El sargazo: la macroalga desatada que amenaza al Caribe mexicano
A principios de junio un satélite de la NASA captó la imagen de una mancha parduzca desplazándose hacia la costa de Quintana Roo, el estado mexicano que por sus playas blancas y aguas cristalinas concentra el mayor flujo turístico del país.
Unos pocos días después, un informe reportaba que el litoral caribeño había sido ya alcanzado por una marea de 24,2 millones de toneladas de sargazo, una macroalga tóxica responsable de causar la muerte masiva de muchas especies marinas.
“Además de afectar negativamente a los ecosistemas costeros, el turismo y la economía, también es un peligro para la salud humana”, apunta Chuanmin Hu, oceanógrafo y parte del equipo de la Universidad del Sur de Florida responsable de monitorizar el crecimiento de estas afloraciones marinas y de procesar los datos satelitales para generar mapas diarios.
El reporte del equipo científico señalaba que el cúmulo de la fronda marina había alcanzado un máximo histórico. “Aunque varía según el año, la tendencia es que la presencia del sargazo está aumentando, sobre todo en la zona del Mar Caribe, el Golfo de México y Océano Atlántico tropical. ¡Jamás hubo tanto!”, destaca Rosa Rodríguez Martínez, bióloga marina del Instituto de Ciencias del Mar y Limnología de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).
“Podemos decir que, por ejemplo, de 2018 a 2022 tuvieron más que los 5 años anteriores, 2013 a 2017, que reportaron a su vez más cantidad que del 2008 al 2012”, apunta Hu, quien empezó a estudiar el fenómeno en el Golfo de México en 2006.
Los estragos que está causando este fenómeno en la costa caribeña de México, con graves afectaciones ambientales e impacto directo en las actividades turísticas de la región, se deben al crecimiento descontrolado de las especies Sargassum fluitans y S. natans.
“La mayoría de las macroalgas viven adheridas al fondo del mar, pero estas dos especies son pelágicas. Las vesículas de gas que poseen para hacer la fotosíntesis les permiten pasar la vida flotando”, explica Rodríguez. “Y tienen un papel importante en el equilibrio ecológico de nuestros océanos”, recalca la bióloga, experta en la ecología de arrecifes coralinos.
Mar de los Sargazos: un ecosistema esencial para la vida
En la altamar del océano Atlántico septentrional se extiende el Mar de los Sargazos, un hábitat flotante que sirve como plataforma de alimentación y refugio de más de 60 especies, algunas de ellas endémicas, como el cangrejo Planes minutus, el camarón Latreutes fucorum, el pez Syngnathus pelagicus o la anémona Anemonia sargassensis.
Atravesado por un sistema de corrientes en el que las aguas superficiales cálidas giran lento sobre las aguas profundas mucho más frías en el sentido de las agujas del reloj, este ecosistema posee un papel fundamental en la biología de los organismos, como el de la anguila americana y la europea, especies que desovan en el enredo de las macroalgas.
Una vez las larvas emergen del sargazo viajan a sus lugares de origen y años después regresan para poner sus propias huevas. El Mar de los Sargazos es, además, el escondite ante depredadores de fauna en peligro de extinción, como la tortuga caguama, y paso de la ruta de migración de grandes mamíferos como la ballena jorobada.
“El sargazo es necesario para los ecosistemas, el problema es que debido a un crecimiento excesivo arriban a lugares donde normalmente no existían, como a las costas caribeñas”, señala Rodríguez. Las mareas del cardo marino que llevan años afectando al litoral tropical mexicano no provienen del mar anterior, sino del Gran Cinturón de Sargazo del Atlántico ecuatorial (GASB).
Este nuevo reservorio de las macroalgas es “mucho más extenso que el primero”, aclara Hu responsable de un estudio que en 2019 advertía sobre cómo un cambio en el régimen de las corrientes estaba aumentando la posibilidad de que las floraciones recurrentes en el Atlántico tropical y el Mar Caribe se convirtieran en la nueva norma.
Un trabajo en el que Hu y su equipo basaron el suyo, publicado en 2011, había señalado que esta floración de algas de 8.850 km, que recorre la franja intercontinental desde las islas Canarias, la costa occidental africana, hasta el Caribe y el Golfo de México, ya se ha convertido en la más importante del planeta.
Aunque los orígenes de este problema ambiental todavía están envueltos en muchas incógnitas, las hipótesis más firmes señalan que la extensión y crecimiento de este manto de Sargassum tendrían su causa en los cambios en las corrientes oceánicas por el derretimiento de los polos y glaciares, en conjunto con el aporte de nutrientes y materia orgánica provenientes de las desembocaduras de los ríos Amazonas y Orinoco, en América del Sur. Factores que habrían favorecido la veloz y caótica reproducción de estos organismos que pueden llegar duplicar su masa en menos de 18 días.
“Hay nuevas poblaciones de semillas en el Atlántico tropical, donde se cumplen todas las condiciones necesarias para el crecimiento de las plantas: luz ambiental, aguas cálidas y múltiples fuentes de nutrientes del sargazo que llega a las costas de Quintana Roo”, destaca el oceanógrafo de la Universidad del Sur de Florida.
