El Convenio de Minamata pretende poner fin al milenario historial tóxico del mercurio

10-10-2023
Medioambiente
ONU Medio Ambiente
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Es octubre de 2013, y Rimiko Yoshinaga está de pie detrás de un podio en Minamata (Japón) mirando a un auditorio concurrido por líderes mundiales.

El silencio se apodera de la sala cuando comienza a relatar cómo una misteriosa enfermedad mató a su padre décadas atrás.

La señora Yoshinaga se había enterado de que su padre era uno de los miles de residentes de la zona de Minamata envenenados en las décadas de 1950 y 1960 a causa de las aguas residuales industriales contaminadas con mercurio, una neurotoxina.

Los líderes que la escuchaban aquel soleado día de 2013 aspiraban a salvar a más personas del mismo destino fatal. Por tal motivo acudieron aquel día a Japón para aprobar el Convenio de Minamata sobre el Mercurio, un ambicioso acuerdo mundial para frenar el uso de una sustancia química que ha asolado a la humanidad durante siglos.

«Fuimos allí y pudimos oír las voces de las víctimas. Fue una experiencia profundamente emotiva», recordaba recientemente Fernando Lugris, diplomático que presidió las negociaciones del Convenio. » Albergábamos la esperanza de que este convenio ayudara a muchas otras comunidades de todo el mundo a evitar lo que ocurrió en Minamata».

People protesting
Gente protestando. Foto: AFP

Este 10 de octubre se cumple el 10º aniversario de la adopción del Convenio de Minamata, un acuerdo que ha sido aclamado como un triunfo de la diplomacia internacional. Un total de 147 países miembros han ratificado el acuerdo, que insta a los países a eliminar progresivamente el uso de mercurio en los productos, prohibir la apertura de nuevas minas de mercurio y limitar la emisión de mercurio al medio ambiente.

«El Convenio de Minamata es un acuerdo mundial de suma importancia para las personas [y] el planeta», afirmó Monika Stankiewicz, Secretaria Ejecutiva de la Secretaría del Convenio de Minamata. «El uso del mercurio no es esencial. A medida que progresamos para que el mercurio sea cosa del pasado, confío en que más países se adhieran al Convenio de Minamata.»

El convenio está auspiciado por el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA), que durante casi tres décadas ha trabajado para limitar las consecuencias de la contaminación por mercurio.

«En el PNUMA estamos orgullosos de albergar la Secretaría de este Convenio, que protege el medio ambiente y la salud humana, incluida la de los pequeños mineros del oro y los niños, de los perniciosos efectos de esta peligrosa neurotoxina», declaró Inger Andersen, Directora Ejecutiva del PNUMA.

A medida que el convenio entra en su segunda década, los expertos se sienten alentados por los avances de los últimos años. El comercio de mercurio se ha ralentizado, los fabricantes han empezado a encontrar alternativas al mercurio en una serie de productos y ha aumentado la concienciación pública sobre los peligros del mercurio.

No obstante, las partes observadoras advierten de que aún queda mucho por hacer antes de que la contaminación por mercurio quede para siempre en el pasado. De hecho, hace poco, en 2019 murieron 2 millones de personas como consecuencia de la contaminación química, y los expertos afirman que muchas de esas muertes estaban relacionadas con el mercurio.

El rastro tóxico del mercurio

Los seres humanos han utilizado el mercurio durante miles de años; ha aparecido en los registros históricos de todas partes, desde Egipto hasta China. Hoy en día, esta sustancia química está presente en innumerables productos domésticos, como baterías, termómetros, procedimientos dentales, bombillas y cosméticos.

La combustión de carbón, incluso para producir energía, es una fuente importante de mercurio. Las concentraciones de mercurio en la atmósfera han aumentado un 450% por encima de los niveles naturales. Asimismo, este producto químico se utiliza habitualmente en la extracción de oro a pequeña escala, una industria que emplea en todo el mundo hasta 20 millones de personas, entre ellas muchas mujeres y menores de edad.

A pesar de su uso generalizado, se sabe desde hace siglos que el mercurio es tóxico. La exposición puede causar una serie de graves problemas de salud, entre ellos lesiones cerebrales irreversibles. No obstante, gran parte del mundo tardó en tomarse en serio el problema de la contaminación por mercurio hasta que se produjo el desastre que asoló Minamata a fuego lento.

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De 1932 a 1968, una fábrica de productos químicos de la ciudad costera de Minamata arrojaba a la bahía local líquidos que contenían altas concentraciones de metilmercurio, un tipo de mercurio.

Sin que los residentes lo supieran, la sustancia química se acumuló en el pescado que comían durante decenas de años. En 1956 se registró el primer caso humano de lo que se llamaría la Enfermedad de Minamata. A lo largo de las décadas siguientes, miles de personas más padecieron daños cerebrales, parálisis, habla incoherente, trastornos delirantes y otras secuelas de salud. Otras especies, como gatos, cuervos y peces, también manifestaron síntomas.

«En la actualidad se han confirmado 70.000 víctimas en la zona de Minamata, pero ha quedado claro que el número es mayor», afirma Yoichi Tani, portavoz de la Asociación de Ayuda Mutua a las Víctimas de la Enfermedad de Minamata, que reivindica indemnizaciones para las víctimas desde 1970.

