Antonio Núñez Jiménez: Centenario de una vida dedicada a la naturaleza

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Para la Fundación Antonio Núñez Jiménez de la Naturaleza y el Hombre, para sus trabajadores y para todos aquellos que lo conocimos y trabajamos con él, durante tantos años, este es un día especial.

Hoy Núñez hubiera cumplido 100 años. Y nos preguntamos: cuánto además hubiera hecho durante estos más de 20 años que ya no estuvo con nosotros, cuántos lugares hubiera estudiado, a cuántos hubiera ido, cuántos libros más habría incorporado con nuevas facetas geográficas, espeleológicas o culturales.

Porque Núñez fue, por encima de todo, un trabajador sin descanso, un científico para el que no hubo minutos de respiros ni de pausas, así fue como pudo lograr esa inmensa obra de 50 tomos: Cuba: la Naturaleza y el Hombre.

Ya se vislumbraba el hombre de ciencias desde su corta edad de 12 años en que impactara al espeleólogo y profesor pinareño Pedro García Valdés, al descubrir este que quien le escribía, el que con más avidez seguía sus estudios, era un adolescente. Y así se seguía percibiendo su perfil científico cuando, con apenas 16 años, realizaba su primera expedición en 1939 a la Cueva de Candela, en Güines, La Habana y con solo 17 fundaba la Sociedad Espeleológica de Cuba.

Por supuesto, no nos sorprendimos de que, ya adulto, fuera el geógrafo que bojeara Cuba desde un extremo a otro, desde occidente hasta oriente, desde Cabo San Antonio hasta Punta Maisí y, de vueltas, regresara por la costa sur hasta el occidente de nuevo para completar así el bojeo geográfico de nuestro Archipiélago, cuyos resultados científicos y correcciones geográficas fue anotando minuciosamente, datos y precisiones de una circunvalación de Cuba, única, realizada con  profundo saber científico, y como colofón escribiría otro libro para integrarlo a su Colección Cuba: la Naturaleza y el Hombre, el tomo 38: Bojeo de Cuba.

No nos sorprendimos tampoco de que fuera él quien conociera como nadie la Cuba subterránea o su Cuba sin sol, y no dejara cueva sin visitar: las de Caguanes, la de Santo Tomás, la de Santa Catalina, la de Bellamar, y otras y otras; que no hubo río, cuyo cauce no lo hubiera explorado, desde el Cuyaguateje, en el occidente, hasta el intrincado Toa oriental, cuya Cuenca defendería a ultranza para no permitir convertirlo en una hidroeléctrica que acabara con esa gran fábrica de agua y dañar así su ecosistema.

Nada menos que sería él quien llegara a la cumbre y admirara la grandeza del Pan de Guajaibón y, al igual le sucedería en el otro extremo de la Isla, con el Pico Turquino, cuyo libro, dedicado a nuestra “montaña del cielo”, como lo llamara el propio Núñez, es uno de los más hermosos de la Colección y que presentáramos precisamente en esta Feria 31 del Libro Internacional de La Habana 2023, entre las actividades que dedicamos a conmemorar el Centenario de su natalicio.

Quién sino él preconizaría la imprescindible consigna Hacia una Cultura de la Naturaleza, no como una frase vacía sino como su razón de ser, en su afán de protegerla, para enseñar a todos a defender ese entorno tanto como lo defendió él; autor también de un libro, que publicara en la ya lejana fecha de 1954, sobre Geografía de Cuba, denunciando los atropellos al campesinado cubano, sin  reparar en el peligro que esto le acarrearía en medio de un régimen dictatorial feroz en aquella época en nuestro país, que ordenó lo prendieran y quemaran todos los ejemplares publicados de ese texto, semejando las hordas hitlerianas.

Quien en plena etapa de la lucha guerrillera, una pequeña aula de geografía de la Universidad de Santa Clara la convirtió en cuartel general para brindar al jefe de la Columna 8, Ernesto Che Guevara, sus conocimientos geográficos y cartográficos tan esenciales en esos momentos para trazar el camino expedito hacia la ciudad villaclareña.

Quien fuera nombrado por Fidel Castro, Director Ejecutivo del Instituto Nacional de Reforma Agraria (INRA), por considerarlo imprescindible para este cargo por su integridad revolucionaria, su amplio conocimiento y su vínculo estrecho con el campesino cubano; quien se convertiría en una especie de guía de Fidel en el conocimiento de la Naturaleza y le mostrara al líder de la Revolución Cubana posibilidades para una verdadera geografía del turismo, insertada, para bien, en la economía del país.

Y cuando el “vecino del Norte” amenazó, iluso, con apoderarse de nuestro suelo, una vez más sería quien pondría al servicio de la Revolución sus profundos conocimientos espeleológicos para la protección de nuestro pueblo.

Quién sino él, desarrollaría una ingente labor en la creación de la Academia de Ciencias de Cuba; sería director del proyecto del Mapa Carsológico de Cuba, en el Instituto de Geografía;  y no conforme con esta inmensa labor sería él también quien un día traspasó nuestras fronteras y llegó a la Isla de Pascua, al Polo Norte, a la Antártida, a los confines de América: al Amazonas, que recorrió en canoas hasta el Caribe, por más de 20 países, y logró una verdadera cohesión entre científicos latinoamericanos y caribeños.

De cada una de sus experiencias, de sus exploraciones, de sus expediciones, extrajo un libro y todos sus estudios los plasmó, sobre todo, para las jóvenes generaciones, que fue uno de sus más caros anhelos; quien supo simultanear estas tareas científicas responsablemente con cargos y funciones que les fueron asignados por la Revolución: Embajador de Cuba en Perú y, a su regreso a nuestro país, Viceministro de Cultura.

Por toda esa labor reconocida, se acordó que fuera el 20 de abril considerado como el Día del Geógrafo en honor tan merecido a Antonio Núñez Jiménez, a su vida y a su obra.

Hoy, 20 de abril de 2023, no nos es posible celebrar su Centenario junto a él, como nos habría gustado. La vida tiene leyes físicas inexorables que nos impiden la más de las veces llegar humanamente hasta esa meta.

Pero no importa, estamos aquí, con él, celebrando de todos modos este cumpleaños de un hombre que fue fiel a sus ideales, que mantuvo una conducta vertical, sin dobleces, científico consecuente con su saber y su época.

Nos preciamos de haber podido coexistir con él, que nos haya permitido conocer sus logros y saberes científicos y, como otras veces he dicho, no puedo, no podemos imaginarlo vencido, quieto, sino, por el contrario, pensarlo como siempre con su mochila al hombro caminando por toda Cuba, deteniéndose ante las mínimas cosas de nuestra, de su Naturaleza cubana y, sobre todo, dándonos una lección de esperanza sobre este mundo, al que, si todos nos esforzamos y aprehendemos de su ejemplo, podemos aspirar a que sí es posible que lo logremos mejor.