¿Qué dice tu cara de ti? ¿Qué esconde tu rostro según la ciencia?

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¿Qué dice tu cara de ti? A lo largo de la historia, el rostro se ha usado para adivinar la personalidad, diagnosticar enfermedades, leer el futuro… Pero ¿qué esconde realmente el rostro humano? ¿Por qué es como es? ¿Cómo ha ido cambiando por la presión evolutiva?

En esta entrega de Órbita Laika, el podcastEduardo Sáenz de Cabezón, matemático y presentador, y el biólogo y divulgador Ricardo Moure se preguntan qué dice tu cara de ti, de la mano del catedrático Enrique Cabello Pardos, investigador principal del grupo de Reconocimiento Facial y Visión Artificial de la Universidad Rey Juan Carlos, y de la genetista y divulgadora Helena González-Burón.

El rostro humano ha sido objeto de numerosas supersticiones y pseudociencias. Hoy es la base de la tecnología de verificación más puntera del mundo: el reconocimiento facial. Pero ¿es el rostro tan fiable como dicen? ¿Se puede hackear una cara? ¿Cómo? Y un detalle no menor: ¿quién es el propietario legal de nuestros rasgos faciales cuando aceptamos cedérselos a una gran empresa tecnológica?

¿Cómo ha cambiado el rostro en millones de años de evolución? 

El aspecto que tiene nuestra cara, nuestro rostro, es muy distinta a la que tiene el rostro de nuestros parientes más cercanos, como son los bonobos o los chimpancés. Millones de años de evolución han ido cambiando nuestra fisionomía para adaptarnos mejor a las necesidades.

La doctora en biomedicina Elena González-Burón explica en el podcast cómo han sido estos cambios evolutivos: “Por ejemplo, masticar nuestro rostro se ha ido haciendo cada vez más pequeñito, porque en parte hemos pasado a comer alimentos que requieren masticar menos. Así, nuestra mandíbula y nuestros dientes se han encogido. El cráneo también se ha hecho más redondo, ha perdido el arco supraorbital, esa estructura ósea en la zona de las cejas que hace que nuestros antepasados tuvieran los ojos más hundidos”.

¿Qué dice tu cara de ti? ¿Qué esconde tu rostro según la ciencia? GETTY IMAGES/ISTOCKPHOTO GETTY

¿Cómo era la cara de nuestros antepasados?

Los Australopithecus, por ejemplo, señala la experta, tenían una cara más grande que la nuestra con una mandíbula y unos dientes enormes.

Las muelas eran totalmente planas y muy grandes, porque eran herbívoros y se alimentaban fundamentalmente de fruta. La musculatura de la mandíbula tenía que ser muy potente para poder desgarrar todas las raíces y otros alimentos que se comían.

Cuando los Australopithecus empezaron a comer carne cruda y machacada, se dio un paso muy importante para la evolución humana. “El cambio de alimentación afecta un montón a la forma de nuestro cráneo y fue el consumo de carne y el desarrollo de herramientas, y no tanto la capacidad de cocinar, por la que se desencadenó el primer cambio en el tamaño de las mandíbulas de los primates anteriores. Se hicieron mandíbulas mucho más pequeñas y eso supuso un cambio muy significativo en su rostro”, señala Elena González.

Como la carne requiere mucho menor esfuerzo para ser masticada que otro tipo de plantas y otras semillas que comían, toda la musculatura mandibular también se redujo, permitiendo que el cráneo pudiese expandirse y que el volumen craneal aumentase.

Tu cara, tu huella biométrica

Gracias al reconocimiento facial hoy en día podemos desbloquear nuestro teléfono o permitir una compra o incluso entrar en un país. Nuestras caras son parte de esos datos que cedemos a los gigantes tecnológicos.

Un rasgo biométrico es una propiedad que permite identificar o reconocer a una persona de forma inequívoca. “Los sistemas de reconocimiento facial funcionan igual que lo hacemos los seres humanos. Cuando nos presentan a alguien por primera vez nos van a decir ‘Esta es María’ y nos fijamos en su cara. Con eso aprendemos quién es María. Cuando le veamos, la próxima vez, compararemos sus rasgos con los que tenemos en nuestra memoria”, relata en el podcast Enrique Cabello Pardos, investigador principal del grupo de Reconocimiento Facial y Visión Artificial de la Universidad Rey Juan Carlos.

La ventaja de los sistemas basados en reconocimiento facial, añade el experto, es que podemos olvidarmos del uso de contraseñas. «Tiene bajas tasas de error, es poco intrusivo y común aceptación social”.

El principal inconveniente de los sistemas de reconocimiento facial es que la cara no es un elemento cancelable. “Los problemas de robo de identidad son mucho más graves en este tipo de sistemas. Si hackean el sistema, no puedo cambiar de cara con la misma facilidad con la que cambias una contraseña”, añade.

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