La rápida evolución puede acabar en extinción
El caso de los lepidosaurios
El equipo estudió lagartos, serpientes y sus parientes, todos pertenecientes a un grupo llamado Lepidosauria. Hoy en día hay más de 10,000 especies de lepidosaurios que han sobrevivido y gran parte de su éxito es el resultado de una rápida evolución en circunstancias favorables. Pero ésta no siempre es la regla.
Herrera-Flores explicó que los lepidosaurios se originaron hace 250 millones de años, durante la era mesozoica temprana, dividiéndose en dos grupos principales, los escamatos antecesores de las lagartijas y serpientes modernas y los rynchocefalianos de los que hoy solo queda el tuátara de Nueva Zelanda.
Esperaban encontrarse con una evolución rápida de los escamatos y una lenta de los rhynchocephalians y comprobaron que sucedió todo lo contrario. La tasa de cambio en el tamaño del cuerpo entre estos primeros reptiles les permitió descubrir que, algunos escamatos evolucionaron rápidamente en el Mesozoico, especialmente aquellos con estilos de vida especializados, como el caso de los mosasaurios marinos.
Pero los rhynchocephalians lo hicieron de manera mucho más rápida y constante. Las tasas de evolución promedio de los rhynchocephalians fueron significativamente más rápidas que las de los escamatos, una evidencia con la que los científicos no esperaban encontrarse.
En la última parte del Mesozoico se originaron todos los grupos de lagartos y serpientes modernas y comenzaron a diversificarse, de hecho, convivieron con los dinosaurios, aunque probablemente no tuvieron ninguna relación ecológica con ellos. Eran especies insectívoras, que también consumían plantas y gusanos y tenían tamaños bastante reducidos.
Tras la era de los dinosaurios
Hace unos 66 millones de años, al final del Mesozoico y después de la extinción de los dinosaurios, los rhynchocephalians y los escamatos fueron especies castigadas, pero los escamatos se recuperaron. Durante la mayor parte de la era Mesozoica, los rhynchocephalians habían sido los que evolucionaron más rápidamente, pero al final la dinámica cambió y fueron los que menores índices de supervivencia tuvieron.
Este trabajo confirma una propuesta del famoso paleontólogo George Gaylord Simpson, que la plasmó en su libro de 1944 ‘Tempo and Mode in Evolution’. Simpson había observado los patrones fundamentales de evolución dentro de los parámetros darwinianos y constató que, muchas especies de rápida evolución pertenecían a grupos poco estables que potencialmente necesitarían adaptarse a entornos que cambiaban rápidamente.
Fábulas y conclusiones
Aludiendo a la archiconocida fábula de Esopo en la que la veloz liebre no logra ganarle a la tenaz tortuga que acaba llegando antes a la meta final, la conclusión del estudio es que la especie más lenta, pero más constante, es la que termina por ganar la carrera.
Desde los días de Darwin, los biólogos vienen debatiendo acerca de si la evolución se parece más al caso de la tortuga o al de la liebre, preguntándose si las diversificaciones de algunas especies, son el resultado de una evolución rápida en un período corto o de una evolución lenta en un tiempo más prolongado.
Se ha comprobado que, en algunos casos las especies se estabilizan y sobreviven, pero en otros, estas se extinguen con la misma rapidez que surgen otras nuevas. Simpson también predijo que, como pasa con la tortuga de la fábula, hay especies que evolucionan lentamente y tardan más en extinguirse y, al final, logran el ‘éxito’ a largo plazo.
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