Hacía un pozo ciego en el fondo de su casa y encontró los restos de un tigre dientes de sable
“En algún sitio, algo increíble espera ser descubierto”, dijo décadas atrás el astrónomo y divulgador Carl Sagan. En rigor, se refería a los misterios del cosmos y el avance del conocimiento científico, pero la frase podría ser perfectamente aplicable a un hallazgo fortuito por parte de una persona común. Quien dio el primer empujón a esta historia (en realidad comenzó hace unos 12,000 años) fue un vecino de La Unión, en Ezeiza, cuyo sencillo objetivo era cavar un pozo ciego en el fondo de su casa de Villa Golf.
Había avanzado a cinco metros de profundidad cuando la pala de Marcelo Sena chocó contra algo que no tenía aspecto de tierra o piedra. Eran huesos, y el vecino reconoció que podría tratarse de fósiles, por lo que paró la obra y contactó a la Municipalidad.
Inmediatamente, desde la Comuna pusieron al corriente de la novedad al equipo de Lacev – Museo Argentino de Ciencias Naturales y al día siguiente el jardín de la casa se había convertido en sitio de interés paleontológico.
“Con la colaboración del Municipio y el propietario de la vivienda pudimos constatar que efectivamente se trataba de restos fósiles y procedimos a realizar su rápida extracción”, relata David Piazza Técnico en Paleontología del Laboratorio de Anatomía Comparada y Evolución de los Vertebrados del Museo Argentino de Ciencias Naturales «Bernardino Rivadavia».
A la tarea se sumó Javier Fernandez, Secretario de Educación, Turismo y Deportes y, más adelante en el proceso de rescate, Claudia Muscio, directora del Museo de Tristán Suarez.
La técnica para sacar los fósiles intactos es mediante la realización de un “bochón”, y Piazza lo explica: “Es una estructura compuesta por un solo bloque de sedimento que contiene los restos fósiles, recubierta con distintos materiales que permitan mantener cohesionado al conjunto y den protección a los fósiles”.
Mediante sogas, pudieron retirar el bloque de 100 kilos justo a tiempo, horas antes de que se desatara una tormenta que los habría dañado.
Pero ¿qué clase de animal acababa de encontrar el vecino? Todavía no hay confirmación concreta porque los restos están siendo estudiados y su preparación podría demorar un tiempo.
“Están casi totalmente cubiertos de sedimentos lo que dificulta su identificación. Habrá que esperar a que el técnico especialista los prepare, es decir los ‘limpie’, y los consolide dado la gran fragilidad de estos fósiles. Una vez que podamos garantizar su manipulación, el especialista podrá observar las características del hueso y determinar a qué animal pertenece”, adelanta Piazza.
En una primera observación, concluyeron que se trataba de un animal de tamaño mediano a chico y que los huesos pertenecen a “parte del tórax, escápula, costillas y vértebras”. La teoría más fuerte es que se trata de un smilodon, también conocido como tigre dientes de sable, ya que el porte es similar al de estos felinos extintos del Plioceno.
Una zona «fosilífera»
No es el primer animal prehistórico que aparece repentinamente en Ezeiza. De hecho, se considera que es una zona muy «fosilífera», por la gran cantidad de restos conservados bajo tierra.
En 2015 y 2019 fueron noticia varios restos de gliptodontes hallados por vecinos, pero los primeros casos se remontan a 1836.
«Se descubrieron restos de un gliptodonte y un perezoso gigante que fueron enviados al Museo de Historia Natural de Turín (en ese momento no había leyes que los protegieran como patrimonio nacional) y se perdieron totalmente durante los bombardeos en la Segunda Guerra Mundial».
Uno de los lugares en los que más fósiles aparecen son las canteras de tosca y en muchísimos casos quienes dan la primera voz de alerta son vecinos o trabajadores no vinculados con el área de la paleontología. Por eso, remarca Piazza, es fundamental el trabajo de concientización en la población.
Algunos de los restos óseos extraídos en el jardín de la casa de un vecino.
Pero ¿cómo una persona común puede darse cuenta si está ante un hallazgo histórico?
«En general los fósiles de vertebrados son similares a los huesos que cualquiera puede conocer de una vaca o caballo actual, sin embargo son más pesados justamente por el proceso de fosilización en el que algunos componentes del hueso fueron reemplazados por los minerales presentes en las rocas circundantes», explica Piazza.
Y agrega: «Muchas veces esos huesos fósiles son de tamaño mucho mayor que los de animales conocidos, presentan características extrañas o se los encuentra a varios metros de profundidad».
Aunque es posible que muchos fósiles de tamaño pequeño se hayan perdido, los más grandes tienen posibilidades de ser distinguidos y es importante que la comunidad esté atenta para avisar si los encuentra.
Los fósiles están resguardados por la ley nacional 25.743 de protección del patrimonio arqueológico y paleontológico, no pueden ser vendidos y su manipulación tiene que ser hecha por especialistas para evitar que se dañen, ya que si bien son pesados, también son extremadamente frágiles.
Por eso, es crucial que los vecinos conozcan que debajo de sus casas puede quedar un rastro de aquella historia lejana. Y hay que preservarlo.
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