Los combustibles fósiles matan: el cambio climático amenaza la salud global y dispara los fallecimientos por calor
La crisis climática, provocada por la «persistente adicción a los combustibles fósiles», pone en peligro la salud de las generaciones actuales y futuras. Así lo señala un informe de la revista The Lancet, que alerta que tanto gobiernos como empresas siguen aplicando estrategias que amenazan «cada vez más» la salud y supervivencia de las personas.
Ningún país está seguro, advierten los autores, que indican que las repercusiones sanitarias de las múltiples crisis -como la pandemia o la guerra en Ucrania– se ven agravadas por la constante dependencia de los combustibles fósiles y ejercen una presión adicional sobre los sistemas de salud, según este estudio publicado a las puertas de la cumbre del clima de Egipto, la COP27.
Las muertes relacionadas con el calor entre las personas vulnerables (aquellos mayores de 65) aumentaron un 68% entre 2017 y 2021 en comparación con el período 2000-2004, y la exposición humana a los días de alto riesgo de incendio aumentó un 61% en períodos similares. El cambio climático ha disparado además la expansión de las enfermedades infecciosas y ha acelerado eventos climáticos extremos, como incendios, sequías o inundaciones, que en estos dos últimos años han provocado una gran devastación en todos los continentes.
«La crisis climática nos está matando. Está dañando no sólo la salud de nuestro planeta, sino la de todos sus habitantes (…) a medida que la adicción a los combustibles fósiles se descontrola», ha señalado el secretario general de la ONU, António Guterres, que ha pedido que se invierta en energías renovables y en resiliencia climática.
Una amenaza a la supervivencia de las próximas generaciones
«El mundo está en un punto de inflexión. (…) Debemos cambiar. De lo contrario, nuestros hijos se enfrentarán a un cambio climático acelerado que pondrá en peligro su supervivencia», advierte Anthony Costello, profesor y copresidente del Lancet Countdown, un estudio anual realizado por 99 expertos de 51 instituciones, entre ellas la Organización Mundial de la Salud (OMS) y la Organización Meteorológica Mundial (OMM), bajo la supervisión del University College London.
Pero el cambio climático no solo amenaza a las generaciones futuras, sino que condiciona la vida de millones de personas a día de hoy, especialmente entre la población más vulnerable. Los niños menores de un año experimentaron, colectivamente, 600 millones de días más de olas de calor (4,4 días más por niño) y los mayores de 65 años, 3.100 millones de días más (3,2 días más por persona) entre 2012 y 2021, en comparación con el período 1986-2005.
El calentamiento global incrementa la transmisión de enfermedades infecciosas: el periodo propicio para la transmisión de la malaria ha crecido un 31,3% en algunas regiones de América y un 14% en África respecto al periodo 1950-1960, y el del dengue lo ha hecho en un 12% en el mismo periodo. Además, a medida que aumentan las temperaturas, Europa se convierte en una región propicia para la expansión de estas enfermedades o del virus del Nilo.
Eventos climáticos extremos en todos los continentes
Durante 2021 y 2022, los eventos climáticos extremos causaron devastación en todos los continentes, añadiendo más presión a los servicios de salud que lidian con las repercusiones de la pandemia. Las inundaciones en Australia, Brasil, China, Europa occidental, Malasia, Pakistán, Sudáfrica y Sudán del Sur provocaron miles de muertes, desplazaron a cientos de miles de personas y ocasionaron pérdidas económicas de miles de millones de dólares.
Mientras, los incendios forestales causaron devastación en Canadá, Estados Unidos, Grecia, Argelia, Italia, España y Turquía, y se registraron temperaturas récord en Australia, Canadá, India o Reino Unido.
El texto recuerda que la exposición al calor extremo afecta directamente a la salud: exacerba enfermedades subyacentes como las cardiovasculares y respiratorias, desenlaces negativos del embarazo o problemas de salud mental.
Amenaza a la seguridad alimentaria
El cambio climático está íntimamente relacionado con el hambre. El calor extremo provoca que, en 2020, 98 millones de personas más que en el periodo 1981-2010 hayan reportado una inseguridad alimentaria moderada o severa. El calentamiento global amenaza directamente a la productividad de los cultivos: el periodo de crecimiento del maíz se ha reducido en nueve días en 2020 respecto al periodo 1981-2010, mientras que el del trigo se ha reducido en seis días.
A esto se une el impacto de desastres medioambientales sobre la cadena de suministro global, los efectos de la pandemia y de la guerra en Ucrania en el sistema alimentario global. El impacto de todas las crisis combinadas puede resultar en que 13 millones más de personas sufran desnutrición en 2022.
En promedio, un 29 % más de la superficie terrestre mundial se vio afectada por una sequía extrema anualmente entre 2012-2021, en comparación con 1951-1960, provocando inseguridad hídrica y alimentaria.
Un golpe a la salud y a la economía de los países menos desarrollados
Aunque el impacto del cambio climático se siente ya en todo el mundo, no afecta a todos por igual. La exposición al calor provocó 470.000 millones de horas de trabajo perdidas en todo el mundo en 2021, con pérdidas potenciales de ingresos equivalentes al 0,72% de la producción económica mundial. En los países menos desarrollados, sin embargo, el golpe es del 5,6% de su PIB.
Al mismo tiempo, los fenómenos meteorológicos extremos causaron daños por valor de 253.000 millones de dólares en 2021. De nuevo, el impacto fue mayor en los países más vulnerables, donde casi ninguna de las pérdidas estaba asegurada.
A pesar de ello, 69 de los 86 gobiernos analizados subvencionan efectivamente los combustibles fósiles, por un total neto de 400.000 millones de dólares en 2019. Estas subvenciones superaron el 10% del gasto sanitario nacional en 31 de los países y el 100% en cinco. Al ritmo actual, la descarbonización total del sistema energético llevaría 150 años, muy lejos de las exigencias de mantener el calentamiento global en 1,5 grados, como se estableció en el Acuerdo de París.
«Destellos de esperanza» y posibles soluciones
A pesar de los preocupantes indicios, aún hay «destellos de esperanza». El informe reclama que la respuesta esté centrada en la salud. Por ejemplo, mejorar la calidad del aire ayudaría a evitar las muertes derivadas de la exposición a la contaminación atmosférica por las partículas derivadas de los combustibles fósiles, que solo en 2020 fueron 1,3 millones.
Acelerar la transición hacia dietas más equilibradas y predominantemente vegetales no solo reduciría el 55 % de las emisiones del sector agrícola procedentes de la producción de carne roja y leche, sino que también evitaría hasta 11,5 millones de muertes anuales relacionadas con los hábitos alimenticios y reduciría el riesgo de enfermedades zoonóticas.
En Europa, el aspecto positivo es que la energía generada por las renovables ha aumentado un 16% por año, y si se mantiene esta senada, el sistema energético del continente podría estar completamente descarbonizado en diez años.