«Se ha seguido subestimando el daño».

Aunque Minamata llegó a simbolizar los horrorosos peligros del mercurio, muchas otras naciones de todo el mundo, incluidos los países en desarrollo, llevan también décadas luchando contra sus secuelas tóxicas.

Un movimiento colectivo en aumento

En 1995, en medio de la creciente preocupación por la proliferación de sustancias químicas tóxicas, el PNUMA hizo un llamamiento para que se tomaran medidas urgentes en relación con una serie de contaminantes. Seis años más tarde, bajo la dirección de este organismo de las Naciones Unidas, el mundo firmó el Convenio de Estocolmo, un pacto mundial para eliminar o restringir decenas de sustancias químicas nocivas, incluidos los plaguicidas y el mercurio.

A partir de dicha firma, el PNUMA impulsó una campaña para que el problema del mercurio fuese abordado en cada país del mundo. Con el fin de hacer hincapié en la gravedad de la situación, el PNUMA llevó a cabo en 2002 la primera evaluación mundial del mercurio. En el informe se plasmaron los hallazgos de que casi ningún rincón de la Tierra estaba libre de mercurio (incluso se había detectado en el Ártico) y que el elemento se estaba acumulando en las poblaciones de peces de todo el mundo. (El estudio se ha actualizado en numerosas ocasiones, la más reciente se publicó en 2018).

«La evaluación de 2002 sentó las bases científicas y los datos de todos los debates», afirmó Monika Stankiewicz. «Fue realmente decisiva y permitió a los negociadores comprender de inmediato lo que debía contemplar el texto de un tratado».

Las pruebas científicas y la voluntad política siguieron aumentando en los años siguientes y, en 2009, el Consejo de Administración del PNUMA encargó a Fernando Lugris la negociación del Convenio de Minamata a través de una serie de cinco sesiones internacionales.

«Había mucha gente que decía que era imposible», recuerda Fernando Lugris. «El mercurio está casi en todas partes y la humanidad lleva utilizando mercurio desde la antigüedad. Desde entonces sabemos lo peligroso que es y nunca antes habíamos tomado medidas. Pero estábamos convencidos de que podíamos lograrlo».

Aunque el Convenio de Minamata fue aprobado en 2013, aún quedaba mucho trabajo por hacer.

El próximo gran paso

A lo largo de los años transcurridos desde entonces, el PNUMA y el Convenio de Minamata han ayudado a los países a identificar los riesgos asociados al mercurio y han apoyado la elaboración de políticas sólidas para reducir su uso. Un mecanismo de financiación específico del Convenio, por ejemplo, ha proporcionado 24 subvenciones para ayudar a las partes firmantes a aplicar las disposiciones del acuerdo.

El PNUMA ha encabezado la Asociación Mundial sobre el Mercurio, que reúne a cerca de 250 gobiernos, organizaciones intergubernamentales y no gubernamentales, la industria y el mundo académico para respaldar la aplicación del convenio.

Asimismo, el PNUMA participa en el programa planetGOLD, un esfuerzo dirigido por el Fondo para el Medio Ambiente Mundial (GEF) que pretende acabar con el uso del mercurio en la minería del oro a pequeña escala, una industria que genera 30.000 millones de dólares anuales. El programa trabaja en 23 países en desarrollo.

«El Convenio de Minamata sobre el Mercurio es un tratado muy importante para prevenir la propagación de los daños causados por el mercurio. Sin embargo, las actividades no han hecho más que empezar», señaló Tani, portavoz de la Asociación de Ayuda Mutua a las Víctimas de la Enfermedad de Minamata. «Hay muchas cuestiones que deben abordarse».

El 30 de octubre, los líderes se reunirán en Ginebra (Suiza) en la quinta Conferencia de las Partes del Convenio de Minamata sobre el Mercurio, un encuentro internacional que pretende seguir perfeccionando el acuerdo. El orden del día incluye debates sobre temas delicados, como la forma de reducir el uso del mercurio en la minería del oro a pequeña escala. Asimismo, se espera que los delegados discutan nuevas restricciones a los productos con mercurio añadido, examinen los límites del mercurio en los desechos y estudien cómo mejorar los informes nacionales sobre la contaminación por mercurio. Estos temas se tratarán paralelamente a las conversaciones sobre el mecanismo de financiación específico del Convenio, que proporciona asistencia técnica a los países.

En vísperas de la reunión, los expertos confían en que los países puedan avanzar realmente en cuestiones como éstas.

Inger Andersen pide a los países que «redoblen» sus esfuerzos en Ginebra: «Intensificar la acción sobre el mercurio es esencial para proteger la salud humana y el medio ambiente de la contaminación por mercurio y ayudar a lograr un planeta sin contaminación».

Fernando Lugris, actual Embajador de Uruguay en China, espera que el «espíritu de Minamata» mantenga su vigor entre los negociadores.

«La familia [del convenio de] Minamata siempre ha sido un poco diferente de otras familias. Siempre hemos seguido siendo muy progresistas», afirmó Fernando Lugris. «Si prevalece ese espíritu, estoy seguro de que podremos seguir avanzando muchísimo más».