El secreto a voces de los asesinatos en la Amazonía: «Estamos abandonados aquí»

28-06-2022
Medioambiente
El Confidencial
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“Los asesinatos del indigenista y del periodista extranjero no son una excepción en la Amazonía. Es nuestro pan de cada día. Estamos amenazados, amedrentados, precarizados, cada vez con menos medios. Y, por más inri, nuestros jefes nos boicotean desde dentro”. Es el grito de socorro de un funcionario de la Fundación Nacional del Indio (Funai), el órgano del Gobierno brasileño que establece y desarrolla las políticas de protección a los pueblos indígenas.

Este trabajador, que prefiere no revelar su nombre para evitar represalias internas, sirvió en la sede del Valle del Javarí, en el corazón de la Amazonía brasileña, el mismo lugar donde el corresponsal británico Dom Phillips y el indigenista Bruno Pereira fueron asesinados a tiros con una escopeta de caza, descuartizados, quemados y enterrados. Se trata de la segunda reserva indígena más grande de Brasil, con un tamaño equivalente al de Portugal y habitada por cerca de 14.000 nativos. Es también la región donde se concentran más pueblos originarios aislados, es decir, que nunca han mantenido contacto con el hombre blanco.

“La presión allí es brutal. Para que te hagas una idea, ninguno de nosotros puede vivir en Atalaia do Norte, la ciudad más cercana a la base de vigilancia de la Funai, cerca del río Ituí. Nos tenemos que quedar en otra ciudad llamada Tabatinga. Para hacer el cambio de turno en la base, tenemos que ir en barco escoltados por la Policía o un equipo armado de la Vigilancia Indígena. Estamos en la mira de narcotraficantes, buscadores de oro, madereros y pescadores furtivos por el trabajo de fiscalización que llevamos a cabo en las reservas indígenas”, añade este empleado. “La Funai está sola, estamos solos, abandonados aquí”, remata otro funcionario.

Brasil es el cuarto país del mundo en el que más activistas ambientales son asesinados, según datos de la ONG internacional Global Witness, que desde 2012 contabiliza este tipo de asesinatos a nivel mundial. En Brasil ya son 317 muertes violentas en una década. El brutal homicidio Dom Phillips y Bruno Pereira ha mantenido en vilo al país tropical y a la comunidad internacional durante los 10 largos días que han durado las angustiosas búsquedas. Finalmente, sus restos mortales fueron encontrados en un igapó, un área de bosque inundada por las lluvias. El hallazgo fue posible solo después de la confesión del pescador furtivo Amarildo da Costa Oliveira, el primer detenido por la Policía Federal. De momento, la investigación sigue en pie para apurar la dinámica y el móvil de los asesinatos. La principal pista es la lucha de Bruno Pereira contra la pesca predatoria del pirarucu y de otras especies protegidas.

El pulmón del planeta no deja de arder (Reuters/Ueslei Marcelino)

El mayor indigenista de su generación

Pereira trabajaba para la Funai desde hace una década y conocía la región como la palma de su mano. Había participado en al menos 10 expediciones para localizar a pueblos amazónicos aislados. En tres ocasiones consiguió hacer contacto, una tarea extremadamente delicada que requiere de sensibilidad extrema y de un conocimiento extenso del territorio. “Bruno era una especie de escudo para los pueblos indígenas, porque luchaba contra los invasores de nuestras tierras. Él ya predijo que esto podría pasar. Dio su vida para que la protección de nuestro territorio pudiera continuar. Su muerte es un símbolo para que continuemos nuestra lucha”, señala el líder indígena Manoel Chorimpa.

