La historia del ecólogo que revolucionó el cuidado de las zonas verdes de Bogotá

26-11-2024
Hábitat urbano | Medioambiente
Cambio Colombia
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El esfuerzo del ecólogo Juan Caicedo, creador del Grupo Ecomunitario, es un ejemplo feliz y esperanzador sobre el impacto de iniciativas comunitarias en las políticas públicas que velan por la biodiversidad en Bogotá.

Un plaguicida mundialmente conocido –y prohibido– por matar de forma masiva aves, abejas, mariposas e insectos. Un veneno para ratas probadamente malsano para la conservación básica de la fauna, letal para gavilanes y aves, y de alto riesgo para las mascotas.

Un diseño paisajístico obsoleto y obtuso que en vez de fomentar la biodiversidad y la resiliencia de las zonas verdes y los suelos protegidos, respondía testarudamente a la cantidad de árboles sembrados, sin ciencia ni creatividad y sin ninguna consideración de la biodiversidad presente y potencial.

Guías generales y desactualizadas sobre las aves y el arbolado de Bogotá. Administraciones distritales, una tras otra, abordando con desdén la Estructura Ecológica de la gran metrópoli del país más biodiverso por metro cuadrado de la tierra. 

Ese fue el panorama con el que se encontró Juan Caicedo, ecólogo nacido en California, pero de padres colombianos, cuando decidió mudarse a un edificio adyacente al parque El Virrey para transformar, junto a su esposa, una de las zonas verdes urbanas más importantes de la capital. 

Su historia es un llamado a la acción ciudadana para cuidar el hábitat que nos sostiene y nos circunda. Un ejemplo de proactividad y pertenencia que da cuenta, con elocuencia y resultados, de que las iniciativas comunitarias sí pueden tener un impacto transformador en las políticas públicas de las cuales depende que en el mediano y largo plazo Bogotá sea, o no, una ciudad habitable. 

De California al parque El Virrey

En el 2011, Juan Caicedo viajó a Colombia desde California para visitar familiares regados por Cali, Popayán y Bogotá y para avistar aves, una de sus grandes pasiones. Las vacaciones, presupuestadas para durar tres meses, se convirtieron en una estadía que ya lleva más de trece años. 

Desde el 2013, después de trabajar por dos años en proyectos de ecoturismo en diferentes ciudades del país, se instaló junto a su pareja en El Virrey, sin sospechar que se convertiría en un actor clave para la conservación, el mantenimiento y la biodiversidad de la Estructura Ecológica de Bogotá.

Su activismo se puso en marcha a raíz de las preguntas básicas de un ecólogo recién trasteado a un barrio atravesado por uno de los parques más reconocidos de la ciudad. ¿Existen guías de aves y otra fauna del parque El Virrey? ¿Qué se sabe de la flora del área? ¿Su mantenimiento y cuidado responden a objetivos de conservación y biodiversidad? ¿Qué pasa con sus residuos orgánicos? ¿La tala y otros manejos del arbolado se da de forma responsable e informada? ¿Saben sus vecinos y visitantes qué es todo eso que late bajo sus suelos, en sus jardines y en las copas de sus árboles?

Sus hallazgos –desde el punto de vista de un ecólogo californiano acostumbrado a una cultura de conservación urbana antigua y sofitsticada– fueron desconcertantes e inverosímiles: pocos registros sobre la fauna y la flora del parque; de las 115 especies de sus árboles en pie, el 90 por ciento se repartían entre solo 15 especies y el 50 por ciento entre 6: un rango de biodiversidad muy por debajo del recomendado por los expertos; la ausencia de investigaciones académicas con respecto a la  producción de alimentos a lo largo del año como néctar, polen, frutos y semillas y sobre la interacciones con la fauna silvestre.

“En Bogotá  la biodiversidad urbana pasaba desapercibida y la gestión de los parques y suelos protegidos como el Virrey se centraba en usos como la recreación y un paisajismo ornamental”, le dijo a CAMBIO el ecólogo e historiador natural en un intento por explicar el panorama con el que lo recibió su nuevo barrio. 

