Volver a los protocolos
Es imposible escribir, mucho menos entender, que un bebé pierde la vida en un centro dedicado a su atención y protección.
Igual que tú, siento el dolor de la madre de Maikel. Nada puede consolar la tristeza que siente esta familia. Para ellos, pido a Dios auxilio y paz.
Lo ocurrido en el Centro de Atención Integral a la Primera Infancia (Caipi) Pueblo Nuevo, en San Francisco de Macorís, ha dejado de luto a la provincia Duarte.
El modelo de atención a la primera infancia se concibió para brindar cuidado integral de calidad. Se desarrolló desde el diseño y construcción de la infraestructura, la contratación y capacitación permanente del personal, y la elaboración de reglas, lineamientos y procedimientos.
El proceso de contratación de personal era riguroso. Se invertía de manera permanente en su formación y capacitación. El personal que atendía directamente a los niños y niñas entendía su gran compromiso y responsabilidad. Todos asumieron su protección con amor, vocación y entrega.
Se crearon guías, manuales y protocolos con los que se orientaban y estandarizaban los servicios que recibían los niños, niñas y sus familias en los Caipi y CAFI.
Había protocolos establecidos paso a paso, desde la forma de recibir a cada alumno, identificando su estado físico general y notificando posibles situaciones de vulnerabilidad; hasta un protocolo para la salida.
Se trabajaba apegados a lineamientos claros para todo el proceso de atención: la alimentación, el cambio de pañales, el uso del baño, ya sea en el área de juegos, las aulas, el baño o comedor, se identificaron posibles riesgos y medidas para evitarlos.
De manera muy especial, se recalcaba en los protocolos de seguridad y cuidado que cada estudiante siempre debe estar con un adulto cuidador.
“Durante los desplazamientos dentro del Centro, los niños y las niñas en todo momento deben estar acompañados por una persona adulta. En ningún caso deberán deambular solos por el Centro”, establece el protocolo para subir y bajar escaleras.
Se pensaba en proteger la integridad en cada momento. Existía una guía para la limpieza e higiene, para el manejo de vehículos, etc.
Se tenía un estricto control de calidad. Estos documentos se revisaban y actualizaban de manera constante.
¿Qué ha pasado con estos protocolos?
¿Todavía se aplican estos lineamientos para la gestión de riesgo?
¿Se ha dado continuidad a los criterios de contratación de personal para el cuidado de los niños y niñas?
¿Cómo se verifica la calidad de la atención en cada estancia?
¿Cómo se asegura la integridad de cada niño y niña?
Con urgencia, Inaipi, Conani, escuelas y colegios, guarderías, hospitales, y todos los centros que brindan atención a la infancia necesitan evaluar su gestión del riesgo.
Los adultos tenemos la responsabilidad de garantizar la supervivencia, la integridad y la protección de los menores de edad. Evitemos que una tragedia tan desgarradora nos ocurra otra vez.
Kenia Lora Abreu
Comisión de Niños, Niñas y Adolescentes del PLD