Los cimientos de la Iglesia ortodoxa también se tambalean bajo las bombas

11-04-2022
Laicidad/ Religiones
Público, España
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El pasado 22 de Marzo, el presidente de Ucrania, Volodímir Zelenski, dirigió un discurso en directo al Congreso de los Diputados de unos diez minutos. Durante esa intervención, quiso destacar la diversidad del país, su espíritu democrático y su perfil no beligerante. Para ejemplarizarlo, tomó a la Iglesia ortodoxa ucraniana como referente: «Hemos creado el Consejo de Iglesias y Comunidades Religiosas de Ucrania. En este Consejo están representadas diferentes confesiones, distintos puntos de vista sobre la vida social. Las relaciones entre el Estado y la Iglesia siempre se han desarrollado de forma pacífica, dentro del respeto mutuo en el seno del Consejo», relataba.

El organismo que menciona fue creado en 1996. Actualmente integra a 16 iglesias y organizaciones religiosas, así como una organización intereclesiástica, que integra credos ortodoxos, griegos, católicos, protestantes y evangélicos. En su conjunto, ofrece representatividad a más del 90% de todas las organizaciones religiosas de Ucrania. Sin embargo, los asuntos religiosos no siempre han sido un remanso de paz allí.

«La propia creación del Consejo de Iglesias puede interpretarse como una demostración pública del carácter abierto, ecuménico y dialogante de las instituciones religiosas ucranianas, en comparación con la iglesia ortodoxa rusa. Pero también se puede leer como una intromisión del poder político en las cuestiones de la Iglesia«, advierte Óscar Salguero, antropólogo social. 

«Esta ideación del gobierno de Zelenski, no es sino una continuación de una práctica que su predecesor ya había puesto en marcha: el Patriarcado Ecuménico de Constantinopla atendió la petición no de la Iglesia, sino del Presidente, Petró Poroshenko, y del Parlamento ucraniano, para reconocer la autocefalia de la Iglesia ortodoxa en Ucrania nombrando a dos obispos como Exarcas. Los rusos no se lo tomaron nada bien», explica este investigador de Antropología, Diversidad e Integración (GINADYC) y Antropología de la Religión y la Espiritualidad (ARESIMA).

Un cisma histórico

El anterior primer ministro ucraniano, Poroshenko, tuvo claro que este giro formaba parte de su estrategia política proeuropea. «Dios ha visto la lucha por la independencia del pueblo ucraniano, ha escuchado nuestros rezos y ha respondido a nuestras plegarias. Es su voluntad que se cumpla el sueño por el que hemos luchado toda nuestra vida: no depende más de la Iglesia Ortodoxa de Rusia», declaraba triunfalista en 2019, cuando se produjo el cisma histórico.

La Iglesia ortodoxa de Ucrania consiguió la autorización del patriarca ecuménico de Constantinopla, Bartolomé I, para dejar de depender de Rusia después de tres siglos. El metropolitano de Kiev, Epifanio, pasó a convertirse entonces en su máximo representante y Kirill, patriarca de Moscú, dejó de mencionar al primero durante sus liturgias, como protesta por haber respaldado esta escisión. Comenzaba la rebelión.

«No podemos olvidar que Kiev representa el corazón de la Iglesia ortodoxa rusa. Allí se encuentran las ruinas del templo de Quersonesos [ciudad en la parte suroeste de Crimea, conocida como Táurica], el lugar donde las Iglesias ucraniana y rusa nacieron. 

Es un enclave espiritual importantísimo para los fieles y perder este activo, no era una opción para Kirill», señala el padre Víctor García, de la Iglesia Ortodoxa de San Serafín de Sarov, San Leandro y San Isidoro (Sevilla), inscrita al Patriarcado Ecuménico. «También es fundamental especificar que los ucranianos, aunque no son el núcleo ortodoxo más numeroso, forman una comunidad tradicional y profundamente religiosa. Su pérdida supone un duro golpe para Rusia», añade.

Una guerra de poder

La fractura ha sido inevitable. En 2018, el 42,7% de los creyentes ortodoxos de Ucrania se declaraban feligreses de la Iglesia ortodoxa ucraniana del Patriarcado de Kiev. Un año después, en una investigación llevada a cabo conjuntamente por tres centros de estudios sociológicos de Ucrania, el 70,7 % de los 11.000 encuestados se declaraba cristiano ortodoxo.

El 43,9% de estos dijo ser feligrés de la unificada Iglesia ortodoxa de Ucrania, el 38,4% afirmó ser simplemente ortodoxo y solo el 15,2% era seguidor de la Iglesia ortodoxa ucraniana del Patriarcado de Moscú.

«Este conflicto viene ya de lejos. El patriarcado de Moscú, por el número de fieles en el mundo y por la fuerza de su implantación, reivindicaba una posición de mayor preeminencia que la primacía simbólica de Constantinopla. Esta reivindicación alcanza su momento álgido con la crisis de Crimea», analiza Salguero, coautor del libro Las iglesias ortodoxas en España: retos y perspectivas.

