Salud en manos de la IA: más rápido, más barato, menos humano
En un futuro que ya asoma, no será un médico de guardia ni un especialista de bata blanca quien te dé un diagnóstico, sino una inteligencia artificial con acceso a millones de datos y capacidad de razonamiento automatizado.
Dado el ritmo con que avanzamos hacia una inteligencia artificial general, esto no debería sorprender a nadie. De hecho, estamos viendo cómo la IA empieza a ocupar espacios que hasta hace poco eran considerados eminentemente humanos. La medicina no es la excepción.
La aplicación de IA, realidad aumentada y otras tecnologías en el ámbito médico no es nueva. Desde hace años se habla de sus bondades: mayor precisión, reducción de errores, rapidez en diagnósticos. Pero una cosa es apoyarse en herramientas tecnológicas y otra muy distinta es entregar el mando por completo.
Lo que ahora propone Microsoft —y que ya está probando— va más allá del simple apoyo: sustituir el criterio colectivo de un panel de médicos expertos por un sistema de inteligencia artificial capaz de diagnosticar por sí solo.
La prueba de la idoneidad de este sistema la hicieron utilizando el modelo avanzado o3 de OpenAI, con el que diseñaron un sistema que simula la lógica de un equipo médico humano. Para medir su efectividad, recurrieron a 300 casos clínicos reales publicados en The New England Journal of Medicine y los convirtieron en retos interactivos para que el sistema los resolviera.
Compararon los resultados con los de un grupo de médicos reales. El resultado fue tan contundente como inquietante: el modelo de OpenAI acertó en más de 8 de cada 10 diagnósticos; los humanos, apenas en 2 de cada 10.
Desde la perspectiva de Microsoft, el mensaje es claro: este sistema no solo es más eficiente, sino más rápido y menos costoso que los expertos humanos, y en un contexto global donde los recursos médicos son limitados, la promesa es tentadora.
Ahora bien, el análisis no puede quedarse ahí. Porque en la letra pequeña de esta prueba hay detalles que importan: los médicos humanos que sirvieron de “grupo de control” lo hicieron sin ayuda de libros, sin colegas con quienes consultar, sin ninguna herramienta externa.
Es decir, en condiciones muy distintas a las que una IA entrenada con millones de documentos sí tuvo a su favor. ¿Estamos entonces comparando en igualdad de condiciones?
Vayamos más lejos: cuando la IA finalmente reemplace por completo al médico en la tarea de diagnosticar, ¿quién la seguirá entrenando? ¿Qué base de conocimiento alimentará sus modelos?
Más importante aún, ¿qué incentivo tendrán las nuevas generaciones para estudiar medicina si ya hay un algoritmo que lo hace mejor, más rápido y sin descanso?
Aunque los resultados puedan parecer impresionantes, reducir la medicina a un ejercicio de procesamiento de datos es ignorar su dimensión más humana.
La medicina es también intuición, empatía, contexto cultural y comprensión emocional, elementos que, hasta ahora, ninguna inteligencia artificial ha logrado replicar del todo.
Microsoft lo llama “superinteligencia médica” y tal vez lo sea, pero en el fondo, lo que se está gestando es algo más complejo: una redefinición de la autoridad médica, del acto clínico, de la relación entre médico y paciente. En ese nuevo escenario, no hay respuestas sencillas ni garantías absolutas.
Espacio pagado
Quienes habitamos la Comunidad Ojalá sabemos que somos diferentes y nos alegra serlo.
Nuestros contenidos son útiles para comprender y mejorar la vida cotidiana. Están libres de publicidad. Los anima la curiosidad, el rigor y los financia la gente.
Únete. Participa. Haz un donativo.