
Banco de semillas de Nigua
“Aquí es donde arranca todo”, dice Elías Figuereo, director nacional de Reforestación y Fomento Forestal, mientras acompaña a los visitantes a la entrada del Banco de Semillas Endémicas y Nativas del Ministerio de Medio Ambiente ubicado en Nigua, San Cristóbal.
Con “todo” se refiere al proceso de recolección de semillas y producción de plantas que sirve de base a uno de principales programas de la gestión ambiental dominicana.
Inaugurado en 2011 como parte del viceministerio de Recursos Forestales, el banco de semillas suple las plántulas destinadas al Plan Nacional de Reforestación y Restauración de Ecosistemas Forestales.
Cómo funciona, así como su importancia en el uso y conservación de especies, lo explicaron en el Encuentro Verde de LISTÍN DIARIO Figuereo y los técnicos forestales Francisca Rosario, dasónoma encargada del banco de semillas; Porfirio Peralta, quien se encarga de suministrar los frutos y semillas al banco a partir del trabajo de recolección que se realiza en las diferentes regiones del país; y la bióloga Rumarda Urbáez, encargada del laboratorio del banco de semillas.

También el ingeniero agrónomo Juan Manuel Alcántara, encargado interino de la división de procesamiento y almacenamiento de semillas del banco (su rol es recibir, registrar y dar seguimiento al procesamiento de las semillas desde que llegan hasta que son despachadas a los viveros); y Gregorio Vásquez, coordinador del banco de semillas y encargado del vivero en Nigua.
¿Cómo inicia todo?
Un equipo de unas 50 personas (hombres y mujeres) recorre el país entero visitando lugares donde recolectar semillas.
Los recolectores se encargan se organizar e identificar el material que llega al banco.
Lo que se colecta depende en gran medida de los planes que contempla el plan de reforestación, explica Porfirio.

La prioridad son las especies endémicas y nativas. Saben dónde colectarlas y la mejor época para hacerlo, siguiendo un calendario de “floración” que últimamente ha cambiado debido a alteraciones relacionadas con la crisis climática.
“Ha habido unos cambios significativos en lo que es la producción de semillas; ha habido reducción y mucha variación en el tiempo. Especies que antes teníamos que colectar en junio, en mayo hay que estar chequéandoles la madurez”, sostiene Porfirio.
Hay dos temporadas fuertes de recolección. En los primeros cuatro meses del año hay una gran fructificación de caoba, cedro, cabirma, ceiba, almendro y simarubáceas (Juan Primero, aceituno). Mayo es un período medio muerto y en junio encontramos guaconejo y más cabirma, expresa Porfirio.
“Los últimos cuatro meses del año son de buenas fructificaciones. Ahí hay coníferas, pino criollo, sabina, mara, cedro criollo, cigua, guayacancillo, caya amarilla, yaya…”

Los recolectores tienen fuentes semilleras identificadas, ya sean bosques naturales, áreas protegidas o zonas con manejo.
Las Meliaceae abundan en la región Sur y en la línea Noroeste, mientras que en la zona de Constanza recolectan ébano, sabina y pino criollo (también al norte de Azua). En la zona de San Francisco de Macorís, Bonao y La Vega encuentran especies como la cabirma de guinea y cola.
“Ahora mismo tenemos un potencial grandísimo en la línea Noroeste, donde colectamos especies que no se colectaban antes, como la peonía”, sigue Porfirio.
La mayoría de las semillas se recogen subiéndose al árbol. En las brigadas de recolectores hay especialistas en subir y bajar de los árboles. Usan lonas y envases adecuados para recoger y conservar las semillas muy pequeñas.
“La semilla es un ser vivo –explica Porfirio-. Al recolectarlas en el campo tienes que tener un depósito temporal antes de traerlas aquí. La respiración implícita de las semillas las calienta, estas sudan y se dañan; entonces hay que tener pendientes el trasporte y el tiempo desde que se recogen hasta que llegan”.

Todas las semillas recolectadas en el país entero llegan al banco. Y llegan identificadas. “Es nuestro trabajo”, dice el técnico forestal.
Una vez en el banco, inicia un meticuloso procesamiento que incluye macerar o romper los frutos para obtener las semillas, limpiarlas y dejarlas listas para ser sometidas a un análisis de laboratorio que asegure su viabilidad.
De obtener y limpiar las semillas se encargan con paciencia y concentración unos 20 obreros (hombres y mujeres) que viven en la comunidad de Nigua.
Las semillas se registran en un formulario que indica su nombre común y científico, procedencia, fecha de recolección, nombre del recolector, si el fruto es carnoso o seco y el tipo de semilla: ortodoxa o recalcitrante.

