La luciérnaga Gardel, luciérnaga uruguaya, invade Europa y despierta preocupación

08-03-2024
Medioambiente
La Diaria, Uruguay
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Pocos animales abren una puerta tan directa a la nostalgia y la niñez como las luciérnagas. La sensación mágica de verlas encenderse en forma intermitente en campos oscuros, como hadas diminutas o “como chispas vivas que se apagan y encienden”, tal cual escribió el autor Serafín J García, no disminuye, aunque pasen muchos veranos de nuestras vidas.

En Uruguay solemos referirnos a todos los insectos bioluminiscentes como bichitos de luz, aunque en la misma bolsa entren animales que no tienen un parentesco cercano con las luciérnagas ni iluminan de la misma forma. Un ejemplo clásico es el de los escarabajos del género Pyrophorus, fáciles de reconocer por dos puntitos de luz verde que sin embargo no son intermitentes, aunque nos resulten igual de fascinantes.

Lo que sí parece estar disminuyendo es la cantidad de luciérnagas en el mundo y, por lo tanto, la magia que podrán dispensar a niños, niñas y adultos en los veranos por venir. En muchos sitios, como Uruguay, la reducción de los bichitos de luz es más una sensación basada en observaciones que una certeza, ya que no se han realizados trabajos al respecto.

En otras regiones las evidencias sí comienzan a ser preocupantes, aunque falta investigación para buena parte de las cerca de 2.200 especies de luciérnagas registradas en el mundo. Varios estudios muestran su declive en países de Asia, Europa y en Norteamérica, donde una evaluación realizada en 2021 reveló que hay 18 especies en peligro de extinción.

¿Qué está haciendo que las luciérnagas estén apagándose literal y figuradamente en tantas partes del mundo? Un trabajo publicado en BioScience en 2020, que recopiló las investigaciones hechas hasta el momento y consultó a 350 integrantes de la Fireflyers International Network, una organización que reúne a especialistas dedicados al estudio de estos animales, da algunas pistas.

Según sus resultados, las tres amenazas más serias a nivel global son la pérdida de hábitat, la luz artificial y el uso de pesticidas, aunque en algunas regiones del planeta hay otros factores importantes a considerar, como la contaminación del agua y el turismo (hablamos del turismo específico de luciérnagas, que en algunos lugares puede afectar los ciclos vitales de las especies e incluso provoca alteraciones a su hábitat).

En Sudamérica, la contaminación lumínica fue considerada la amenaza más preocupante para las luciérnagas, ya que los destellos luminosos que emiten estos animales no tienen como objetivo deslumbrar a los seres humanos nostálgicos, sino principalmente comunicarse con el sexo opuesto, una tarea que la luz artificial dificulta.

Machos y hembras encienden sus luces para encontrarse, enviar señales y responderse. Varias luciérnagas tienen patrones propios de iluminación que les ayudan a identificar a miembros de su especie e incluso a distinguir individuos del sexo opuesto, como han mostrado estudios experimentales. Las hembras de unas pocas especies son capaces también de imitar el patrón lumínico de otras especies para atraerlas y comérselas, el equivalente de una cita muy romántica con un caníbal. Y otras son capaces de sincronizar sus destellos en un magnífico juego de luces que atrae también a otras especies, principalmente a humanos turistas.

El problema principal es que el exceso de luz artificial hace que estas señales sean más difíciles de ver. Para entenderlo en términos humanos, su efecto es el mismo que encender diez tubos de luz potentísimos en una cita ambientada con velas: acaba con la magia, complica la comunicación y reduce las posibilidades de que haya un encuentro amoroso al final de la velada.

Este efecto ha sido probado en estudios de laboratorio (el de las luciérnagas, no el de los humanos, del que no tenemos pruebas, pero tampoco dudas). Distintas investigaciones mostraron que la luz artificial, incluso cuando es tenue, reduce los parpadeos de cortejo de varias de las especies analizadas.

