La huella ecológica de la revolución digital
¿Sabías que si la internet fuera un país, ocuparía el sexto puesto entre los más contaminantes?
En un artículo escrito para Red 2030, Cristina Suárez abordó el impacto de nuestra actividad digital en el medio ambiente y propone varias acciones que podemos llevar a cabo para contribuir a un mundo digital más limpio:
La huella ecológica de la revolución digital
En Internet no existe el tiempo ni el espacio. Sus puertas siempre están abiertas a nuestro mundo. Marshal McLuhan, el famoso filósofo canadiense, ya vaticinó en los años sesenta que Internet -aunque por entonces no existía ese término- se convertiría en una extensión de nuestro cuerpo, una prolongación que formaría parte de nosotros por y para siempre.
No estaba equivocado: hoy en día ya hay más de 4.500 millones de usuarios navegando diariamente a través de mails, páginas webs y redes sociales. Toda nuestra vida está en la nube. A veces, vivimos más en Internet que en la vida real.
Lo que McLuhan no pudo vaticinar con tanta precisión fue la huella de carbono de esta revolución digital. El sector IT ya representa el 7% del consumo global de electricidad, lo que implica un gasto de recursos que inevitablemente deja una emisión de dióxido de carbono tal sobre nuestro planeta que, según estiman los expertos, supera al de la aviación, responsable del 12% de las emisiones.
A pesar de todo esto, las Naciones Unidas insisten en que la digitalización es capaz de acelerar y fomentar los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) para reducir las desigualdades y alcanzar un mundo más justo, con mejores condiciones laborales y sociales.
Si queremos avanzar en la revolución digital en busca de un mundo mejor es necesario que lo hagamos de la forma más limpia posible.
Si Internet fuera un país, ocuparía el sexto puesto entre los más contaminantes.
Aunque no veamos de forma instantánea el daño que provoca sobre el medio ambiente, como sí podemos hacerlo con un coche, todos los recursos que se necesitan para que el mundo digital funcione -almacenamiento de datos, antenas de emisión, sistemas de refrigeración…- implican un consumo ingente de electricidad que no siempre proviene de fuentes de energía renovables, pese a los avances y compromisos por descarbonizar el sector eléctrico y reducir su emisión de gases. ¿Cuánto podemos llegar a consumir en nuestra actividad digital durante un día?
Como demuestra este reportaje de El País, realizado con la colaboración del grupo de investigación Alarcos, de la Universidad de Castilla-La Mancha (UCLM), enviar un mensaje de 280 caracteres en Twitter consume un total de 177 vatios por segundo.
A su vez, en esta red social y en Facebook, un GIF puede llegar a requerir más de un centenar de vatios por segundo. Hasta un simple emoticono implica un gran consumo: más de 140 vatios por segundo. En 40 segundos, la actividad global en Facebook y Twitter llega a costarnos más de 800 kilos de CO2.
Por otro lado, cada segundo se envían 2,5 millones de correos electrónicos en todo el mundo, lo que equivale a 4 gramos de CO2 emitidos al medio ambiente. Si al día se escriben 236 mil millones de correos, la cifra se torna especialmente preocupante.
Lo mismo ocurre con Youtube: según este artículo de The Guardian, cada 10 minutos consumidos en un vídeo equivalen a un gramo de CO2.
Un dato que se torna preocupante si tenemos en cuenta que en 42 segundos, los internautas a nivel mundial llegan a consumir tres millones de vídeos.
Los centros de datos, en el punto de mira
A pesar de que el tamaño de la huella de carbono que generamos día a día con nuestra actividad digital sea nuestra responsabilidad, lo cierto es que estas emisiones están íntimamente relacionadas con la forma en que las empresas digitales utilizan los recursos energéticos.
La clave está en los centros de almacenamiento de datos, lugares físicos con la tecnología de computación necesaria para almacenar y alojar páginas webs. A nivel global, los centros de datos consumen más de 416 teravatios de electricidad al año, un 40% más que el consumo de todo Reino Unido.
No obstante, son muchas las empresas que están trabajando por reducir su huella de carbono digital.
Google, que acoge en su servidor más de 5.000 millones de búsquedas al día, ya ha dado el primer paso hacia una red más sostenible comprando energía sin emisiones de carbono de forma ininterrumpida para sus centros de datos.
Netflix, por su parte, anunció el año pasado su intención de reducir a cero las emisiones de carbono alimentándose de energía hidráulica y eólica.
Facebook también presume de basar el 67% de su consumo en energías limpias, igual que iTunes (83%), Youtube (56%), Whatsapp (67%) e Instagram (67%).
Nosotros, como individuos, también podemos contribuir al cambio centrándonos en consumir servicios digitales en dispositivos más pequeños, cerrando las ventanas del navegador que no estemos utilizando, apagando el router por las noches,y, sobre todo, utilizando servicios digitales que hayan diseñado una estrategia clara y efectiva para combatir el CO2.
Solo sumando esfuerzos conseguiremos un mundo digital más verde y un planeta más sano.
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