¿Cuántas? A lo largo de estos años, el banco ha llegado a recolectar unas 88 especies. Actualmente manejan unas 60 especies entre endémicas y nativas. Introducidas, apunta Francisca, no han llegado a colectar más que unas cuatro o cinco especies.
En un año pico de recolección se manejan 120,000 kilos de frutos. Hace dos años la cifra alcanzó los 90,000 kilos de frutos de los que se extrajeron 6,500 kilos de semilla limpia.
Gregorio explica que reciben diferentes tipos de frutos (en bayas o drupas) y en diferentes etapas de maduración. Luego de ser sacadas del fruto (con la ayuda del sol, las manos o un palo) las semillas se someten a un proceso de secado.

En el laboratorio, Rumarda se encarga de hacer los análisis de calidad física a las semillas.
“En el laboratorio se certifica la calidad del trabajo de la recolección y también del procesamiento. Hay una serie de análisis que se deben realizar para ver si las semillas son viables y si están en buenas condiciones”, explica la bióloga.
Para ello se sigue un riguroso protocolo.
La pureza, peso y contenido de humedad de las semillas se toman en cuenta en este análisis.

“Usamos un hidrómetro para medir la humedad relativa. Sabiendo la humedad relativa sabemos cuánto tiene de contenido de humedad la semilla. Para las semillas ortodoxas procuramos que esté de 40 a 50 por ciento. Es un aliado de nuestro trabajo porque antes usábamos un horno”.
Una lupa y una evaluación microscópica se usan para analizar las partes que no son visibles a simple vista, comenta Rumarda, “como el embrión y algunos organismos que vienen en la semilla”.
“También se les toman rayos X porque a veces las vemos perfectas pero puede que no estén bien maduras o que hay una plaga acabándolas. Son pruebas rápidas que se hacen para determinar la viabilidad. Imagínate que después de todo el proceso que se les realiza aquí, por un descuido de humedad se pierda todo un lote”.
Tomando nuevas muestras se sabrá cuándo las semillas deben ser retiradas, empacadas y almacenadas en el cuarto frío, concluye Rumarda.
La temperatura en el cuarto frío oscila entre los 3 y 5 grados.
¿Cuánto tarda todo este proceso?
“Lo mejor es que los frutos sean procesados en el menor tiempo posible”, señala Gregorio.

Aunque algunas especies avanzan más que otras, entre una semana u ocho días laborables un lote debe estar listo para ser almacenado en el cuarto frío.
La premura con que se despachan las semillas a los 52 viveros del Ministerio de Medio Ambiente repartidos por todo el territorio nacional depende también del tipo de semillas: las recalcitrantes deben enviarse rápido, mientras que las ortodoxas pueden seguir los planes de programación que elabora el Departamento de Producción de Plantas a partir de órdenes de despacho.
En toda su capacidad, los viveros del Ministerio pueden registrar una producción de 18 millones 500 mil plántulas al año, asegura Figuereo.
Además de suplir las plántulas del plan de reforestación, también se entregan donaciones a fundaciones y empresas interesadas en organizar jornadas de reforestación y se disponen algunas cantidades para fines de conservación.

SOBRE EL PLAN DE REFORESTACIÓN
“El plan de reforestación que nos entregó el Presidente el 5 de junio de 2023, a dos años y con metas claras y específicas, estamos cerca de cumplirlo”, explica Elías Figuereo a Listín Diario.
La meta es reforestar unas 320 mil tareas en ese período de tiempo equivalentes a 20 millones de plántulas.
A la fecha, se han plantado 17, 218, 751 plántulas en 310, 094 tareas.
METAS NUEVAS
A partir de agosto, adelanta Figuereo, comienza un nuevo plan de reforestación mucho más ambicioso, “con un 30% más de alcance que el que culmina ahora el 5 de junio”.
El segundo abarcaría de 2025-2028.
“Estamos saliendo a camino con la meta que nos propusimos de impulsar el Plan Nacional de Reforestación. La primera etapa fue un gran desafío. Es algo que no se conoce muncho en el país. Las áreas están georeferenciadas. Podemos ir a ver”.
Para asegurar las buenas prácticas en el programa se están socializando e implementando nuevas estrategias.
“No estamos despachando plantas sin saber dónde se van a plantar y, cuando se plantan, un técnico de nosotros nos envía las coordenadas para registrarlo todo y darle seguimiento”.