Bolsero dorsiamarillo en el Gran Chicó. Bolsero dorsiamarillo en el Gran Chicó. Créditos: Grupo Ecomunitario

Del desconcierto pasó a la acción bajo la sombrilla del Grupo Ecomunitario, la organización que fundó junto a su pareja María Stella Sáchica, abogada ambiental y consultora experta en servicios jurídicos en torno a la ecología y la biodiversidad urbana y el desarrollo territorial. 

Juntos, en una linda historia de amor alimentada por su misión común de visibilizar y poner en el centro de la discusión del vecindario la urgencia del cuidado de su parque, empezaron a indagar y a exigirle a las entidades locales cuentas claras sobre su acción en la zona verde protegida y áreas verdes colindantes. 

En principio, la respuesta que recibieron de las entidades competentes al hacerles llegar estudios que hacían evidente la urgencia de cambiar y actualizar sus prácticas fue reactiva y reacia: “Las propuestas requieren más estudios y contar con el visto bueno de diferentes áreas de las entidades”,  “Eso quizá funcione en Estados Unidos y en Europa, pero no acá”, “Lo que proponen es inviable”, dicen que les dijeron en el Instituto de Desarrollo Urbano (IDU), la Secretaría de Ambiente, el Jardín Botánico y la Alcaldía.

Lejos de rendirse ante la inercia y la burocracia, con la evidencia en mano y con la firmeza jurídica de llegar hasta las últimas consecuencias para auditar e incidir en las políticas públicas, lograron gradualmente ser escuchados, incidir y revolucionar las prácticas de mantenimiento y conservación del parque. 

«Entre más diversidad, más resiliencia» 

Diez años después, ecuánime pero sin esconder la satisfacción y el orgullo, Juan Caicedo saca pecho porque gracias a las peticiones del Grupo Ecomunitario y a sus propuestas alternativas, en el parque El Virrey –y en toda la ciudad– se abandonó el uso (y abuso) de plaguicidas tóxicos y prohibidos por los protocolos ambientales de las grandes ciudades. 

Como el monocrotofo, un veneno responsable de matar masivamente abejas nativas, aves, y fauna en general, que estuvo entre los preferidos de la ciudad en las últimas décadas. Apoyadas en sus recomendaciones, las entidades han hecho un viraje considerable hacia productos orgánicos para tratar las plagas. 

Juan Caicedo y María Stella Sáchica, fundadores de Grupo EcomunitarioJuan Caicedo y María Stella Sáchica, fundadores del Grupo Ecomunitario. Créditos: Juan Caicedo

Otro gran hito de Grupo Ecomunitario es haber cambiado el diseño paisajístico del parque –y de la ciudad–: ahora la siembra de nuevos árboles, así como el diseño de los viveros que lo alimentan, es multiespecie y multiestrato, todo con el fin de que las amenazas del arbolado de la capital  –plagas, sequías, tormentas– se repartan entre la mayor cantidad de especies y a su vez aumenten la cantidad y calidad de alimento para la fauna residente y migratoria.

Caicedo explica con sencillez su premisa de cabecera: entre más diversidad, más resiliencia del de los bosques urbanos; entre más resiliencia, más servicios ecosistémicos para los ciudadanos: limpieza del aire, sombra, abundancia, biodiversidad, belleza. 

Abejorro en el Gran ChicoAbejorro Bombus Hortulanus. Créditos. Grupo Ecomunitario 

En la práctica, claro, no es tan sencillo: coordinar el crecimiento de árboles de especies diversas, con tiempos de crecimiento y de floración dispares, implica logística, voluntad y técnica. Pero esto, dice Caicedo, es más bien una oportunidad para corroborar que la conjunción entre inteligencia natural y humana puede resultar en parques, humedales, corredores verdes, jardines residenciales más sanos, diversos y resilientes. 

