Acabar con el riesgo de migración por los desastres: más caso al conocimiento tradicional y menos al de los asesores
La Oficina de las Naciones Unidas para la Reducción del Riesgo de Desastres advirtió este martes que las catástrofes meteorológicas provocaron el desplazamiento de más de 30 millones de personas durante el año 2020 y vaticinó que esta cifra aumentará ante el constante aumento de fenómenos atmosféricos extremos.
El aviso se produjo durante un panel de la 7ª Sesión de la Plataforma Global para la Reducción del Riesgo de Desastres celebrada recientemente en Bali, Indonesia, donde se examinaron las opciones de fortalecimiento de gobernanza con el fin de reducir los riesgos de desplazamiento por desastres.
Varios de los ponentes concluyeron que una de las cuestiones más necesarias para reducir el desplazamiento es colaborar con las comunidades afectadas, especialmente las de los pequeños estados insulares y los pueblos indígenas.
La destrucción de un ecosistema es la devastación de una identidad y una cultura
El primer llamado de atención llegó en boca de la presidenta de la Asociación de Mujeres y Pueblos Indígenas de Chad, Hindou Oumarou Ibrahim, que afirmó que la desertificación supone una amenaza a la existencia de las comunidades indígenas y rurales.
«En tan sólo 50 años tendremos un desierto en medio de mi ciudad, Yamena«, dijo, un escenario futuro que comporta la pérdida de alimentos, y de los pastos y el agua para el ganado.
«La destrucción del ecosistema nos hace perder nuestro hogar: es parte de nosotros, de nuestra identidad, de nuestra cultura», añadió.
Ibrahim destacó la especial relación que tienen los pueblos indígenas con el ecosistema en el que viven y con los conocimientos tradicionales que han aprendido en su entorno, una sabiduría que sigue transmitiéndose de generación en generación.
«Hemos aprendido a saber cómo adelantarnos y prevenir algunos de los riesgos que se avecinan, que podrían obligarnos a desplazarnos», destacó, e indicó que los pueblos indígenas podrían usar sus conocimientos tradicionales para frenar el avance de las zonas desérticas y crear la «Gran Muralla Verde del Sahel».
«Somos expertos en plantar árboles, en reforestar sabanas, en restaurar los ecosistemas gracias a los métodos que utilizaban nuestros antepasados, y sabemos identificar los cultivos que son resistentes a las sequías», detalló.
Las personas migrantes de estas comunidades están especialmente en sintonía con los cambios en el medio ambiente, ya que han aprendido a identificar y responder a los cambios en el clima y la disponibilidad de recursos, reubicándose con las estaciones.
«Pero somos migrantes por vocación», subrayó, «no nos obliga a desplazarnos el cambio climático».
Las comunidades indígenas tienen las herramientas, pero necesitan encontrar la manera de compartirlas con las personas adecuadas para limitar aún más el riesgo de desastres.
Ibrahim explicó cómo el agotamiento de los recursos hídricos en la zona del lago Chad obligó a las comunidades locales de pescadores y agricultores a desplazarse al perder sus medios de subsistencia.
Como solución, destacó que el uso de herramientas tecnológicas de mapeo por satélite unido a los conocimientos tradicionales locales sirvió para elaborar una mejor comprensión de los recursos físicos y culturales. De este modo, las comunidades consiguieron negociar el reparto de los recursos evitando conflictos.
La cartografía de los recursos tradicionales también permite preservar los conocimientos locales para transmitirlos a las generaciones futuras.
Por último, destacó que los conocimientos tradicionales que poseen las abuelas y los abuelos de cada comunidad sobre riesgos ante desastres se han acumulado durante generaciones garantizando la supervivencia de los pueblos. “Este tipo de conocimiento debe valorarse por encima de las estrategias de los consultores externos”, afirmó.
Fiyi: cómo un archipiélago puede aprender de las experiencias pasadas
Por su parte, el director de la Oficina Nacional de Gestión de Catástrofes de Fiyi destacó que ante fenómenos extremos los Estados insulares del Pacífico requieren cada vez más de una planificación por adelantado y puso como ejemplo los dos ciclones de categoría cinco que azotaron a su país en 2016 y 2020.
Vasiti Soko explicó que el análisis de la respuesta al ciclón tropical Winston de 2016 sirvió para aprender y mejorar el funcionamiento de la Oficina ante desastres. Una de las conclusiones del estudio fue la necesidad de mejorar el vínculo con las comunidades, especialmente con los grupos marginados.
«Teníamos que mirar más allá del centro de evacuación», dijo. Una vez pasada la emergencia, se supone que las personas evacuadas volverán a sus casas y se «recuperarán de forma natural», y que el apoyo de la familia y la comunidad será suficiente.
“Fiyi entiende que, si no se controla, el desplazamiento será un reto en el futuro», destacó, ya que “tenemos comunidades dispersas en vastos océanos y encaramadas en pequeñas islas volcánicas«.
Traslado de poblaciones entre islas del Caribe
El director de Resiliencia Climática y ante Desastres de la Organización de Estados del Caribe Oriental, dijo que la erupción en 2021 del volcán La Soufrière en San Vicente provocó un importante desplazamiento interno, pero que en realidad menos de 200 personas abandonaron la isla.
Un hecho que no se produjo durante la temporada de huracanes de 2017, cuando hubo evacuaciones masivas ante la embestida de tres huracanes de categoría cinco en la región.
«Tras el huracán Irma, toda la población de Barbuda… fue evacuada a Antigua», recordó.
Crispin D’Auvergne destacó que gracias a los acuerdos de libre circulación entre algunas islas de la región muchas personas pudieron alejarse de las regiones propensas a los desastres, facilitando los viajes y un mayor acceso al empleo, la escolarización y otros servicios.
El experto indicó que la pandemia de COVID-19 complica aún más las evacuaciones, el distanciamiento social se hace más difícil, y que algunos evacuados se mostraron reacios a vacunarse como condición para el traslado.
Un reto adicional es la recopilación e intercambio de datos sobre los desplazados, para seguir sus movimientos entre las islas y comprender mejor su recuperación y retorno.