Bolle di Magadino, cómo se gestiona un tesoro de la biodiversidad
«A largo plazo, si la naturaleza pierde, perdemos todos». Así responde Nicola Patocchi cuando le preguntamos sobre algunos de los éxitos y derrotas que ha vivido en los veinticinco años en su función de director científico de la Fundación Bolle di Magadino.
Estamos en una terraza con una magnífica vista de la región norte del Lago Mayor (Lago Maggiore). Patocchi me señala un grupo de ciervos que cruzan las aguas poco profundas y luego desaparecen entre los juncos, una de las principales características de la zona pantanosa de abajo, conocida como la Bolle di Magadino.
Sin embargo, denominar a esta zona de aproximadamente 2,5 kilómetros cuadrados como «marisma» es un tanto reductor. Se tendría que hablar de «una zona húmeda de importancia internacional reconocida por la Convención de Ramsar», que fue el primer tratado intergubernamental relativo a la conservación y gestión de los ecosistemas naturales, firmado en Ramsar, Irán, en 1971.
A la consulta de SWI swissinfo, la Oficina Federal de Medio Ambiente señala que el 13,4% del territorio nacional está destinado a la protección de la biodiversidad.
Según la base de datos protectedplanet.netEnlace externo, que permite establecer una comparación internacional, la superficie suiza protegida es de 12,13%, cifra que coloca a la Confederación Helvética en la cola de la lista en Europa. A nivel de comparación, el porcentaje en Italia es de 21,52% y en Francia del 28%. Austria cuenta con el 29,28% de su superficie nacional protegida, Alemania con un 37,45% y Luxemburgo el 51,34%.
Durante la Conferencia de las Naciones unidas sobre la Biodiversidad (COP15) debería suscribirse un Acuerdo de Acción Global Enlace externo que tendrá entre sus objetivos la extensión del área protegida planetaria a un 30% del total de las tierras y los océanos (objetivo 30×30).
Este desafío ambicioso de la COP15 intenta frenar para el 2030 el proceso de retroceso de la biodiversidad e iniciar la restauración con el horizonte de 2050. Cornelia Krug afirma que es de significativa importancia lograr que se frene esta tendencia. Krug es científica de la Universidad de Zúrich, directora de bioDiscoveryEnlace externo y coautora del estudioEnlace externo que aporta la base científica al Acuerdo marco que será debatido en la COP15.
«Todas las especies están interconectadas. Cuando algunas se pierden también se desvanecen las funciones de la naturaleza que forman el tejido de la vida y que sustenta a los seres humanos», explica Krug. La científica señala que la ciencia no puede identificar cuáles y cuántas especies permiten que el sistema se mantenga como un todo compacto.
Krug afirma que «también está en juego nuestra identidad, nuestro sentido de pertenencia, nuestra ‘casa’, que está formada por la naturaleza y la biodiversidad. Si uno ha crecido en una región determinada, recordará el olor particular de un bosque o el canto de los pájaros”.
Sin embargo, no es suficiente con declarar áreas protegidas a vastas zonas del territorio. Para promover la biodiversidad es importante disponer de un amplio abanico de diversos ecosistemas, cada uno de los cuales atraiga y asegure la existencia de determinadas especies.
Desde esta perspectiva, la reserva de Bolle di Magadino es ejemplar. Las condiciones que la hacen tan especial están estrechamente ligadas al Lago Mayor. Verbano tiene una cuenca de captación muy grande y una salida pequeña y estrecha de la que el agua apenas escurre lentamente. Las lluvias casi monzónicas que caracterizan a la región pueden provocar una crecida rápida del nivel del lago, el cual inunda regularmente la reserva natural.
«Los animales y plantas que encontramos aquí tienen características específicas que les permiten sobrevivir en un entorno selectivo», dice Nicola Patocchi. En otras palabras, hay especies que no se pueden encontrar en otros lugares porque son capaces de adaptarse, a menudo, a entornos inestables con métodos ingeniosos.
Un ejemplo es la araña de agua (Argyroneta aquatica), que para escapar de los depredadores se refugia bajo el agua donde consigue respirar gracias una especie de bolsa de aire que construye con su telaraña. Es una verdadera buceadora de la naturaleza.
O el piro piro (Actitis hypoleucos), ave zancuda que anida en el suelo y se esconde entre la vegetación llamada pionera, es decir, aquella que más rápidamente consigue colonizar los entornos destruidos por las inundaciones.
Una “estación de servicio” para las especies migratorias
La importancia internacional de la reserva Bolle di Magadino, sin embargo, se debe a que representa una etapa esencial en el viaje de los pájaros migrantes, en particular en la primavera, cuando se desplazan desde África a Europa septentrional donde establecen sus nidos.
El área está situada a baja altitud (unos 200 metros sobre el nivel del mar) y en ella abundan los insectos. A esta zona pueden llegar fácilmente las aves migratorias para recuperar la energía y afrontar, luego, una de las etapas más exigentes del viaje: el cruce de los Alpes. En definitiva, esa zona constituye una especie de estación de servicio para los pájaros.
«Desde un punto de vista global esta es la función más importante de los lugares húmedos definidos en el Convenio de Ramsar «, explica Cornelia Krug. Con esta perspectiva es esencial que no se consideren estas zonas como lugares aislados, sino como parte de una red mucho más amplia que enlaza otras innumerables regiones, afirma.
Sería un error pensar que este delicado equilibrio es autónomo y autosuficiente. La gestión del área Bolle di Magadino requiere una continua intervención humana para garantizar la continuidad de los procesos ecológicos.
