Abraham Abud Antún

27-05-2021
Medioambiente
Ojalá, República Dominicana
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Foto: Ricardo Hernández, Listín Diario

Si el profesor Eugenio de Jesús Marcano fue mi mentor científico y padre espiritual, Raymundo Hansen del Orbe y Abraham Abud Antún (Bambán) fueron mis hermanos mayores en esa familia en espíritu que convocara nuestro querido Profesor Marcano.

A Hansen y Bambán, ambos de la primera promoción de ingenieros agrónomos de nuestra Alma Matter (UASD), los conocí en “La Cueva de Marcano”. ¿Dónde más?

Por el año 1977, cuando cursaba la Botánica General con el profe Marcano, llegaba lo más temprano que podía para no perderme las tertulias de entre clases, habituales entre todos los profesores de Botánica y otras asignaturas de Agronomía y Biología que, en “La Cueva” y la facultad cercana se impartían.

Entonces los biólogos y estudiantes de Biología éramos literalmente “cuatro gatos”. Hoy sumamos alrededor de trescientos.

El Profesor Marcano tenía reglas estrictas para algunas cosas como la participación en viajes de campo, sobre todo si involucraban paradas donde algún miembro de su familia. Bambán, por ejemplo, fue vetado por el profe Marcano de volver a casa de doña Mita, su madre, por haberle hecho el desaire a un sancocho que ella había preparado con mucho amor para el grupo.

Estoy segura de que algún problema de alergias o intolerancia tenía Bambán que le impedía ingerir el manjar, pero el hecho es que no fue invitado de nuevo. Según contaba el propio Bambán, anduvieron el país completo, pero no fue invitado de nuevo a la mesa de doña Mita. Y no valieron los ruegos y pedidos. El Profesor era hombre de una palabra.

Las tertulias luego se hacían también en la casa de la Madame Curie, con café, claro está. Bambán por esos años tenía un Citroen (entonces llamados “patitos feos”), que fue el vehículo oficial del equipo Marcano por mucho tiempo.

Fue asombroso como Bambán se convirtió, para mí, en Abraham Abud Antún cuando empezaron a celebrarse en el Naturalista Postal, las especies con epiteto abudantuni que le dedicaban los especialistas por su trabajo tesonero y cuasi obsesivo.

El Profesor Marcano estuvo siempre orgullosísimo de su alumno aventajado y sé que lo tranquilizaba saber que su legado entomológico estaba asegurado con alumnos como Bambán y Ludovino Fernández (primer encargado de Entomología del Museo Nacional de Historia Natural –MNHNSD-)

Al principio, Bambán no me caía muy bien (juventud y timidez, malas consejeras) pues era muy extrovertido y “cuerdero” como todos los agrónomos de su tiempo a quienes conocí. Pero con el tiempo ambos maduramos y para él me convertí en “Finita” porque sus hijas eran alumnas de mi compañero Ramón Tejeda en el Colegio Dominicano De La Salle, a quien sus alumnos, por razones obvias, llamaban el profe Finito. Así, por extensión, yo pasé a ser Finita en nuestra familia espiritual.

Espero que estén todos juntos en el cielo de la biodiversidad todos mis maestros y maestras, compañeros entrañables que tan grande y extenso legado nos han dejado. Nuestra nación y nuestra comunidad científica no fueran posibles sin ellos y su formidable trabajo científico. Hasta siempre a todos y todas.