En su cuento “Las luciérnagas”, Serafín J García también escribe atinadamente que su luz es fría gracias a una “sustancia fosforescente”, y tranquiliza así a una niña que tiene temor a quemarse al tocar una de esas “estrellas vivas”. La sustancia a la que alude es la luciferina, que participa de una reacción química interna que permite a estos animales generar luz prácticamente sin producir calor: la auténtica luz led de la naturaleza.

Como vemos, el sentimiento de pérdida ante la aparente desaparición de las luciérnagas es común en varias partes del mundo y no obedece solamente a una distorsión provocada por la nostalgia infantil. Esa sensación fue la que motivó al ingeniero agrónomo español José Guzmán a crear en 2009, junto al músico y entomólogo Raphaël De Cock, la plataforma de ciencia ciudadana Gusanosdeluz.

Su proyecto ¿Has visto una luciérnaga? buscaba entender qué está ocurriendo con estas especies en parte de Europa, pero terminó averiguando bastante más, como queda demostrado en dos artículos científicos publicados, uno de ellos recientemente, con la colaboración de investigadores de instituciones de España, Francia, Bélgica, Italia y Argentina.

Nadie encendía las luciérnagas

Su proyecto fue un éxito y contó con cientos de colaboraciones por parte de entusiastas europeos. Tanto que en 2016 detectaron en localidades de Girona 44 ejemplares de una especie de luciérnaga que parecía nueva para la ciencia.

Dos años después, dos especialistas la describieron efectivamente como una especie nueva, a la que llamaron Photinus immigrans. El epíteto ya da cuenta de que los investigadores sospechaban que el hallazgo era particular y no provenía de Europa. Photinus es un género de luciérnagas que agrupa unas 300 especies que hasta ahora sólo se encontraban presentes en suelo americano, por lo que se hallaban evidentemente ante una anomalía.

En su artículo, los autores aclaraban que, si bien esta nueva especie era conocida hasta ese momento solamente en la península ibérica, se trataba probablemente de una especie introducida, quizá originada en Norteamérica.

Cuando el proyecto creado por De Cock y Guzmán se asoció con una plataforma francesa y otra catalana, ambas dedicadas también a las luciérnagas, comenzaron a notar un patrón extraño. La nueva especie, indetectada antes de 2016, avanzaba con rapidez por terreno europeo. Para su sorpresa, en 2020 ya había sido registrada en los Pirineos franceses. Al mismo tiempo, otras observaciones mostraron que aparecía también cerca de Portugal, a unos 750 kilómetros de los primeros avistamientos, aunque en el artículo dejan claro que es necesario estudiar si el origen de esa población es el mismo que el de la de Girona y los Pirineos.

Mientras estudiaban esta expansión tan notable, otros hallazgos provenientes de herramientas de ciencia ciudadana le dieron un giro a la historia. Tras observar registros publicados en iNaturalist y EcoRegistros tanto en Argentina como en Uruguay, notaron que una luciérnaga de esta región era aparentemente idéntica a Photinus inmigrans, “aunque en ninguno de los registros se la identificaba a nivel de especie”, aclaran Gómez, De Cock y otros ocho colegas en un artículo publicado en Insects.

La misión, entonces, era identificar esa luciérnaga que aparecía fotografiada en el Río de la Plata y comprobar si la que estaba conquistando Europa era esa misma, en vez de una especie nueva como creían hasta entonces. Buscando las descripciones de las especies registradas en Uruguay y Argentina, dieron con una que parecía igual a la detectada en Europa. Estaba muy lejos de ser nueva: fue denominada originalmente como Lampyris signaticollis hace casi 180 años, luego renombrada como Photinus signaticollis.Apoyá nuestro periodismo.
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El hallazgo abrió la puerta a varios misterios, algunos de ellos respondidos y otros aún por resolver. Para empezar a desenredar el asunto, obtuvieron ejemplares capturados en Argentina y en España, e hicieron un análisis morfológico minucioso que les permitió corroborar que se trataba de la misma especie (los análisis genéticos aún están en marcha). La luciérnaga que avanzaba por Europa no era originaria de esa región, como ya suponían, pero tampoco provenía de Norteamérica: venía del Río de la Plata.