Consecuencias fatales de la descomposición de las macroalgas
Cuando los mantos de Sargassum llegan de forma masiva a las costas interfieren en la transmisión hacia el fondo de luminosidad en la columna de agua, “impidiendo que se filtre la luz al ecosistema, tan necesaria para los arrecifes y la biodiversidad”, explica Rodríguez.
La transformación del idílico paisaje caribeño de aguas cristalinas y arena blanca a playas colonizadas por la maraña vegetal oscura, así como el olor a cloaca que ya se ha vuelto común en tantos destinos del litoral caribeño, se debe a la descomposición orgánica de la muerte del sargazo.
Un proceso que, como explica Rodríguez, “consume grandes cantidades de oxígeno, causando anoxia y emitiendo gases tóxicos como ácido sulfhídrico y metano, muy peligrosos para salud humana y que causan mortalidad masiva de organismos tan sensibles como los corales, esponjas, y muchas otras especies protegidas, como las tortugas marinas”, cuya anidación y eclosión de huevos se ve directamente afectadas.
“Otro problema es la mala disposición que se hace del sargazo, que acaba siendo un contaminante, ya que trae mucho arsénico, pero también cadmio, plomo y otros metales pesados, así como bacterias peligrosas, como vibrio. Y se tira donde sea”, expone la bióloga, quien lleva desde 2015 estudiando su impacto ambiental. “El sargazo es un ejemplo de lo que el cambio climático puede hacer al planeta”, afirma.
México no es el único país afectado. Otros países caribeños como Belice, Honduras, Jamaica, Cuba y Barbados han reportado oleadas masivas de sargazo. El primer registro de la extensión de la mancha marrón constituida por las especies Sargassum fluitans y S. natans en aguas del Caribe fue en 2011, cuando, tras ser señalado por pescadores locales y los periódicos, Hu inició a rastrear la expansión de las macroalgas. El primer informe científico sobre el efecto del vegetal marino en el litoral trópico se publicaría tres años después.
Estrategias y recursos escasos
En 2018, con el objetivo de mitigar este problema ambiental, el gobierno de Quintana Roo recibió 62 millones de pesos (unos 3 millones de euros) del Fideicomiso Fondo de Desastres Naturales (Fonden) para limpiar las playas. Y el gobierno estatal invirtió otros 20 millones. Una estrategia “nada eficiente” para Rodríguez.
Como expone la científica, “los recursos invertidos tan solo alcanzan para proteger 10 kilómetros de playa, y el litoral de Quintana Roo tiene una extensión de más de 800. Realmente se está protegiendo solo al 1 % de la costa”, apunta. Por otro lado, “nada más se atiende las zonas turísticas, dejando fuera la protección de ecosistemas muy importantes, como los arrecifes, manglares y selvas”, denuncia la experta.
Mitigar los impactos de los eventos de varamiento de Sargassum principalmente mediante la eliminación física en el mar o en las playas no parece una buena estrategia a largo plazo.
“Al limpiar las playas se promueve la erosión de la arena, con un consecuente gran impacto ambiental y también económico”, advierte Rodriguez. Restaurar playas resulta una actividad muy costosa. “Y hay lugares, como Playa del Carmen, donde ya no queda arena suficiente y el mar choca directamente contra los muros de contención de los hoteles y casas, devaluando tremendamente el valor de las propiedades”, explica la bióloga.
Los hoteleros, unas de las principales víctimas económicas de este fenómeno, también destinan fondos para limpieza y mantenimiento. “Pero hacen una disposición del sargazo inadecuada, poniendo en riesgo la contaminación de los acuíferos de agua dulce del territorio, como los cenotes”, sentencia Rodríguez.
Diferentes iniciativas del sector privado están promoviendo el uso de sargazo como materia prima, proponiendo su aprovechamiento para el uso industrial en la construcción en forma de bloques, como biocombustible o como fuente de alginato de sodio, un polisacárido que contienen estas algas y que actúa como espesante.
El sargazo resulta, además, activador del crecimiento de plantas: es buen estimulante de la germinación y corrige la acidez y la carencia de minerales. Entre otros usos, podría servir para la elaboración de alimentos y fármacos o como composta para abono en el cultivo de hortalizas.
“Hay dos empresas que lo usan ya como bioestimulante. Pero, como advierte un estudio, si no se remueve correctamente el arsénico, el metal pesado puede pasar a los vegetales. Por lo que solo se recomendaría como fertilizante para plantas ornamentales, no de consumo”, explica la bióloga.
Y señala otro problema por resolver: “En México todavía no existe una norma ni permisos para comercializarlo. No está en la Carta Nacional Pesquera del Gobierno, y si hubiera industrias que lo quisieran exportar o comercializar no podrían”, lamenta.
De acuerdo con la investigadora de la UNAM, las estrategias hasta ahora propuestas resultan insuficientes para la magnitud del problema que presenta el sargazo. “No hay soluciones eficientes a corto y largo plazo. Los recursos son muy limitados y la tendencia del crecimiento de esta alga es cada vez mayor”, asegura.
Para acabar con la extensión desbocada de estas macroalgas y su impacto habría que mitigar el problema de raíz: el cambio climático y la contaminación. “Pero las naciones no están apoyando, no se cumplen los compromisos del Acuerdo de París y el panorama para quienes lo vemos a diario es tremendamente desalentador”, lamenta la bióloga.