Río Masacre, frontera y pandemia
Manuel Arturo Peña Batlle, jurista, educador y político dominicano, hijo de padre y abogado catalán, ha sido catalogado como uno de los historiadores más destacados de las primeras décadas del siglo XX en el país.
Su referente La Isla de la Tortuga se ha convertido en texto obligado para todo aquel deseoso de conocer los orígenes de la República de Haití.
La Sociedad Dominicana de Bibliófilos publicó otro de sus libros titulado Historia de la cuestión fronteriza dominico-haitiana, obra de la que extraemos algunos fragmentos útiles en el análisis del presente artículo. El capítulo XXXIII se refiere al Incidente de Pitobert de 1901.
Dice al respecto: “El Gobernador de Montecristi, ciudadano Toribio H. García, tuvo noticias en los últimos días del mes de enero del año 1901 de que entre los señores Cristóbal Llusá, súbdito español, y Dalbémar Theodore, Vice-Cónsul de Haití en Dajabón, habían surgido dificultades con motivo de terrenos que ambos poseían en la sección fronteriza denominada Pitobert.
Con ese motivo y también con el de investigar lo que hubiere de cierto en la noticia circulante de que el gobierno haitiano pretendía desviar el curso del río Masacre, se trasladó el Gobernador García a la población de Dajabón”.
Narra Peña Batlle que se constató la denuncia, llegándose luego a acuerdos tras negociaciones que constituyeron las bases para los trabajos de la Comisión mixta de ambas naciones que marcaron el trazado definitivo de la zona norte de la frontera dominico-haitiana.
Ciento veinte años más tarde se revive el tema de la desviación de parte de las aguas del susodicho río hacia territorio haitiano mediante un canal de riego.
El resurgimiento del conflicto ocurre en momentos en que los dos países libran una desigual batalla en contra de la pandemia del coronavirus que ha generado grandes dificultades económicas e irreparables pérdidas de vidas humanas y una creciente crisis humanitaria sanitaria.
La Covid-19 no se verá controlada y luego eliminada en tanto exista un foco activo de la enfermedad en el mundo. Hoy más que nunca resulta lapidario el pensamiento que a propósito de los agravios entre los Estados que comparten el territorio de la Isla Española expresara Juan Bosch en carta enviada desde La Habana, el 14 de junio de 1943 a sus amigos intelectuales Emilio Rodríguez Demorizi, Héctor Incháustegui y Ramón Marrero Aristy.
Decía Bosch: “Los he oído a Uds. expresarse, especialmente a Emilio y Marrero, casi con odio hacia los haitianos, y me he preguntado cómo es posible amar al propio pueblo y despreciar al ajeno; cómo es posible querer a los hijos de uno al tiempo que se odia a los hijos del vecino, así, sólo porque son hijos de otros… Para el caso no importa que Santo Domingo tenga una masa menos pobre y menos ignorante.
No hay diferencia fundamental entre el estado de miseria e ignorancia de un haitiano y el de un dominicano, si ambos se miden, no por lo que han adquirido en bienes y conocimientos, sino por lo que les falta adquirir todavía para llamarse con justo título, seres humanos satisfechos y orgullosos de serlo”.
La lucha de la humanidad contra el enemigo común amerita que estratégicamente se hagan todos los esfuerzos por alejar los temas y motivos que nos dividen. En cambio, debemos crear un frente sanitario unitario que salve a las dos naciones de los efectos dañinos que el coronavirus nos causa.
Debemos crear un frente sanitario unitario que salve a los dos países de los efectos dañinos del covid-19
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