Algunos de los cuales ya se han perdido, pero pueden ser imitados con “trabajos estéticos”, explica Patocchi, que pone como ejemplo la dinámica de las crecidas del Tesino. «El río, en una noche de aumento de su caudal, podría cavar diez estanques. Esto ya no es así, pero con una excavadora es posible imitarlo, recreando así un biotopo que nos interese”.
Problemas de vecindad
Otro aspecto del trabajo de Nicola Patocchi es el que se podría definir como diplomático. Una de las características de Suiza es su territorio limitado, densamente poblado y bajo. Por lo tanto, los intereses de la zona protegida y de su fauna y flora deben sopesarse constantemente con los intereses opuestos de los vecinos. La validez de la zona protegida debe defenderse con datos científicos en la mano.
A nivel local, una de las mayores preocupaciones de los biólogos es el aeródromo cercano. Un estudio realizado por la Fundación Bolle di Magadino demostró que existe una correlación directa entre la frecuencia de los vuelos y el peso no acumulado de las aves migratorias que aterrizan en la zona protegida.
La velocidad y las siluetas de los aviones se asemejan a las de los depredadores y las aves de paso, asustadas por el tránsito aéreo, se esconden y no logran alimentarse correctamente. Por este motivo, los pocos días de escala no son suficientes para recargar sus baterías y «parten con el tanque medio vacío, lo que aumenta en gran medida su tasa de mortalidad en el camino a sus zonas de cría», señala Patocchi. Se comprobó que en el caso de dos especies migratorias de referencia (la curruca zarcera y el petirrojo), las perturbaciones relacionadas con los sobrevuelos determinan una falta de incremento de su masa corporal de entre un 15% y un 25% por hora.
Por otra parte, la prioridad del aeródromo es garantizar la seguridad. Uno de los riesgos más notorios en la aviación son los «choques con aves», accidentes causados por el impacto de un pájaro con un avión. Por esta razón, las directivas de seguridad de los aeropuertos exigen que las aves más peligrosas sean retiradas de las rutas de despegue y aterrizaje. “Por las buenas o por las malas», señala el biólogo.
Todavía no se ha logrado encontrar un compromiso. Las autoridades federales estudian un nuevo reglamento de explotación del aeródromo junto con un proyecto de infraestructura que prevé su ampliación y que incluye diversos aspectos de la coexistencia con la reserva natural.
Uno de los vecinos con los cuales se debe lograr un entendimiento es Italia, en cuyo territorio se encuentra alrededor del 80% del Lago Mayor. Los intereses agrícolas del valle del Po se enfrentan con los de los municipios de la ribera de la zona de Verbano.
Estos últimos aspiran a que el nivel medio del lago se mantenga bajo para limitar el riesgo de inundación en caso de lluvias fuertes y repentinas. Los que viven de la agricultura un poco más al sur, en cambio, desearían un nivel alto del lago durante los meses de invierno para asegurar así el suministro de agua durante los periodos secos.
El impacto de un mayor nivel medio también tiene sus consecuencias para la reserva de Bolle di Magadino. Un medio metro más de agua en primavera «ahogaría» unas 60 hectáreas de marismas, explica Patocchi.
Para poner sobre la mesa el interés de la zona protegida, la Fundación participa actualmente en un estudio interregional en el que intervienen la estación de captura y anillado (marca) de aves del Bolle y un radar, situado a pocos kilómetros, que vigila el paso de los pájaros en ese sector del espacio aéreo. El objetivo es comprender qué influencia tiene el nivel del agua en la decisión de las aves migratorias de detenerse en el área de servicio para reabastecerse.
Garantía contra el cambio climático
A nivel transnacional también se dan niveles de colaboración (y no solamente tensiones). Existe en la actualidad un importante proyecto de revalorización del río TesinoEnlace externo, desde su nacimiento en Suiza a su desembocadura en el Po, en los aledaños de la ciudad de Pavía. Participan en él las entidades responsables de la gestión de las áreas protegidas en ambos lados de la frontera, así como diversas ONG y la administración pública.
Es un gran corredor ecológico que trasciende las fronteras y del que la zona de Bolle di Magadino es parte integrante.
Garantizar que la biodiversidad se desarrolle allí no solamente interesa a los ornitólogos. Las pocas zonas que quedan donde se puede observar una gran biodiversidad están amenazadas por la actividad humana y el cambio climático. «Con el aumento de las temperaturas, se corre el riesgo de discrepancia, por ejemplo, en el momento en que las aves deciden desplazarse y el momento en que los insectos y el alimento son abundantes», explica Cornelia Krug. A esto se suman los fenómenos extremos que el cambio climático provocará con mayor frecuencia: tormentas, aludes de tierra, incendios y largos periodos de sequía que las plantas y los animales pueden tener dificultades para soportar.
Al mismo tiempo, estas zonas naturales representan una garantía contra la alteración del clima. Por ejemplo, «los humedales pueden recoger el exceso de agua y proteger las zonas circundantes de las inundaciones», señala Krug, y «también pueden absorber el exceso de dióxido de carbono de la atmósfera y almacenarlo en la vegetación y el suelo».
«Lo dice el sentido común: todas las medidas de apoyo a la biodiversidad son también aportes para mitigar las consecuencias del cambio climático», completa Patocchi. «Cuanta más biodiversidad hay, más capacidad concreta de adaptación tiene un sistema, al perder la biodiversidad el sistema se vuelve rígido y se rompe».
Traducido del italiano por Sergio Ferrari