David Beriain, el reportero trotamundos que se ponía en la piel de los demás
Noventa y tres metros era la distancia que separaba la puerta de la casa de Juanita del banco de la iglesia donde rezaba. Murió con 98 años. Justo después su nieto, el periodista David Beriain, fundó con un grupo de idealistas y trabajadores incansables su productora, 93 Metros.
Al reportero le gustaba contar esta historia, la más esencial de las muchas que marcaron su vida. La matriarca de los Beriain “no salía de ahí nunca, jamás”, explicaba en una entrevista publicada por Nuestro Tiempo, revista de la Universidad de Navarra. “Por eso nos llamamos así, porque no nos olvidamos nunca de que a veces la historia más grande está en el lugar más pequeño. Hacemos historias grandes, épicas, de esas que importan, en sitios exóticos. Lo que pasa es que a los imbéciles como yo nos resulta más obvio contar una historia cuando nos explotan las cosas a los lados. Solo hay que darse cuenta de que a la vuelta de la esquina hay algo que contar. No hay historias pequeñas: hay ojos pequeños. A mi abuela le sobraron noventa y tres metros para encontrar su verdad. Yo he andado por más de noventa y tres países, y todavía no he conseguido hacer nada”.
David Beriain murió este lunes, asesinado junto al cámara Roberto Fraile, en un ataque en Burkina Faso, donde los periodistas estaban trabajando en un reportaje sobre cazadores furtivos, según el Ministerio de Exteriores.
A menudo, cuando preguntabas a su socio, amigo y firme creyente en el periodismo bien hecho Adriano Morán dónde estaba David, la respuesta rutinaria era “en la selva”. Eso podía ser en Colombia, buscando la huella de Pablo Escobar, en El Salvador, siguiendo a las maras, o en Laos, buscando al ejército olvidado de la CIA tras la guerra de Vietnam. Pero, como decía él, no había historia pequeña o demasiado poco exótica, y también le interesaban con la misma pasión una misteriosa orden religiosa de Sevilla, los refugiados que llegaban a España o la vida de los mariscadores gallegos a los que retrató en Percebeiros.
Cuando volvía a casa, hacía las rondas de presentaciones y charlas que tocaban, con la modestia de alguien entregado al trabajo, sin la grandilocuencia y la arrogancia que a menudo se ven en otros reporteros expertos en zonas de conflicto. David contaba que tenía miedo en situaciones de peligro y que no le atraía “el riesgo” sino la historia que buscaba contar.
“Si no tienes ni idea de qué vas a preguntarle al diablo, ¿para qué ir al infierno? Nuestra ocupación no es solo guerra. En cualquier situación de riesgo tenemos que dar con la solución de una ecuación con dos incógnitas: el riesgo y las consecuencias. Tú tienes que minimizar el riesgo y maximizar el resultado. Si consigo contar la historia sin ningún riesgo pero con toda la solución, soy el mejor. Mi trabajo no es correr riesgos”, decía en la entrevista de Nuestro Tiempo.
Beriain nació en Artajona, un pueblo de Navarra, en 1977. Él contaba que de adolescente le impactaron las historias de los misioneros que se habían ido a recorrer mundo y que fue eso lo que le empujó a estudiar Periodismo en la Universidad de Navarra. Como aquellos misioneros, quería trabajar en Latinoamérica, y después de su primer curso escribió a todos los medios que encontró a mano. Le contestó el director de un periódico de Santiago del Estero, una ciudad en el norte de Argentina. “Tenía un hijo que había pasado por la facultad y le hizo gracia que quisiera ir”. Al llegar, algo inseguro, se ofreció para cubrir noticias internacionales desde la redacción. El jefe le encargó el trabajo que haría el resto de su vida: “Vas a ir a la calle, como todos, que es donde están las historias porque allí es donde está la gente”. En dos años allí, llegó a ser jefe de la sección de sucesos.
Después, trabajó para La Voz de Galicia y para la televisión Cuatro. Solía hablar poco de sus hazañas, como entrar escondido en un camión en el norte de Irak cuando apenas era un veinteañero para poder cubrir la guerra. En 2008, pasó diez días con los guerrilleros de las FARC y publicó uno de sus grandes documentales, en el diario ADN.es, el medio donde conoció a algunos de los periodistas con los que empezó a soñar en su propio proyecto.
Trabajar de forma independiente y con los más altos estándares periodísticos son dos cosas que consiguió montando su propia productora, con un grupo de exquisitos periodistas y creadores, entre ellos su mujer, la productora ejecutiva Rosaura Romero. Un equipo pequeño que ha producido documentales y reportajes en la última década desde un pequeño piso de Chamberí, en Madrid, con una ambición periodística difícil de encontrar en España y con un impacto internacional gracias a sus trabajos para Discovery Channel. Al principio, se llamaba EPDG (enpiedeguerra). Hasta que llegó el nombre perfecto, los 93 metros de la abuela Juanita.
Y así David Beriain pudo cuidar cada historia, cada persona, que entrevistaba con un tiempo y una calma poco habituales en la profesión. “Debemos ponernos en la piel de otras personas”, decía. “Cuando la gente se pone en la piel de las otras personas no pasan más cosas buenas, pero pasan menos cosas malas.”