
¿En verdad queremos un futuro de gafas inteligentes?
Desde hace varios años se viene impulsando la idea de un mundo libre de pantallas, donde los smartphones pasarían a ser sustituidos por algo más práctico y natural: gafas inteligentes.
La premisa es sencilla y se resume en que las gafas permitirían al usuario mantenerse informado y conectado todo el tiempo sin necesidad de tener las manos constantemente ocupadas por un aparato que, además, desvía la vista hacia abajo, impidiendo así niveles aceptables de interacción y compenetración con los demás.
Es un hecho ampliamente documentado que la llegada de los smartphones, en conjunto con la llegada de redes sociales y demás formas de entrenamiento digital han cambiado sobremanera las relaciones humanas.
En esta época de tanta tecnología no es raro ver cafés y restaurantes llenos de gente que no se está mirando a la cara ni compartiendo personalmente, sino con la mirada absorta en una pantalla que bien pudiera estar en las manos o en alguna superficie plana.
Las gafas inteligentes, en teoría, eliminarían esas distracciones y restaurarían cierto balance en lo que respecta a interacciones, sean estas familiares, de amistad o de cualquier otro tipo. Asimismo, ayudarían a reducir la dependencia tecnológica de la que sufre virtualmente todo el mundo en esta época.
En teoría, todo esto luce muy bonito, pero, si lo analizamos bien, unas gafas inteligentes simplemente traspasarían los contenidos de una pantalla de 7 pulgadas o menos a un campo visual más amplio, siendo una diferencia fundamental que no se estaría mirando hacia abajo todo el tiempo. En pocas palabras, la misma adicción tecnológica, pero con la ilusión de que es menos marcada.
¿Es negocio esto? La verdad, no lo es, y si a eso añadimos que usar lentes, gafas o cascos no es del agrado de la mayoría de la gente, menos negocio aún.
Esta aversión natural, en conjunto con la falla inherente al plan, quizás explica por qué el concepto de gafas inteligentes no termina de pegar ni de arrancar.
Aunque para muchos Apple es una compañía quedada en el tiempo, incapaz de innovar, nos dice mucho que sus directivos hayan tomado la decisión de cancelar el proyecto de gafas de inteligencia artificial que por años se ha rumoreado. Después de todo, estamos hablando de un importante referente de la industria.
Es posible que esta decisión haya estado motivada por el cuestionable éxito de Apple Vision Pro, un dispositivo de realidad mixta que es más pesado y engorroso que unas gafas pero que va por esa misma línea.
Sea cual sea la motivación, es un hecho que la gente no quiere estar usando dispositivos en su cara más allá de lentes recetados o gafas de sol. Se supondría que el caso Google Glass hubiera cerrado esta discusión, pero aún se insiste.
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