La primavera se ha adelantado un mes, según 75 años de estudio sobre los carboneros
Esta semana se han cumplido 75 años del inicio del estudio a largo plazo del carbonero común (Parus major) en el bosque de Wytham de la Universidad de Oxford, Reino Unido.
“Después de visitarlo varias veces, sé lo fundamental que ha sido este trabajo, y otros similares, para nuestra comprensión de los impactos del cambio climático en el mundo natural”, ha declarado el científico británico y divulgador naturalista, Sir David Attenborough, con motivo de su aniversario.
Fue el 27 de abril de 1947, con la primera puesta de un huevo de carbonero común, que empezaba el ‘laboratorio vivo’ de este emblemático bosque. En ese momento, se iniciaba también una profunda y continua relación entre la población de aves y las múltiples generaciones de investigadores e investigadoras que los han observado a lo largo de estos tres cuartos de siglo.
De hecho, el estudio del carbonero común de Wytham es el más largo del mundo sobre una población animal marcada individualmente. El compromiso de decenas de personas a lo largo de varias décadas y el trabajo productivo han permitido tener un registro único sobre la ecología y el comportamiento de las poblaciones de aves en la naturaleza.
Los carboneros son una excelente especie de estudio para la investigación ecológica ya que se adaptan fácilmente a las cajas nido, se reproducen en altas densidades, no se alejan del lugar donde nacen y soportan bien el seguimiento de los científicos. Estos pueden marcar de manera individual a un gran número de polluelos y seguirlos durante toda su vida.
El estudio más largo sobre los carboneros
Gracias a este proyecto se han realizado más de 70 tesis doctorales y se han publicado más de 350 artículos científicos sobre estas aves, sus poblaciones y sus amenazas. Esta investigación de larga duración se ha basado en el trabajo de cientos de personas.
“Ha sido un gran privilegio aprovechar su dedicación año tras año para continuar el estudio”, apunta el profesor Ben Sheldon, que dirige ahora el estudio del carbonero común en Wytham. Esa continuidad ha permitido a la comunidad científica utilizar muchas décadas de datos para comprender cómo se producen los cambios a lo largo del tiempo.
“A finales de los años 60, cuando empecé mi tesis doctoral sobre los carboneros en Wytham, existía un notable registro a largo plazo de la población, que analicé para entender qué factores determinaban el número de aves”, destaca el profesor John Krebs, catedrático emérito de Zoología en Oxford y miembro de la Comisión de Ciencia y Tecnología de la Cámara de los Lores.
Uno de los cambios más llamativos es que la cría media del carbonero común se adelanta tres semanas con respecto al inicio del estudio. Este cambio es una clara señal de los efectos del cambio climático en una de las aves de bosque y jardín más conocidas. “Son los estudios de este tipo los que nos permiten averiguar cuáles han sido las consecuencias de esos cambios y cuáles pueden ser en el futuro”, agrega Sheldon.
Cómo afecta el cambio climático a las aves
Al igual que muchos aspectos de su biología, el momento de la puesta de huevos de los carboneros está influido por factores a gran y pequeña escala, como el clima, las interacciones sociales, y la salud y el comportamiento de los árboles cercanos. Según los investigadores, podrían ser repuestas a posibles vulnerabilidades y resistencia a los cambios climáticos.
Las observaciones han permitido revelar que en 2022, el primer huevo de carbonero común del año se puso el 28 de marzo; casi exactamente un mes antes que su predecesor de hace 75 años. De este modo, el cambio climático está teniendo efectos claros en los sistemas biológicos familiares.
Pero no es la única conclusión a la que han llegado. Los científicos también han detectado rasgos concretos de comportamiento: las aves pueden aprender de forma individual conductas complejas de las demás, lo que puede dar lugar a la aparición de diferencias culturales.
En la actualidad, los investigadores utilizan los datos de cría de 1.209 cajas nido de ubicación fija en este bosque al oeste de Oxford. A medida que el estudio se ha ido desarrollando, ha ido utilizando cada vez más las nuevas tecnologías, como las etiquetas electrónicas, la teledetección y el análisis del genoma para comprender la evolución.
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