Lisonja peligrosa
Cuando el abogado omitió la mención de Trujillo ignoraba que en ese momento labraba su desgracia y la de su parentela. La prestancia de Eduardo Sánchez Cabral en aquella sociedad de exclusión, sumisión y miedo entendía que “el jefe” no tenía espacio en el homenaje a la respetabilidad de un colega.
Erró con la omisión, a pesar de conocer los entresijos del régimen que para la fecha cumplía 25 años de instaurado. Necio, afirmó que en el acto se estaba festejando a un compañero no exaltando la obra de un gobernante.
Desde la homilía hasta la lectura de tazas, era exigencia el encomio al Benefactor. “Dios y Trujillo” era mantra, escudo protector, escapulario que libraba hasta del mal de ojo.
Antes de concluir el acto celebrado en el Hotel Matum, ubicado en Santiago, para reconocer la trayectoria jurídica de Federico C. Álvarez, la vileza repartía la información deseosa de que llegara rápido a los oídos del supremo para que la egolatría esparciera su veneno y la venganza ratificara que “el jefe” es el jefe.
Hasta un juicio en el Partido Dominicano provocó el desliz más la expulsión del orador y del homenajeado de la cátedra universitaria y naturalmente del partido oficial. Todo azuzado por los áulicos, esa canalla que llevaba—y lleva—al precipicio a los escogidos procurando la simpatía del gobernante.
“La lisonja fue el arma utilizada para obtener el favor del mandamás y a ella debieron sus posiciones públicas muchos de sus colaboradores más cercanos… la tribuna dominicana se degradó por el abuso del ditirambo” reconoce Balaguer en sus Memorias.
De manera efectiva y descarada ese ditirambo degradante que destaca Balaguer, característico de la tiranía, para enaltecer la personalidad del mandamás se está imponiendo en la práctica política actual.
Es rutina aceptada la profusión de reconocimientos al presidente y las dedicatorias risibles de cualquier actividad. Asimismo, la exaltación constante de la magnanimidad del mandatario es introito en los actos donde acude el honorable.
Sin la brillantez de los tribunos de otrora, con piropos en ocasiones ininteligibles, el primero entre los iguales es convertido en faro, en “loma mejor que ha pasado por el Palacio”. Sin mácula, hermoso, el peligro es que tanto halago lo acerque a Narciso y a Hubris.
La celebración del primer año de gobierno fue indicio. Se recuerda la multiplicación de la imagen presidencial por doquier, la constante reiteración de sus aciertos, su cualidad de vencedor de la adversidad, entonces pedimos un chin menos para evitar el hartazgo porque faltaba mucho—“Un chin menos”—HOY 30.08.2021.
El triunfo no admite intromisiones, menos advertencias, empero, morigeraron las fotos y atenuaron la voz del presidente repitiendo “estamos cambiando”. Y luego crearon LA Semanal como altar, escenario para alabanza y ruego.
El momento quizás no sea propicio para subrayar la práctica. Los afanes post Melissa colocan al presidente en lugar cimero. El ethos criollo confunde obligación con bonhomía y celebra. Pero, como se acerca el día de la Constitución, la conmemoración servirá para ratificar lo expuesto. No sorprendería que el día 6 alguien declare al gobernante “Padre de la Constitución”.
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