El Banco Central Europeo seguirá subiendo los tipos de interés ante la escalada de precios
Al acabar su mandato al frente del BCE, Mario Draghi creía que dejaba a Christine Lagarde un camino despejado. “Será relativamente tranquilo”, le dijo. Sin embargo, desde entonces Fráncfort ha afrontado una pandemia que derrumbó la economía europea, un atasco de la distribución global que encareció el comercio y una guerra en Ucrania que disparó los precios de la energía. Las preocupaciones del BCE sobre la inflación se intensifican con la debilidad del euro frente al dólar y la institución prepara nuevas subidas para septiembre pese a que sus miembros empiezan a pronunciar ya la maldita palabra “recesión”. Así se desprende de las actas del último Consejo de Gobierno, celebrado en julio, el que se decidió subir los tipos de interés un 0,5%.
En una entrevista a Le Figaro, Lagarde relata este jueves desde un punto de vista personal un mandato agitado que nada tiene que ver con los augurios de su antecesor. La guerra en Ucrania puso fin de forma abrupta a un extraordinario calendario de compras que, desde el estallido de la crisis de 2020, se tradujo en la adquisición de deuda por más de 1,7 billones de euros. Y además, acabó también con una era de ocho años de tipos negativos, una periodo anómalo en el que los inversores pagaban a los gobiernos por prestarles y los ahorradores remuneraban a los bancos por guardar su dinero. El pasado mes de julio, el BCE decidió abrir otra época y sorprendía a los mercados al subir los tipos de interés un 0,5%, en lugar del cuarto de punto anunciado.
Las actas de esa reunión revelan que la decisión no fue unánime. Según los documentos publicados por el BCE, “algunos miembros” defendieron que la subida de tipos de julio fuera del 0,25%, como se había anunciado el mes anterior en Ámsterdam. “Con los riesgos de recesión que se avecinan, un aumento de 25 puntos básicos se consideró más acorde con una normalización gradual de la política monetaria”, apuntaron estos miembros del consejo. A su favor, contaban con algunos acuerdos generales en la sala: que el grueso de la inflación se debía todavía a los precios de la energía, que debían ir relajándose a medida que las tensiones en Ucrania amainaran, y que no se estaban observando subidas salariales que pudieran llevar a una espiral inflacionista mayor.
Las actas no identifican a los defensores de cada postura, pero los miembros del consejo habían ido fijando en las semanas anteriores su posición de forma más o menos pública. Y mientras el Norte, encabezado por el Bundesbank, pedía subidas enérgicas, el Sur aceptaba encarecer el precio del dinero, pero con prudencia. Los halcones acabaron imponiéndose y votando la propuesta del economista jefe y miembro del Consejo de Gobierno, Philip Lane, considerado uno de los defensores de una política monetaria más laxa. El irlandés propuso la subida del 0,5% al considerar que era el paso más apropiado para ir hacia una “normalización” de la política monetaria valiéndose también de la puesta en funcionamiento del nuevo instrumento para evitar la aparición de crisis de deuda en los países de la periferia, que a comienzos de verano vieron cómo se incrementaba la rentabilidad de sus bonos.
De hecho, de las actas se desprende que los participantes estuvieron más preocupados por la inflación que por el debilitamiento del crecimiento económico. “Los miembros evaluaron que los riesgos para las perspectivas de inflación continúan al alza y se han intensificado, particularmente en el corto plazo”, indica el documento, que a continuación añade: “Se argumentó que incluso una recesión no disminuiría necesariamente los riesgos al alza [de la inflación], especialmente si esta estaba relacionada con un corte de gas u otro shock de suministro que implicara un mayor aumento de la inflación”.
Mecanismo para evitar crisis de deuda
El Consejo aprobó por unanimidad ese instrumento de contención de las primas de riesgo. Sin embargo, en la reunión se advirtió que el diseño de ese mecanismo (TPI, por sus siglas en inglés) evitaba que los países se quedaran sin incentivos para mantener a raya sus finanzas públicas. Es más, los participantes en el cónclave acordaron que el TPO implicaba “en última instancia un compromiso suficiente por parte de los gobiernos para mantener unas políticas fiscales y económicas sólidas”.
Unas preocupaciones, sin embargo, suceden a otras. Y una vez ahuyentados los fantasmas de la crisis de deuda de hace una década, aparecen otros nuevos. Hace apenas dos años el BCE sufría por la fortaleza del euro. Ahora por todo lo contrario. Según las actas, Lane advirtió a los miembros del Consejo de que “la depreciación del euro era también una fuente de una inflación más elevada”. Y estos estuvieron de acuerdo: “Los miembros señalaron ampliamente que la depreciación del euro constituyó un cambio importante en el entorno externo e implicó mayores presiones inflacionarias para la zona del euro, en particular a través de mayores costes de las importaciones de energía facturadas en dólares estadounidenses”.
Tras el debate, el Consejo decidió subir los tipos al 0,5%. Y apuntaron a nuevos incrementos en septiembre: “En cuanto a la evaluación de la posición de política monetaria, los miembros acordaron que era apropiado dar pasos adicionales en el camino de la normalización”. Los analistas interpretan que las actas abren la puerta a otra subida del 0,5% en la reunión de septiembre. O incluso más. “En general, las actas ilustran cómo cambió el clima dentro del Banco Central Europeo entre la reunión de junio y julio y también enfatizan su determinación de continuar subiendo los tipos”, señala un informe de ING.