El Mediterráneo, uno de los puntos críticos del calentamiento global: «Cada vez se parece más al Caribe»
El mar Mediterráneo está más caliente de lo normal. La pasada semana, algunos puntos de la zona occidental pasaron la barrera de los 30 grados. Y, en los últimos días, sus aguas han sufrido termómetros de hasta cinco grados más que en años anteriores. Una temperatura inusual para la época que, según el Doctor en Física de la Agencia Estatal de Meteorología (Aemet) Juan Jesús González, cumpliría incluso los criterios de “una ola de calor marina”. Es decir, una situación de valores anormalmente altos que, de extenderse, ataca la biodiversidad y podría también ayudar a desencadenar fenómenos meteorológicos extremos.
“El Mediterráneo cada vez se parece más al Caribe”, compara el experto, que ya alertó en 2019 del aumento del riesgo de huracanes en este mar como consecuencia del calentamiento global. “Las predicciones se están haciendo realidad” y por eso es probable también que las altas temperaturas hayan llegado para repetirse en los próximos años con mayor frecuencia y hasta que “lo anómalo ahora sea normal”.
Entre las consecuencias inmediatas, tanto González como el geógrafo del Laboratorio de Climatología de la Universidad de Alicante Samuel Biener apuntan a noches más asfixiantes. Además, en otoño existiría la posibilidad de que, si se diesen los ingredientes necesarios, los elevados termómetros contribuyesen a crear el contexto perfecto para el desarrollo de una DANA. Sin embargo, quienes más sufrirían a largo plazo serían la fauna y la flora.
Así ha aumentado recientemente la temperatura en el Mediterráneo
El 24 de mayo, el Mediterráneo occidental ya presentaba en puntos de España, Italia y Francia «una de las anomalías de la temperatura superficial del agua del mar más cálidas del mundo», con entre cuatro y cinco grados de más, como alertó el Servicio de Vigilancia del Medio Marino de Copernicus. Concretamente, e superaron los 28 grados, mientras que en el mismo mes en 2021 las máximas estaban alrededor de los 25.
A mediados de julio, pasó la barrera de los 30 grados. Puntos de Baleares llegaron incluso a los 30,3, de acuerdo a los datos de Puertos del Estado recogidos por el portal meteorológico Eltiempo.es. En Sa Ràpita, al sur de Mallorca, se han registrado durante varios días temperaturas de la superficie del mar de hasta 29,8 grados y, en la bahía de Palma, el agua ha alcanzado los 29. Un valor al que también ha llegado a las costas de la Comunidad Valenciana, asegura el climatólogo Samuel Biener.
Por ahora, las mayores anomalías se están dando en las aguas italianas, así como en el Golfo de León y en el mar Balear. De hecho, Copernicus mostró el 22 de julio una diferencia con años anteriores de más de cinco grados en las costas de Francia e Italia. «Pero este año ya se estaban registrando temperaturas muy elevadas desde el mes de junio«. Entonces, el mar se encontraba a 25 grados, un valor esperable para finales de julio o agosto. Máximas que, como puede verse en el mapa de Copernicus, no han descendido considerablemente.
Esta permanencia en el tiempo de altos máximos es el motivo por el que los expertos afirman que podemos hablar de «una ola de calor marina» que todavía no ha terminado. «Consideramos una ola de calor marina cuando durante una serie de días consecutivos se detectan temperaturas muy altas de forma persistente», detalla el científico del grupo Mediterráneo de cambio climático del Instituto Español de Oceanografía Manuel Vargas.
El viento de levante de los próximos días podría ayudar a frenar el ascenso de los termómetros, sugiere Biener, aunque las previsiones para la semana que viene no son optimistas: «Es posible que el calor apriete bastante de nuevo». Comparte este pronóstico el Doctor en Física de la Aemet Juan Jesús González. Pese a que la «sensibilidad» del Mediterráneo a los cambios en la atmósfera podría hacer que «volviese a la normalidad», lo más probable es que agosto continúe con la inercia de julio.