Considerado el mayor indigenista de su generación, Pereira hablaba cuatro lenguas indígenas y durante cinco años fue responsable de la Coordinación Regional del Valle del Javari en la Funai. En 2019 solicitó una licencia no remunerada. Se marchó en el mismo año en que otro colaborador de esta entidad, Maxciel Pereira dos Santos, fue asesinado a tiros en plena calle en la ciudad de Tabatinga. Los familiares de Maxciel relataron en su momento que le dispararon para castigarle por el trabajo de fiscalización que desarrollaba en el Valle del Javari, ubicado cerca de la tríplice frontera con Perú y Colombia.

En aquel mismo año, Bruno Pereira coordinó una operación que consiguió expulsar a centenas de ‘garimpeiros’, los agresivos buscadores de oro, de la tierra indígena yanomami, en el estado de Roraima. La operación Korubo, como se le denominó, fue la más importante en el combate a la extracción ilegal de minerales y culminó con la destrucción de unas 60 balsas utilizadas por los mineros para extraer el oro en los ríos, sin escatimar en el uso dañino del mercurio.

El indigenista recibía constantes amenazas de muerte, como muchos otros empleados de la Funai, al mismo tiempo que sufría el boicot del órgano estatal que debería velar por la seguridad de los indígenas. En un audio divulgado después de su desaparición, Pereira contaba que estaba preparando una reunión en la aldea de São Rafael, que visitó junto al periodista el día de su desaparición. El objetivo era frenar el avance de la pesca ilegal en territorios indígenas. “Van a perder el control del pirarucu, que demoraron 10 años en conseguir”, dijo Bruno en el audio. También destacó que los pescadores furtivos habían disparado contra el equipo de fiscalización.

Vista aérea de la deforestación de la Amazonia. (Reuters/Amanda Perobelli)

Desde su salida de la Funai, colaboraba con la Unión de los Pueblos Indígenas del Valle del Javari (Univaja), un órgano que ha conseguido aunar a diferentes etnias antiguamente enfrentadas por conflictos atávicos. Fueron precisamente los miembros de Univaja quienes alertaron acerca la desaparición de Bruno y Dom. Muchos indígenas afiliados han colaborado activamente en las búsquedas de los cuerpos, razón por la que los familiares del corresponsal británico han expresado públicamente su gratitud.

“Los asesinos de Bruno no imaginaban la repercusión internacional que tendrían sus actos. Nadie podía sospechar que Dom Phillips fuese tan famoso. Parecía una persona muy sencilla y humilde. Estoy seguro de que los asesinos contaban con la misma impunidad que siguió a la muerte de Maxciel Pereira dos Santos. El caso de Bruno y Dom solo está siendo investigado porque hay un corresponsal extranjero de por medio”, asegura un exconcejal de Atalaia do Norte que prefiere no ser identificado.

Dom Philipps vivía en Brasil desde 2007 y estaba enamorado del país y de la Amazonía. Colaborador del periódico ‘The Guardian’, también solía publicar en otros medios de habla inglesa como ‘The New York Times’, ‘The Washington Post’ y el ‘Financial Times’. Tras vivir en São Paulo y en Río de Janeiro, en 2021 se mudó a Salvador de Bahía tras recibir una beca de la Fundación Alicia Patterson para estudiar modelos de preservación de la Amazonía.

A sus 57 años, estaba trabajando en un libro que llevaba el título emblemático de ‘Cómo salvar la Amazonía’. Este proyecto le llevó a conversar con todos los actores locales, incluso los buscadores de oro y los traficantes de madera, como recuerda su viuda Alessandra Sampaio en la BBC. “Él acompañó la actividad de un ‘garimpo’ [mina ilegal de oro] para un reportaje. Me contaba: ‘La gente ve al garimpeiro como un delincuente, pero yo he me encontrado a hombres desesperados por alimentar a sus familias. El problema no es exactamente quién está destruyendo la Amazonía, sino quién está favoreciendo todas las estructuras para que la destrucción se lleve a cabo’. Dom estaba convencido de que no sirve de nada acabar con los ‘garimpos’ sin ofrecerles alternativas laborales”, relata Alessandra.