¿Y si lo del AILA no fue un simple apagón?
Vivimos en un mundo donde la dependencia tecnológica es absoluta, y al mismo tiempo, paradójicamente, frágil.
Basta un apagón o un ciberataque para que todo se detenga, desde un aeropuerto hasta la vida cotidiana más básica.
Esa vulnerabilidad, tan evidente como peligrosa, debería estar prevista con planes de contingencia claros, prácticos y probados.
Desafortunadamente, la realidad nos demuestra una y otra vez que en muchos casos esos planes no pasan de ser páginas olvidadas en manuales de oficina.
El caso del Aeropuerto Internacional de Las Américas (AILA) el pasado domingo 21 es prueba fehaciente. Nueve horas de operaciones suspendidas, 47 vuelos afectados y cerca de 5 mil pasajeros varados en suelo dominicano.
Según AERODOM, un fallo en una seccionadora inutilizó tanto el suministro eléctrico de Edeeste como los propios generadores del aeropuerto, dejando inoperantes desde Migración y Aduanas hasta baños, restaurantes y estacionamientos. El resultado: caos generalizado y una experiencia que rozó lo inaceptable.
Pero lo más grave no fue la falla técnica en sí, sino el silencio. La ausencia de información clara convirtió la desesperación en enojo.
Sin comunicación, los rumores hacen fiesta y la incertidumbre crece. Y no es la primera vez: la cultura local suele minimizar la importancia de la comunicación como parte vital de un manejo de crisis. La improvisación sustituye a la planificación, con consecuencias que terminan pagando los usuarios.
La falta de detalles oficiales y el hecho de que horas después ocurriera un segundo apagón, esta vez programado, no ayudaron a calmar las dudas.
Las especulaciones crecieron todavía más cuando coincidió con un ciberataque que afectó a aeropuertos europeos y con la detención en República Dominicana de un ciudadano ruso vinculado a operaciones de desinformación. Coincidencias o no, el ambiente quedó servido para la desconfianza.
Hasta que no se conozcan los resultados de la investigación, las versiones seguirán circulando. Lo que sí está claro es que el país no puede permitirse un manejo tan débil en situaciones críticas.
En un entorno donde los apagones son cotidianos, este episodio debió enfrentarse con protocolos claros, respuestas ágiles y comunicación efectiva.
Lo ocurrido en el AILA no solo dejó a miles de pasajeros en la oscuridad, también puso en evidencia, una vez más, la fragilidad de nuestras instituciones frente a lo inesperado.
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