
Elon Musk, la geopolítica y el precio de jugar con fuego
Iniciando la semana, X estuvo plagado de fallos, y su propietario, Elon Musk, no tardó en señalar a Ucrania como responsable de un ciberataque masivo. La acusación, lanzada con la misma rapidez con la que suele escribir sus tuits, tiene el potencial de tensar aún más el ya frágil tablero geopolítico en el que Estados Unidos juega un papel clave.
El primer efecto inmediato es el desgaste adicional en las negociaciones de paz entre Rusia y Ucrania, un proceso que parece más una ilusión que una realidad tangible. A estas alturas, la esperanza de que Trump resuelva este conflicto -como, en efecto, prometió- es una apuesta incierta. En cambio, el conflicto sigue adquiriendo tintes cada vez más absurdos, con declaraciones incendiarias que no hacen más que alimentar el temor y la desesperanza.
Más allá de si X realmente fue víctima de un ataque dirigido desde Ucrania, lo cierto es que Musk no está viviendo su mejor momento.
Parte del problema radica en su nuevo papel dentro del gobierno estadounidense a través del Departamento de Eficiencia Gubernamental (DOGE), una entidad que bajo su dirección ha generado más turbulencia que resultados concretos. La historia se repite: al igual que cuando tomó las riendas de Twitter, Musk ha impuesto un estilo de liderazgo que sacude estructuras y desata controversias.
El descontento hacia él no se limita al ámbito político. En un giro curioso, algunos dueños de vehículos Tesla han optado por ocultar o modificar el logo de sus autos ante el creciente rechazo hacia la figura de su fundador. Peor aún, las acciones de Tesla han estado en caída desde que Musk asumió su nuevo rol gubernamental, y el lunes 10 de marzo marcó un hito negativo: una baja del 15 por ciento, la peor desde septiembre de 2020.
Para poner las cifras en perspectiva, el 17 de diciembre pasado, las acciones de Tesla alcanzaron su punto más alto en 479.86 dólares, impulsadas en parte por el optimismo en torno al regreso de Trump y la cercanía de Musk con su administración. Hoy, han perdido aproximadamente la mitad de su valor, lo que equivale a una pérdida de mercado de 800 mil millones de dólares.
A este escenario se suma el impacto de la guerra comercial y los aranceles, otro frente que no juega a favor de Tesla. En definitiva, el caso Musk es un recordatorio de que la política no deja nada intacto.
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