tener suficiente nieve para garantizar una práctica segura del esquí, advierte. En otras palabras, poner una estación de esquí en latitudes templadas a poco más de 2.000 metros es pan para hoy y hambre para mañana».

Los efectos del cambio climático, tanto la subida de las temperaturas que impedirá que se mantenga la nieve como la menor precipitación, van «de sur a norte», según Andaluz, por lo que en Europa, serán las montañas interiores de España e Italia las primeras en notarlo, más tarde lo harán los Pirineos y después los Alpes. Como lo define el profesor del CSIC y de la Universidad Rey Juan Carlos de Madrid, «cuanto más al sur, más altitud tendrías que tener».

Sierra Nevada, la estación más alta de España, con 3.300 metros de cota máxima, y la más meridional de Europa, «sufre grandes bandazos de innovación de un año a otro, puede que un año o algún momento del invierno tenga buena cantidad de nieve, pero de repente una semana entra mucho calor y se funde la nieve, por lo que es arriesgado hacer planes de futuro». Esto se debe, según Valladares, a que esta gran altitud no garantiza una regularidad de la nieve en una latitud tan baja.

En Pirineos, Cataluña ya asume que tendrá que renunciar a las cotas inferiores a los 2.000 metros, según admitía el año pasado en una entrevista con RTVE.es el responsable del organismo público que gestiona las pistas catalanas. La cordillera ha experimentado un aumento de las temperaturas un 30 % mayor que la media global en los últimos 50 años, el comienzo de la temporada de esquí se ha retrasado entre cinco y 55 días en cotas bajas y entre cinco y 30 en medias, según un estudio del Observatorio Pirenaico de Cambio Climático.

El mismo estudio alerta de que, con un aumento de dos grados de la temperatura media invernal, el número de estaciones que podrían operar sin cañones de nieve pasaría del 93 % actual al 44 %, mientras que con un aumento de cuatro, solo un 7 % podrían hacerlo. Además, los activistas denuncian el impacto que podría tener sobre el territorio un evento olímpico. «El Pirineo es un espacio de alto valor ecológico e introducir instalaciones para hacer los Juegos Olímpicos de Invierno suponen presiones adicionales a un territorio que ya recibe una fuerte carga turística», sostiene el portavoz de Ecologistas en Acción.

Menos sedes olímpicas y a mayor altura 

«Lo que Pirineos y España tendrían que hacer es inaugurar una hucha gigante e internacional para fundar una estación internacional de deportes de invierno, en lugar de verse el ombligo y de buscar la rentabilidad local», propone el científico del CSIC y director del grupo de Ecología y Cambio Global en el Museo Nacional de Ciencias Naturales.

Su propuesta pasa por olvidar el «espejismo» de que cada país tenga sus juegos de invierno y que se unieran esfuerzos a nivel internacional para presentar una selección de posibles sedes, que serían «dos o tres en lugar de las más de 20 que hay ahora», y tendrían que estar a una mayor altitud y latitud.

El problema, advierte, es que a cotas de 3.500 o 4.000 metros aparece el mal de altura para los deportistas, mientras que la construcción de instalaciones y los accesos se complican, al ser los terrenos más escarpados y las pendientes más pronunciadas. Por eso, hay que elegir «con mucho tino» en qué montañas se podría hacer, algo que debe formar parte de un «cambio de chip general»: «No podemos seguir haciendo lo que nos dé la gana. El cambio climático es una realidad que te restringe cosas y que te hace que te tengas que pensar otras».

Cañones de nieve: «Gastar agua en producir nieve es el mundo al revés»

Ante la ausencia de nieve constante, muchas estaciones recurren a la innivación artificial. La sede de los últimos juegos, Pieonchang, en Corea del Sur, usó un 90 % de nieve artificial, mientras que Sochi, en Rusia, recurrió a ella en un 80 % para garantizar los juegos de 2018.

En Pekín, donde toda la nieve es artificial, se han usado 350 cañones de nieve y 185 millones de litros de agua para fabricar la nieve que recorren los esquiadores, un despliegue de 90 millones de dólares, según datos del Gobierno chino. El balance se eleva mucho más si se suma a la cuenta el coste de desviar agua de la reserva Baihebao, que nutre a la sedienta capital china, al río Guishu, que corre cerca de la sede olímpica.

No sobra precisamente el agua en esta zona del norte de China, cercana al desierto del Gobi. En Pekín, los recursos de agua potable per cápita están al nivel de los Níger, según datos del Banco Mundial, por lo que para los ecologistas desviar la escasa agua necesaria para abastecer a sus 21 millones de habitantes a fabricar nieve es un derroche innecesario.

«La nieve artificial significa energía y agua, dos cosas que cada vez tenemos menos. Gastar agua en producir nieve es el mundo al revés», denuncia Valladares. China ha defendido la sostenibilidad de sus juegos y, a pesar de que se consumirán 2,8 millones de metros cúbicos de agua -el equivalente a llenar 1.000 piscinas olímpicas-, el bombeo de agua para crear la nieve solo consumirá 3.000 toneladas de CO2, según recoge la revista Nature.

Para garantizar que se pueda producir nieve artificial, es necesario un gran aporte de agua y energía, pero además las temperaturas tienen que estar por debajo de umbral determinado. En alturas alpinas, señala Andaluz, «sí que tienen las temperaturas, pero a lo mejor no la cantidad de agua», ya que esta proviene de las primeras escorrentías de los arroyos y no de grandes lagos o embalses.

Es cada vez más difícil, además, mantener las bajas temperaturas. En las olimpiadas de invierno entre 1920 y 1950 la temperatura media era de 0,4 °C, mientras que en las celebradas en el siglo XXI, incluidas las de Pekín, es de 6,3 °C, según los datos del estudio de Current Issues in Tourism, lo que complica el mantenimiento de la nieve en las pistas.

Pistas de esquí en «reservorios de naturaleza»: un precario equilibrio

Más allá del cambio climático, tanto ecologistas como expertos alertan del alto impacto ambiental de la construcción de estaciones de esquí en zonas de alta montaña, que son «un auténtico reservorio de naturaleza que tratamos con ligereza», según el investigador del CSIC. «Las montañas albergan muchos espacios protegidos, parques naturales, nacionales, especies endémicas, etc.»

«También son ecosistemas que tienen unas tasas de regeneración relativamente lentas precisamente por las bajas temperaturas. No es lo mismo que una zona llana y fértil. En la montaña, las heridas que generamos se quedan por décadas o por siglos y lo vemos las instalaciones de esquí que se han abandonado», añade.

España alberga uno de los ejemplos internacionales pioneros de restauración ecológica en la antigua estación de Valcotos, en Madrid. Abierta en 1969, la falta de nieve a partir de los años 80 y la presión de los ecologistas consiguieron que se cerrara en 1998. Desde entonces, un plan de regeneración ha conseguido eliminar las estructuras instaladas y replantar la zona con especies endémicas, aunque algunas heridas siguen visibles más de 20 años después.

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