Luego se propusieron confirmar que la especie fuera efectivamente Photinus signaticollis, tal cual sospechaban. En este punto de la historia vale aclarar que algunos artículos españoles se refieren a ella con el nombre común de “luciérnaga argentina”, pero lo que sabemos de esta especie hace más ajustado que la llamemos “luciérnaga uruguaya”, tal cual se verá a continuación.

Compatriotas brillando en el exterior

Para dilucidar su identidad sin margen de dudas, los investigadores intentaron comparar los especímenes actuales con el ejemplar que permitió la descripción de la especie Photinus signaticollis en 1846, una tarea que les requirió contactarse con el Museo Nacional de Historia Natural de París. El encargado de registrar esta especie hace 180 años fue el entomólogo francés Emile Blanchard, pero no fue él quien recogió esta luciérnaga en cuestión. Para descubrirlo debemos retroceder casi 200 años y viajar a la Banda Oriental en compañía de un aventurero predarwiniano.

El ejemplar tipo fue recolectado por el naturalista francés Alcide d’Orbigny, que exploró la Banda Oriental en 1826, unos años antes que Charles Darwin. Según cuenta Blanchard en el artículo de 1846 en el que describió la especie, d’Orbigny encontró la luciérnaga en Maldonado, en la base de unas dunas cerca de la orilla del mar. Blanchard la bautizó como “luciérnaga de corsé marcado” debido la coloración del protórax, o quizá porque era imaginativo y pasaba mucho tiempo solo.

Lamentablemente, el Departamento de Entomología del museo parisino no pudo encontrar el ejemplar tipo de esta luciérnaga y cree que probablemente está perdido. La institución parece tener algunas dificultades con el material valiosísimo que d’Orbigny encontró en nuestro país, porque lo mismo le ocurrió unos años atrás cuando quiso buscar el espécimen tipo de delfín franciscana.

Aun así, la descripción de Blanchard es tan precisa y coincide en forma tan convincente con los ejemplares encontrados en España y Francia que los autores del artículo no dudan de que Photinus inmigrans y Photinus signaticollis son la misma cosa.

De acuerdo con el artículo, se trata de una luciérnaga que prefiere los hábitats abiertos y que puede encontrarse en pastizales, cultivos, jardines bien cuidados, parques y regiones costeras. Según las observaciones hechas en Europa, aparecen unos 30 minutos después del atardecer y comienzan un intercambio de destellos luminosos característico del género Photinus (los machos envían sus señales y las hembras responden con una demora de entre medio segundo y un segundo).

Sabemos muy poco sobre su abundancia y comportamiento en el Río de la Plata, aunque según expertos argentinos consultados por los autores es probablemente la especie del género Photinus más común en la provincia de Buenos Aires. A diferencia de las luciérnagas europeas, tienen temporadas de vuelo bastante extensas y las hembras cuentan con alas bien desarrolladas que les permiten dispersarse fácilmente.

Esa es justamente una de las preocupaciones de los científicos. No están seguros exactamente desde hace cuánto la luciérnaga uruguaya está presente en territorio europeo o cuál fue la localidad en la que se introdujo, pero se expande rápidamente y es muy exitosa a la hora de colonizar nuevos sitios. Sus observaciones iniciales sugieren que avanza unos diez kilómetros por año y que en menos de cuatro décadas podría cubrir los ambientes propicios de casi toda Francia y España, y eso si no contamos la “ayudita” que puede darles la mano humana.

En un mundo que ve con tristeza la desaparición progresiva de los bichitos de luz, ¿cómo llegó a Europa esta especie rioplatense y por qué prospera de tal modo? El equipo de científicos está realizando nuevos estudios, pero por ahora su hipótesis es que arribó en forma pasiva en estado larval, escondida en la tierra de plantas sudamericanas importadas.