Del Virrey a toda Bogotá 

El otro gran hito de su organización, quizá el más importante, es haber trascendido la injerencia localizada y extrapolado sus prácticas ambientales del Parque Virrey a todas las áreas verdes de polígono del Gran Chicó: 261 hectáreas distribuidas entre la calle 85 y la calle 94 desde la autopista hasta el límite urbano con los Cerros Orientales. 

Y aún más grande: el último POT, que se firmó en la administración de Claudia López, acoge el concepto de polígonos que van más allá de solo las Estructuras Ecológicas Principales de la ciudad, sino que también integran  sus cuencas, humedales y zonas verdes no protegidas. Es decir que la influencia que empezó en las 10,5 hectáreas del parque de su vecindario, llega hoy a las 18.000 hectáreas que comprenden lo que el POT denomina como Conectores Ecosistémicos de la capital. 

Además de los puntos mencionados anteriormente, la organización ha liderado y asesorado a entidades Distritales para la construcción de jardines biodiversos que aseguran que la fauna tenga el alimento suficiente –frutos, semillas, néctar y polen– para conservarse. Sus innovadoras estrategias para aprovechar los residuos orgánicos de los parques y bosques urbanos –que en madera, hojarasca y césped cortado suman toneladas– le han ahorrado millones a la ciudad.

Ahora, los troncos de árboles muertos, casi siempre talados por necesidades urbanas o por prevención, se aprovechan al máximo como alimento para la fauna y abono para los suelos; lo que le ahorra al distrito cientos de viajes de camiones cargados, de extremo a extremo de la ciudad, hasta los paraderos a donde los desechos orgánicas históricamente han ido a parar.  

De murciélagos, mariposas, libélulas y aves 

A diferencia del panorama con el que Caicedo se encontró diez años atrás, hoy puede decir que el registro de aves, murciélagos y otra fauna tanto en El Virrey como en el polígono del Gran Chicó ha tenido un avance cuántico. De nuevo, la participación del Grupo Ecomunitario ha sido vital: Caicedo es couator del primer inventario de aves, mariposas y de flora vascular del Gran Chicó, así como de la primera guía de libélulas de la Sabana de Bogotá, en la que se consignan 14 especies. 

Gracias a su activismo –después de notar la presencia de varias especies de murciélagos en El Virrey, le  escribió a todas las universidades y a todos los profesores que los tuvieran en cuenta como objeto de estudio–, la Universidad Nacional, en cabeza de la profesora experta Yaneth Muñoz-Saba, respondió e hizo toda una investigación que se tradujo en la Guía de Campo Murciélagos del Parque El Virrey. 

Mariposa en el Gran Chico Eueides isabella dynastes. Crédito: Grupo Ecomunitario. 

Además, en un ejemplo feliz de ciencia ciudadana, a través de las plataformas iNaturalist y eBird, con la cooperación de más de 400 vecinos y visitantes, el Grupo Ecomunitario tiene el mejor registro de los seres vivos que habitan y sostienen el Gran Chico. Allí están, pasen a verlas, las 121 especies de aves del polígono, con sus 53 especies migratorias. Y las mariposas, polillas, insectos, con las respectivas plantas y flores que les sirven de alimento. 

Ahí está, como lo soñó Caicedo, la bitácora viva de una de las zonas más biodiversas de la ciudad. Además, con el Sendero Ambiental del Gran Chicó, que inauguró en 2023, queda al alcance de todas y todos, gratis, como una invitación abierta a enamorarse y a participar del cuidado del hábitat común, los parques, los bosques urbanos, los humedales, los corredores verdes. Porque nadie lo va a hacer por nosotros.

La biodiversidad, lo confima la historia de Caicedo y del Grupo Ecomunitario, no está solo allá fuera, lejos, en los rincones remotos del país. La biodiversidad también está en juego en cada uno de los parques que, en silencio, limpian el aire, dan sombra, regulan el clima y llenan de vida y belleza nuestra furiosa y caótica selva de asfalto.