Un modelo 3D desvela que el megalodón podía devorar presas del tamaño de una orca entera

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Aunque los dientes de tiburón abundan en el registro fósil, sus cuerpos −que están hechos de cartílago− rara vez se conservan. Por eso, la actual comprensión de la anatomía del extinto Otodus megalodon sigue siendo muy limitada. Ahora, un equipo liderado por la Universidad de Swansea (Gales, Reino Unido) y el Royal Veterinary College de Londres ha creado la primera reconstrucción computacional en 3D del cuerpo de este tiburón gigante.

Con esta reconstrucción, los autores han podido obtener información sobre su alimentación, anatomía y movimientos migratorios. Los resultados del estudio se han publicado en la revista Science Advances.

Para crear el modelo tridimensional, los autores han utilizado datos de un fósil de columna vertebral excepcionalmente bien conservado −cuyo descubrimiento remonta a 1860− y de varios dientes de O. megalodon, en combinación con el condrocráneo de un gran tiburón blanco, su análogo vivo más cercano.

A partir de esta reconstrucción, han podido determinar la longitud y masa corporal, la velocidad de nado y la demanda energética del tiburón primitivo. El modelo 3D sugiere que este depredador era más grande de lo estimado previamente, con unos 16 metros de largo y un peso superior a 61 toneladas. “Gracias a esta reconstrucción, ahora sabemos que este espécimen de megalodón era varios metros más largo de lo que se había descrito anteriormente, en un trabajo de 1996”, cuenta a SINC John Hutchinson, investigador del Royal Veterinary College y coautor del estudio.

“Estimamos que un O. megalodon adulto podría navegar a velocidades absolutas más rápidas que cualquier especie de tiburón moderno y consumir por completo presas del tamaño de las orcas, que están entre los depredadores actuales más grandes”, escriben los autores.

Representación artística de un Otodus megalodon de 16 m depredando a un balenóptero de 8 m, en el Plioceno. / J. J. Giraldo

Viajes largos sin parar a ‘repostar’

La investigación indica que el antiguo leviatán era un “súperdepredador transoceánico”, que realizaba migraciones prolongadas y podría comerse una presa del tamaño de una orca en unos cinco bocados.

La elevada velocidad de nado calculada, de 1,4 metros por segundo, implica que este antiguo tiburón podía recorrer distancias mayores que sus competidores. Su preferencia alimenticia por presas de gran tamaño posiblemente le permitía minimizar la competencia con otros depredadores y además le proporcionaba una fuente de energía suficiente para realizar viajes largos sin necesidad de volver a alimentarse durante un tiempo.

“Los fósiles de megalodón han sido encontrados en todo el mundo, lo que respalda la idea de una distribución ‘cosmopolita’. Algunos estudios han mencionado la posibilidad de que este tiburón migrase a través de los mares, pero esta es la primera vez que esta hipótesis es respaldada calculando la velocidad de natación y la demanda energética”, explica a SINC Jack Cooper, investigador de la Universidad de Swansea y primer autor del trabajo.

“Nuestras estimaciones de la velocidad de nado sugieren que el megalodón podía viajar largas distancias incluso en un día y los cálculos energéticos indican que podía pasar mucho tiempo sin alimentarse. Esta es una buena evidencia de su capacidad de migrar a través del océano”, prosigue Cooper.

En esta misma línea, Catalina Pimiento, autora senior del trabajo, comenta a SINC que los resultados apuntan a “una gran capacidad del megalodón para consumir presas de enorme tamaño —de hasta ocho metros de longitud—, lo que le permitía satisfacer los requerimientos calóricos de dos meses. Nuestra hipótesis es que  podría preferir presas grandes, lo cual le brindaría diferentes ventajas, incluido la posibilidad de realizar migraciones largas sin necesidad de volver a comer”.

Los investigadores concluyen que, como principal depredador y gran viajero, O. megalodon desempeñaba un papel ecológico importante y probablemente su extinción tuvo un gran impacto en el flujo global de nutrientes y en las redes tróficas alimentarias de los océanos.

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