Día Internacional de la Conservación del Suelo
Cada 7 de julio, desde el 1963, se celebra el Día Internacional de la Conservación del Suelo, en memoria del investigador Hugh Hammond Bennet (15 de abril de 1881-7 de julio de 1960).
Hugh Hammond Bennet fue un pionero en el campo de la conservación del suelo en los Estados Unidos de América; un reconocido hombre de ciencia que dedicó sus esfuerzos a lograr un aumento de la producción de la tierra a través de su mayor protección y trabajo, para crear conciencia sobre los beneficios de su adecuado manejo y resguardo.
Defendió activamente el aumento de la producción de la tierra mediante una mayor protección y una mejor gestión para poder combatir la sequía y la desertización.
El suelo es el componente más importante para el crecimiento de las plantas, el factor principal que controla el destino del agua en los ambientes terrestres, el sistema de reciclaje de la naturaleza, en el que los residuos vegetales y animales se descomponen y se transforman en sus elementos básicos y es el hábitat de una diversa vida animal: desde pequeños mamíferos, a las innumerables vidas microbianas.
Así lo describen los biólogos Thomas Michael Smith y Robert Leo Smith en su libro de Ecología. ¡Tan importante es el suelo que lo describen como la base de la cual depende la vida terrestre!
Los edafólogos son los profesionales que estudian los suelos. A éstos se les ha hecho difícil ponerse de acuerdo para una definición. Muchos los describen como un producto natural formado y sintetizado por la meteorización de rocas y la acción de los organismos vivientes; otros defienden que se trata del conjunto de masas de tierra naturales, compuestas de minerales y materia orgánica, que son capaces de mantener el crecimiento vegetal, pero una cosa sí es cierta: que se necesita de la interacción de esos factores bióticos y abióticos para convertir el suelo en un sistema vivo.
Por lo tanto, el suelo es uno de los recursos naturales de mayor importancia para los seres humanos. Utilizarlo de manera adecuada ayuda a mantener su fertilidad y el equilibrio del ecosistema.
El suelo tarda cientos o miles de años para formarse y lo podemos destruir en pocos días utilizando malas prácticas y dejándolo permanecer mucho tiempo al desnudo, es decir, sin protección de árboles, yerbas o cultivos permanentes. Las malas prácticas agropecuarias ponen en peligro la estabilidad de los suelos reduciendo su capacidad productiva y alterando el equilibrio del ecosistema.
Toda actividad que hagamos que ponga en peligro la estabilidad y la producción del suelo se considera una mala práctica. Es necesario mantener la cubierta del suelo porque así evitamos que éste sea erosionado por las lluvias, el viento, el sol y otros elementos naturales y de origen humano.
Algunas prácticas agropecuarias realizadas de manera incorrecta pueden afectar la conservación de los suelos, como son: si cultivamos de manera constante sin dejarlo descansar, la quema y el desecho de cosecha de manera incorrecta, el corte de árboles, aplicación de agroquímicos en exceso, monocultivo de manera constante, cultivar sin tomar en cuenta la pendiente, el sobrepastoreo, es decir, mantenemos más cabezas de ganado en un área por encima de su capacidad para soportarlas, o por un tiempo muy largo, el arado intenso, convirtiendo el suelo en un polvo muy fino que es débil ante los fenómenos naturales y se puede erosionar con más facilidad.
Al realizar estas prácticas de manera inconsciente, podemos ocasionar pérdida de la capacidad productiva del suelo. Mueren muchos organismos que viven en el suelo y son importantísimos para la calidad del mismo; se pierden los horizontes (las capas) del suelo; es decir, nuestro suelo se va a otro lugar, se contaminan las fuentes de agua con el suelo que se traslada a otro lado, se hace necesario invertir mayores sumas de dinero y esfuerzo para aumentar la productividad del suelo; se reducen los ingresos de la familia; los productos provenientes de la producción agropecuaria suben de precio, las presas se llenan de sedimentos, por lo que se reduce su capacidad de generación o producción de energía eléctrica; se afecta la pesca y cualquier otra actividad que se realice en la presa.
Hay prácticas de conservación y manejo que se deben utilizar, como son: rotación de cultivo, labranza en conservación, zanjas de laderas, barreras vivas y muertas, cultivos al contorno, manejo de residuo de cosecha.
La República Dominicana tiene cerca del 60% de sus suelos en áreas montañosas, mientras que el 40% restante se distribuye en áreas planas y onduladas e incluyen suelos de alta fertilidad, como es el caso en los valles de San Juan de la Maguana y del Cibao, entre otros.
Según estudio de uso y cobertura de suelo realizado por el ministerio de Medio Ambiente en el 2012, entre los usos figuran el uso agrícola ocupando una superficie de 16,959 Km², equivalente al 35 % del territorio nacional; uso pecuario con una superficie de 7,241.23 Km², equivalente al 15%; uso urbano con una superficie de 1,133.30 Km², equivalente al 2.4% y la cobertura forestal con una superficie de 18,923.45 Km², equivalente al 39 % del territorio nacional.
La ley 64-00 sobre medio ambiente, establece que el Ministerio de Medio Ambiente y Recursos Naturales debe elaborar y aplicar las reglas y parámetros de zonificación u ordenamiento del territorio, que determinen y delimiten el potencial y los usos que se deben dar a los suelos.
También establece que quienes realicen actividades agrícolas, pecuarias y forestal, deber conservar, rehabilitar o incrementar la capacidad productiva de los suelos, utilizando técnicas y métodos de explotación y conservación apropiados previniendo su degradación o desertización, que es la pérdida total o parcial del potencial de producción de un suelo que antes era fértil y productivo.