El BCE mantiene los tipos de interés en el 4,5% y prevé ya un descenso más rápido de la inflación
La presidenta del Banco Central Europeo (BCE), Christine Lagarde, quiso dar una lección de química a los mercados al recordarles que un cuerpo no puede pasar de sólido a gaseoso sin ser antes líquido. En otras palabras: a una abrupta subida de tipos no le puede suceder una rápida bajada sin cruzar antes una meseta. Fráncfort decidió este jueves seguir dando pedaladas en ese llano y mantener los tipos de interés intactos, en el 4,5% —el 4% si te tiene en cuenta la facilidad de depósito—, la cota más elevada desde 2001. En la rueda de prensa posterior al consejo de gobierno, Lagarde trató de disuadir a los mercados sobre próximas rebajas. “No hemos discutido en absoluto sobre bajadas de tipos”, afirmó la francesa. Sin embargo, el BCE vislumbra ya el final del camino al constatar que la inflación cederá “gradualmente durante el próximo año”, acercándose por fin “al objetivo del Consejo de Gobierno del 2% en 2025″.
Fráncfort ya decidió congelar los tipos de interés el pasado mes de octubre después de 10 subidas consecutivas del precio del dinero, que pasó del 0% al 4,5% en apenas 14 meses. Lagarde prometió entonces más mano dura si la inflación repuntaba. Pero los datos apuntaron a la dirección contraria: los precios desbordaron todas las previsiones al subir solo un 2,4% en la zona euro en noviembre. A la vez, las proyecciones de las principales organizaciones internacionales apuntaban al Viejo Continente como el gran enfermo del globo, con un crecimiento anémico para los próximos años. Los mercados empezaron a descontar bajadas de tipos que enseguida se trasladaron a los mercados hipotecarios y de deuda pública. Esa dinámica se acentuó tras la reunión del miércoles de la Reserva Federal, de la que el BCE ha ido a rebufo en los últimos dos años.
Las nuevas previsiones del BCE dan, en parte, la razón a los mercados. Los economistas de la entidad han rebajado sus previsiones de inflación media de este año del 5,6% al 5,4%; la de 2024, del 3,2% al 2,7%, han mantenido en el 2,1% las de 2025 y han situado en el 1,9% las de 2026. “En comparación con las proyecciones de septiembre, esto supone una revisión a la baja para 2023 y especialmente para 2024″, afirmó Lagarde. También la inflación subyacente, según el BCE, se irá moderando, de modo que, en un claro giro hacia una posición más moderada, por primera vez en varios meses el comunicado ya no recoge una frase que llevaba el inequívoco sello de los halcones: “Se espera que la inflación se mantenga demasiado alta durante demasiado tiempo”.
Menos crecimiento
Menos halagüeñas son las perspectivas de crecimiento para la zona euro, que el BCE ha rebajado en una décima —hasta el 0,6%— en 2023, y en dos —hasta el 0,8%— en 2024. Para 2025 y 2026, augura un avance del 1,5%. Lagarde ha explicado que la construcción y la industria se han visto especialmente afectados por las subidas de tipos, lo cual probablemente acabará afectando a los servicios. La economía europea, pues, se apoya en un mercado laboral fuerte, pero que empieza a dar síntomas de una cierta pérdida de dinamismo. En cualquier caso, el BCE se ha mostrado más intransigente con la inflación que con el decrecimiento. Tal vez por ello, ha intentado convencer a los mercados de que aún no ha llegado el momento de bajar tipos. “Somos dependientes de los datos, no del tiempo”, advirtió Lagarde, quien ha desarrollado por qué no piensa “bajar la guardia”.
La jefa del BCE admitió que las proyecciones de inflación y el índice subyacente son mejores. Y de igual modo, “las anteriores subidas de los tipos de interés siguen transmitiéndose con fuerza a la economía”. Sobre el papel, se cumplen todas las condiciones para ir relajando la política monetaria. Sin embargo, al destripar los números que componen el Índice de Precios al Consumo (IPC), el BCE cree que los factores más problemáticos son aquellos que se corresponden con la “inflación doméstica”. “Necesitamos más información para saber qué está ocurriendo”, sostuvo. En concreto, Lagarde se refirió a la subida de los costes laborales unitarios y de los márgenes de beneficio, que la autoridad monetaria espera que absorban los incrementos salariales.
Reducción del balance
Los mercados parecen haber captado el mensaje. Al menos a corto plazo. Después de las palabras de Lagarde, el euro se revalorizó frente al dólar, mientras que los mercados perdieron fuelle. El Ibex 35 se alejó de los 10.200 puntos que había alcanzado a mediodía, mientras que el resto de Bolsas europeas perdieron impulso y la alemana incluso entró en números rojos. “Seguimos pensando que el cambio del BCE hacia una postura totalmente moderada será más gradual de lo que los mercados están descontando”, afirmó el analista de ING Carsten Brzeski. Sin embargo, ahora no hay consenso en el mercado. “El BCE dejó las tasas de interés sin cambios y rechazó las expectativas de que comenzará a recortar las tasas en marzo del próximo año. Sin embargo, creemos que la inflación y el crecimiento del PIB serán inferiores a las previsiones del BCE el próximo año y anticipamos cinco recortes de tipos de 25 puntos básicos en 2024, el primero de los cuales se producirá en abril”, afirmaron los analistas de Capital Economics.
El BCE también decidió acelerar la reducción de su balance, que llegó a ser de 8,56 billones de euros en 2022. “La pandemia ha terminado”, recordó Lagarde justo cuando se está recuperando de una covid-19 de la que este jueves seguía afectada. Los halcones no han podido imponer sus pretensiones de acabar con las reinversiones del programa vinculado a la pandemia (conocido por sus siglas en inglés, PEPP) antes de tiempo, pero sí de ir reduciendo su volumen en el segundo semestre del año. Si ahora se reinvertían unos 15.000 millones mensuales, a partir de julio de 2023 esa cantidad se reducirá a la mitad, a 7.500 millones. Y a finales de 2024, según lo previsto, se pondrá fin a esas operaciones. No hubo consenso al respecto: algunos querrían haber ido más rápido, otros más lento. Al final, se impuso una solución intermedia que permitirá mantener durante un año más una primera línea de fuego para atajar posibles crisis de deuda soberana.