El ecocidio que se convirtió en genocidio
La mayoría de los pueblos originarios del continente posiblemente llegaron hace unos 15,000 años, a través de Bering, que conecta Asia y América, y después de otros miles de años fueron bajando a Sudamérica.
El Yanomami es uno de los pueblos indígenas más grandes de América del Sur. Hoy, su población total es aproximadamente de 35,000 personas. Vivían relativamente aislados en bosques ribereños y montañas del norte de Brasil y sur de Venezuela en las fuentes del Orinoco. Relativamente aislados, ni siquiera los colonizadores portugueses fueron tan devastadores como hasta que fueron invadidos por el garimpo.
Invasión es la palabra correcta porque la tierra indígena Yanomami llegó a estar ocupada en la década de 1980 por cerca de 40 mil garimpeiros. Cuando hicieron la demarcación en 1992, el gobierno federal los retiró de la zona, que es un deber del Estado en respeto a los derechos de los pueblos indígenas, según la Constitución de 1988.
En 2019 habían más de 20 mil garimpeiros, según la información manejada por Hutukara. A partir de ahí todo fue empeorando al asumir el gobierno neofacista de Jair Bolsonaro.
Es una invasión propiamente dicha, porque números tan elevados no son casuales ni corresponden al idílico perfil de los garimpeiros originarios de San Jorge en el Cerrado. Esos buscadores de piedras semipreciosas de cuarzo con valor comercial por la industria bélica de la Segunda Guerra Mundial eran conocidos por su honestidad e ingenuidad, porque los patrones eran los que se hacían ricos. Además, trabajaban la minería en cavidades excavando la roca como el Larimar y el Ámbar aquí.
Semejantes cifras de decenas de miles corresponden más bien con el crimen organizado y mafias.! En agosto de 2021, una agencia europea decía que la minería ilegal en las tierras indígenas había crecido 500% en una década. Y en febrero del año pasado Bolsonaro lanzó un nuevo plan de expansión de la minería.
Un verdadero asalto a la riqueza de la Amazonia y puerta de entrada para asociarse a la vez con el agronegocio de los fazendeiros, también favorecidos por el bolsonarismo, estocada mortal para ríos y bosques de la Amazonia.
El Mercurio y el Cianuro usados para precipitar el oro se sabe hace muchísimo que son tóxicos. Más de una página trágica tiene el ambientalismo sobre esto: la bahía de Minamata en Japón, la bahía de Cartagena en Colombia. En ambos lugares hubo que prohibir la pesca y consumo de pescado y marisco porque sigue circulando en la cadena alimentaria hasta llegar a los humanos.
Así pasó a los Yanomamis, que son básicamente cazadores, agricultores y recolectores, y cuando todo el entorno de vida está contaminado por mercurio y/o cianuro, sus habitantes también se contaminan y como no pueden pescar, cultivar ni recolectar nada, entonces tienen que vender su fuerza de trabajo para comprar alimentos fuera de sus hábitos para sobrevivir y así un círculo vicioso.
Las cárcavas excavadas para lavar el oro dañan el río y crean hábitats para los mosquitos que transmiten malaria y otras dolencias. Los invasores traen con ellos parásitos y enfermedades para los indígenas, además de sus hábitos perniciosos, cultura de dominación y violencia.
Así de manera sucinta y muy por arriba resumo el otro genocidio del bolsoarismo, el primero fue con la Covid-19 y este al pueblo Yanomami y a toda la Amazonia. Pido justicia para toda la Amazonia, incluidos todos los pueblos indígenas que son sus reales guardianes.
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