«En aquel momento, los rusos, seguidos de otras iglesias como la búlgara, no asistieron al gran sínodo ortodoxo celebrado en Creta (Grecia) durante el mes de junio de 2016, evidenciándose la profundidad del desencuentro en lo relativo al papel de Ucrania como iglesia autocéfala», recuerda.

Acontecimientos históricos como ese evidencian que en Rusia se ha producido una instrumentalización bilateral: Vladímir Putin ha utilizado a la Iglesia como ariete contra Ucrania y, a su vez, la cúpula religiosa ha encontrado en el presidente el respaldo necesario para recuperar su influencia en la era posterior a la URSS. «Ambos pueblos, rusos y ucranianos, han empleado la religión para inspirar teorías políticas, incluso en el período soviético», recalca Stefano Caprio, sacerdote italiano y experto en Rusia del Pontificio Instituto Oriental.

«Hoy, las dos Iglesias son el símbolo de la hostilidad histórica e ideológica entre rusos y ucranianos, y después del conflicto, la relación entre ambas se volverá a discutir porque, entre las 15 Iglesias ortodoxas nacionales que existen en todo el mundo, solo Constantinopla, Atenas y Alejandría reconocen la autocefalia ucraniana, que es rechazada por Antioquía y Serbia. Las demás se habían mantenido neutrales hasta ahora, pero la invasión rusa está desplazando a la mayoría a posiciones opuestas a Moscú», aclara.

La ortodoxia de Putin

El Kremlin lleva años aumentando la influencia y la riqueza del Patriarcado de Moscú. En 2016 le otorgó un presupuesto de 2.600 millones de rublos [casi treinta millones de euros] y, un par de años más tarde, inició una campaña de donaciones para levantar un enorme templo ortodoxo a 75 kilómetros de Moscú que simbolizará «la espiritualidad del Ejército ruso». Se consagró en 2020 y cuenta con una extensión de 11.000 metros cuadrados que servirán para dar cobijo a 6,000 personas.

Oleg Lukín, analista especializado en Rusia y colaborador de El Orden Mundial, subraya la simbiosis que se ha establecido entre ambos poderes: «Kirill se ha encargado de legitimar el conservadurismo de Putin y asociar la postura proeuropea a la depravación. De esta manera, han conseguido vender la invasión como una especie de Cruzada contra Occidente».

Sólo tres días antes de invadir Ucrania, el presidente ruso pronunciaba un discurso televisado para convencer a su audiencia de que Kiev se afana en aniquilar su Iglesia. «Las autoridades ucranianas han convertido la tragedia del cisma en un instrumento de política y no responden a las peticiones del pueblo ucraniano para abolir las leyes que van contra los derechos de los creyentes que dependen del Patriarcado de Moscú», argumentaba.

Por su parte, Kirill pronunció un sermón en la catedral de Cristo Salvador durante el domingo del perdón, que da paso a la Cuaresma en Rusia, en el que no solo no condenó la ofensiva sino que apoyó la postura del Kremlin contra lo que denominó como «fuerzas del mal que luchan contra la unidad histórica de Rusia y de Ucrania». El patriarca de Moscú apeló incluso a la protección de una de las regiones claves de este conflicto: «Durante ocho años ha habido intentos de destruir lo que existe en el Donbass, donde hay un rechazo fundamental a los llamados valores que hoy son ofrecidos por quienes reclaman el poder mundial», arengó.

Todos contra Kirill

Esta posición ha levantado polvareda en su propia comunidad.  Los líderes de 15 iglesias ortodoxas y casi 300 sacerdotes rusos han firmado una carta en la que condenan la invasión. En Ucrania, 18 diócesis bajo la órbita de Kirill han dejado de mencionar su nombre durante sus liturgias, como acto de repulsa. «No hay excusa para aquellos que inician guerras», ha manifestado Onufriy, el patriarca ortodoxo de Kyiv.

En nuestro país, la Iglesia ortodoxa rusa en España y la Conferencia Episcopal Española (CEE) se han unido también para pedir el fin de la guerra en Ucrania y han apelado a «todos aquellos que tienen el poder de detener la violencia y la barbarie» para que reconstruyan la fraternidad.

«El apoyo a la guerra por parte del Patriarcado de Moscú, que trataba de proyectarse a nivel internacional con enorme apoyo del gobierno ruso, le ha pasado factura frente a otros patriarcados y sus fieles. En algunos puntos se ha tratado de presentar la invasión como una batalla a ultranza contra la homosexualidad, pero esto obviamente no ha dado muchos frutos», declara Lukín, investigador de construcciones culturales dentro del espacio postsoviético.

Este lunes, sin ir más lejos, se ha conocido la noticia de que los sacerdotes de la Iglesia Ortodoxa de Ucrania están recogiendo firmas para hacer un llamamiento al máximo tribunal de justicia ortodoxo, el Consejo de Prelados de las Antiguas Iglesias Orientales, a fin de que evalúe las acciones del líder de la Iglesia ortodoxa rusa. Lo acusan de herejía y apoyo a la invasión militar de Rusia.