Con respecto a su éxito europeo, la temperatura estacional del clima mediterráneo parece haberles sentado bien. La capacidad de dispersión de las hembras, la extensa temporada de vuelo de la especie y la aparente falta de depredadores/parasitoides nativos es un combo ideal para que este animal brille en el Viejo Mundo.

En vistas del hermoso espectáculo veraniego que brindan las luciérnagas, cada vez menos frecuente en tantas partes del mundo, cualquiera se sentiría inclinado a dejar que este migrante uruguayo disfrute su momento de gloria en Europa y se siga expandiendo. Los investigadores, casi con tristeza, admiten que brindan un “espectáculo magnífico que rara vez se ve en Europa” pero no se deslumbran por él: explican que el “probable riesgo” que representan para la fauna nativa de ese continente amerita que sean removidas del ambiente y que se eviten futuras introducciones (accidentales o deliberadas).

Para peor, las últimas investigaciones muestran que no sólo se trata de una especie exótica y de rápida expansión, sino también probablemente invasora.

Hay una luz que nunca se apaga

La introducción de una especie exótica puede tener efectos impredecibles y producir desequilibrios en los ecosistemas, tal cual aclaran los investigadores en un segundo trabajo publicado a fines de 2023, pero en el caso de Photinus signaticollis hay un temor bien concreto: en su estado larval se alimenta de lombrices de tierra, que son fundamentales para la salud del suelo español, actualmente en jaque por la sequía. “Una alta densidad de esta especie podría afectar negativamente este grupo clave en los procesos del suelo y la agricultura”, advierten.

Eso también las diferencia de la mayoría de sus parientas europeas, cuyas larvas se alimentan de caracoles y babosas. La llegada de un nuevo depredador de lombrices podría tener “consecuencias inesperadas” para ese grupo de animales, aclaran.

En su nueva investigación, usaron variables climáticas para generar modelos de distribución potencial de la especie en Europa y encontraron zonas de alta idoneidad en el continente donde esta luciérnaga podría establecerse. “Todos los resultados indican que podría extender su distribución en Europa y colonizar nuevas áreas”, indican.

Por ejemplo, tiene condiciones favorables en varias provincias francesas, en Sicilia y la costa de la Toscana en Italia, en Bélgica e incluso en regiones en el interior de Inglaterra. “Estas áreas deberían ser particularmente monitoreadas para controlar la posible aparición de esta luciérnaga exótica debido a su alta idoneidad y probabilidad de establecimiento en ellas”, aclaran.

Los autores del artículo señalan que el próximo paso lógico es estudiar el potencial impacto de la luciérnaga uruguaya en especies nativas europeas y concluyen, en un tono menos ambiguo que sus investigaciones anteriores, que Photinus signaticollis “debería ser considerada una especie invasora desatendida”. “Ya estamos muy al tanto de su alto potencial de dispersión y sus impactos posiblemente negativos para las comunidades de lombrices”, advierten.

Puede parecer contradictorio que, en medio de los lamentos por el declive mundial de las luciérnagas, también se escuchen voces que piden el control o extirpación de una especie justamente a causa de su éxito, pero en la conservación dos más dos no siempre es cuatro. Nuevos estudios quizá arrojen más información sobre esta inesperada historia de éxito en suelo extranjero.

También es aparentemente paradójico que esta especie sea estudiada en Europa mientras es prácticamente desconocida en su ambiente originario, pero esto puede verse como una oportunidad para los investigadores uruguayos y argentinos. Entender qué está pasando con Photinus signaticollis en nuestras tierras, contrastar su situación con la que vive en Europa y comparar sus características con las de otras especies de luciérnagas quizá ayude a desenredar el misterio de la magia menguante de los bichitos de luz en el mundo y colabore en que sus luces sigan encendidas por más tiempo.