El profesor Marcano en junio de 1980 ofreció una conferencia en el Día del Ambiente en la que comparaba descripciones de paisajes del país de autores del siglo XIX con su estado al momento de la conferencia.

Decía el profesor:

“Debemos recordar que cada río, laguna o lago que se seca, cada tarea de tierra erosionada, o cubierta de construcción, calles o carreteras, significa una reducción de la capacidad de soporte para las generaciones venideras. La medida de conservar el agua y usarla racionalmente, es quizás la más útil e importante, pues se puede usar para abastecer los acueductos, para la generación de electricidad, para regadío, y al mismo tiempo controlar las crecidas”.

“Lo más recomendable sería instruir a los moradores cerca de un cuerpo de agua que para el buen funcionamiento de una presa o de una laguna se tienen que sembrar árboles según la zona de vida, varios años antes de construirla”.

“¿Qué hacemos con presas si solo tenemos ríos secos que corren en grandes avenidas durante la época de lluvias?

Nos empeñamos en secar lagunas naturales, casi siempre para hacer cultivos (ahora también para urbanización), sin importar el daño que sufre el ecosistema, todos los pobladores de las aguas mueren, las aves emigran y la zona de vida cambia, casos como laguna de Don Gregorio, Itabo y otras.

Ya es hora (y muy tarde por cierto) de que meditemos sobre cómo hemos manejado nuestra fauna y nuestra flora, siempre en contra del futuro de nuestros hijos”.

Cuarenta años después sólo hay que agregar que ahora gobierno y oligarquía son los principales depredadores de nuestros bosques y humedales e imponen presas inútiles para hacer negocios.

Ángela Guerrero
Bióloga. Botánica. UASD.