La tecnología no es siempre inclusiva

07-12-2023
Ciencia, Tecnología e Innovación
Ojalá, República Dominicana
Compartir:
Compartir:

Hablar de inclusividad está de moda, pero es importante aclarar que este concepto va más de las cuestiones de género que suelen dominar la discusión.

La inclusividad aplica a muchas otras cuestiones, entre ellas la discapacidad, la educación, la salud, la alimentación y un largo etcétera.

Sería más fácil decir que la inclusividad afecta a la vida misma en cada una de sus facetas para que se entienda el concepto sin la miopía que suele acompañar a la discusión actual, y eso es extensivo a la tecnología que nos rodea de manera cada vez más invasiva.

Ha dado un poco de trabajo a los gigantes tecnológicos entender que todos, sin importar edad, condición física o ubicación, tenemos derecho a un acceso sin barreras.

En los últimos años, quizás por presión de grupos específicos, se han visto cambios en este frente, en especial en equipos como smartphones y televisores, donde suele haber un menú especialmente dedicado a funciones de accesibilidad que toman en cuenta posibles limitantes para acceso a contenidos e interacción con el equipo.

Hay, asimismo, algunas soluciones de alta tecnología que van orientadas a un mercado muy específico de personas en situación de discapacidad, sea esta visual, auditiva o motora, y estas contribuyen a hacer una gran diferencia en las vidas de quienes pueden beneficiarse de ellas.

Desafortunadamente, hay un problema fundamental en tecnología en lo que respecta a la inclusividad: la Internet como tal no es inclusiva, lo mismo que muchos de los servicios y recursos online que esta red brinda al mundo.

Se ha planteado desde hace varios años que el acceso a Internet debería ser un derecho universal, pero la triste realidad es que se está lejos de alcanzar ese ideal.

Quizás donde más se nota la falta de inclusividad de los recursos online sea en el acceso a contenidos que están bloqueados en ciertas regiones del mundo, usualmente por intereses comerciales, copyright y otras reglas que el público suele desconocer.

El comercio online es otro punto donde la falta de inclusividad está latente. La paradoja aquí es que una de las grandes promesas de e-commerce es, justamente, el acceso a un mercado global, tanto a nivel de oferta como de demanda.

Se habla de comercio online desde la década de 1990, consolidándose en la siguiente década y demostrándose su importancia y pertinencia durante la pandemia. Sin embargo, en pleno 2023, aparecen tiendas online con un ecosistema cerrado que solo admite tarjetas de un país específico o, peor, de bancos específicos.

De igual forma, aparecen comercios que exigen que la dirección de cobro y la dirección de envío estén en el mismo país para proceder a realizar la venta. Esta postura significa que el uso de los servicios de Courier, tan populares en un país como el nuestro, no pueden aprovecharse.

La idea de que la Internet es el gran igualador mundial no pasa de ser una ilusión, como ilustran estos ejemplos.