Unos picos extraordinarios que podrían repetirse y acercarnos al «Caribe»
Las olas de calor marina siempre han existido, de forma puntual y extraordinaria. Algunos ejemplos son la del verano de 2003, cuando se alcanzaron los 31 grados en puntos del mar Balear, y la del año 1994, con valores de hasta 30, informa el geógrafo de la UA. De hecho, la que está viviendo ahora el Mediterráneo no obliga a que en 2023 también se sufran temperaturas tan altas. «A lo mejor tenemos incluso un verano anormalmente frío», plantea Vargas. El problema, insisten, es que estos episodios cada vez se están produciendo con mayor frecuencia.
«Mientras que igual antes teníamos una ola de calor cada 20 años, quizás ahora en un periodo de cinco nos encontremos con dos», opina el científico, que observa una tendencia muy clara en las últimas décadas que, posiblemente, nos lleve a finales de 2030 a los 28 grados, valor parecido al Caribe. Sugiere lo mismo Biener, quien habla de «un proceso de tropicalización».
Lo cierto es que el Mediterráneo es «uno de los puntos calientes del calentamiento global», uno de los mares que más está subiendo de temperatura. Por eso, analiza González, «lo anómalo ahora, dentro de 30 años puede que sea lo más normal». «Y cada vez hay ciertos ciclones en el Mediterráneo que se parecen a los tropicales del Caribe», pero dicho aumento, a largo plazo, tendría también más consecuencias.
Noches asfixiantes, pérdida de biodiversidad y posibilidad de lluvias extremas
Las consecuencias de la subida frecuente de la temperatura del Mediterráneo son variadas y complejas, pues dependen de diversos factores y no afectarían por igual a todas las zonas y, en el caso de la fauna, a todas las especies. Tras advertir esto, los expertos Bierner y González coinciden en que, a corto plazo, el efecto más notable es el de las «noches asfixiantes». «Puede hacer que la gente de la vertiente mediterránea pase muchos días consecutivos sin descansar», apunta el segundo de ellos. Las brisas, además, suelen ser «mucho más débiles y llegan más húmedas», añade el primero.
A largo plazo, los ecosistemas marinos podrían vivir las consecuencias más graves. Si esta ola de calor no dura demasiado, no tendrían por qué experimentar grandes adversidades, pese a que algunas especies más sensibles sí podrían verse afectadas, como en el caso de los corales. Otra cuestión es que los termómetros suban cada vez con más frecuencia, advierte el investigador del Instituto Español de Oceanografía. Incluso si no aumentasen su media acusadamente hasta dentro de 150 años, implicaría la posible migración y desaparición de algunos seres vivos y la proliferación desmedida de otros.
Por otro lado, se dice que un mar caliente «siempre» augura una gran gota fría o Depresión Aislada en Niveles Altos (DANA). Pero esto no es cierto. Es más, no sucedió ni en 2003 ni en 2017, cuando también el Mediterráneo alcanzó valores extraordinarios, recuerda Bierner. «Tiene que darse una ‘santa trinidad’ para que se produzcan lluvias torrenciales»: presencia de aire en altura, vientos marítimos que aporten mucha humedad y altas temperaturas en el mar. Por lo que lo último es un factor importante, aunque no determinante.
Sin embargo, González señala que, de parecerse al Caribe, los ciclones tropicales y las precipitaciones extremas podrían pasar a ser algo habituales.
El futuro depende de nosotros: «Tenemos margen de actuación»
La situación en el Mediterráneo es difícil. Pero,»si pensamos que no tenemos margen de actuación, eso sería tirar la toalla«, algo tremendamente desastroso. Para Vargas, como opinan también los otros dos expertos consultados por RTVE.es, los seres humanos tenemos en nuestras manos parar la tendencia del aumento de las temperaturas.
El cambio climático es un proceso irreversible, no obstante, mitigar su impacto es posible. Por ejemplo, quedándonos por debajo de la barrera peligrosa de los dos grados de calentamiento global a los que apuntó el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático de la ONU (IPCC) en su informe. O, incluso mejor, limitándonos a los 1,5 grados por encima del nivel industrial.
«Ahí la situación sería manejable, aunque tendríamos muchos cambios a los que adaptarnos», explica González. Un objetivo para el que hay que tomar medidas, y, cuanto antes, mejor: «Como lleguemos a los dos grados, todo será mucho más impredecible«.