Todavía como pedagogía
En medio de llantos desesperados, logro descifrar lo que mi hijo está intentando decirme: “¡¡¡Es que NO lo sé hacer!!!”.
Estaba frustrado porque el colegio le estaba pidiendo que escribiera la letra g y él no sabía cómo hacerla en cursiva.
El confinamiento me agarró en medio del proceso de lecto-escritura de mi hijo, en español y francés, y yo, economista y madre, no maestra, no sabía que hacer.
Busqué y busqué hasta encontrar el libro The Yes Brain, escrito por Daniel J. Siegel y Tina Payne Bryson. ¡Una joya! Enseña cómo se puede estimular a los hijos a desarrollar un razonamiento inclinado al sí, a la esperanza y a la resiliencia.
Siegel y Payne inician explicando que si tu hijo está actuando de una forma irracional, como tirar juguetes, gritar, morder, etc, es que la corteza prefrontal del cerebro -responsable de que los seres humanos sean capaces de adaptarse y regular sus emociones en la adversidad- no se ha terminado de formar.
Lo primero es el balance emocional, explican; sin embargo, para poder enseñarle, debe establecerseuna conexión, un puente de comunicación, que solo se logra escuchándolo y haciéndolo sentir seguro y amado. Esto no significa darle siempre la razón, sino mediante afecto físico, expresión facial empática y palabras cariñosas.
Ese puente se construye más fácil, jugando con ellos. Los niños adoran jugar; ese es su lenguaje. Por tal razón, los deportes, juegos libres (topao, escondido, pelota caliente, etc) y juegos de mesa, son muy buenos para desarrollar esa habilidad de autorregulación, porque aprenden que las cosas no siempre suceden como se quiere (ganar) y esas pequeñas frustraciones lo preparan para manejar grandes emociones y establecer límites.
Los niños pueden aprender a manejar sus emociones si saben sentirlas e identificarlas. En ese sentido, si minimizamos o anulamos sus emociones con expresiones como “¡ah, eso no te dolió, levántate del piso!” o “¿cómo va a ser que te vas a poner así por no comprarte un helado?”, no le estaríamos mostrando a nuestros hijos que los entendemos y bloqueamos la comunicación para que se expresen y pidan ayuda. Para nosotros, adultos, puede ser algo sencillo, pero para ellos, su mundo, puede estar derrumbándose.
Los autores nos enseñan a cambiar el discurso por uno como este: “veo que te duele, ¿cómo te sientes? ¿Sabes qué tienes que hacer? “Si necesitas mi ayuda, avísame”, porque hay que dejarlos ser creativos e imaginen cómo pueden ellos mismos resolver sus problemas, incluso qué juego inventarse cuando están aburridos.
Lo del aburrimiento me pareció interesante. Siegel y Payne señalan que hoy día los padres están tan ocupados y tan afanados por maximizar el tiempo de sus hijos, que les llenan sus agendas, cansándolos y dejándoles menos tiempo para dormir, haciéndolos más vulnerables a convertirse en personas emocionalmente volátiles.
El segundo fundamento del “Yes Brain” es la resiliencia; esa capacidad de saber que sobrepasar los obstáculos es parte del proceso y que dependerá de ti como enfrentes y respondas las situaciones difíciles.
Para crear resiliencia se necesita promover en ellos la receptividad y reducir las reacciones explosivas, para que puedan tomar buenas decisiones, considerando las consecuencias de las mismas.
Una de las mejores enseñanzas del libro es el uso pedagógico de la palabra “todavía”, pues promueve una actitud positiva de querer lograrlo. En mi caso, aprendí a sustituir el discurso “¡claro que sabes hacerlo!” por “es cierto, todavía no lo has logrado, pero si practicas, aprenderás a hacer la letra g”.
Así supe que si quería que mi hijo aprendiera a manejar su frustración por no poder lograr hacer algo, debía primero hacer estos cambios.
¿Qué te parece? Tú, padre o madre, ¿cómo manejas esas situaciones?
Ref. Siegel, Daniel J.; Payne Bryson, Tina. The Yes Brain. Estados Unidos, 2018. 208 páginas.
La autora es economista con máster en políticas públicas y sociales y madre de dos niños de 6 y 2 años de edad.
Espacio pagado
Quienes habitamos la Comunidad Ojalá sabemos que somos diferentes y nos alegra serlo.
Nuestros contenidos son útiles para comprender y mejorar la vida cotidiana. Están libres de publicidad. Los anima la curiosidad, el rigor y los financia la gente.
Únete. Participa. Haz un donativo.