Informe, diplomacia, acuerdos
La discreción era imprescindible. La intromisión guardaba las formas, prefería rumores, usar emisarios, llegar de noche, sin testigos. En el 1978, el momento trastornó el manejo diplomático de Estados Unidos.
Desconocían el talante de Joaquín Balaguer, ducho manejador de crisis y experto conocedor del protocolo de Estado. Por eso fue más que imprudente la intención de visitar al presidente de la República, el 17 de mayo. El estilo no era desenfadado, sin embargo, Cyrus Vance perdió el tino.
Inolvidable la imagen de Robert Yost en la marquesina de la casa del presidente, esperando ser recibido. El encuentro no se produjo. Luego de tres horas, el embajador supo que debía tramitar, por la vía correspondiente, la solicitud de audiencia.
El Departamento de Estado estaba preocupado por la interrupción de los cómputos electorales, después de celebrados los comicios. La interrupción fue atribuida a la intervención de los militares. La inminente derrota de Balaguer, después de doce años al mando, provocó al generalato, empero, el Presidente supo frenar intenciones golpistas.
Jimmy Carter, en una carta dirigida al mandatario, valora la actitud asumida. En el texto le manifiesta admiración, reconoce su calidad de hombre de Estado. Dice más: “la historia recordará su contribución al establecimiento de una verdadera democracia en la República Dominicana…”.
A partir de entonces otro ciclo político comienza. Ser o no ser pro yanqui o antimperialista, fue quedando atrás. Se convirtió en antigualla el concepto soberanía y la intromisión asumió forma de cooperación y de ONG.
La genuflexión criolla ante representantes del tío Sam es penosa. Ha permitido la connivencia sin artilugios. La satisfacción cuando logran sus objetivos es descarada.
Las advertencias de Washington y su aceptación han perdido elegancia y recato. En lugar de mensajes cifrados que deben esperar para su desclasificación, apuestan de manera directa. Pompeo celebró como un prosélito más el triunfo de sus diligencias. El cetro cambió, pero la orden es similar.
El descaro irrita, pero se acepta. Innecesaria la mención de embajadores similares a procónsules.
Los informes del Departamento de Estado ya no asustan, se acatan. Antes de publicarse su contenido es conocido.
El tiempo de los amores escondidos quedó atrás. Los amores son consentidos. La relación parece un concubinato público, notorio, bien avenido.
Los anti Estados Unidos de antaño, disfrutan la transformación. Anhelan una invitación, para asistir a la fiesta que celebra la embajada, cada 4 de julio.
Ya no hay sospechas. Los agentes de la CIA perdieron importancia, las informaciones se proveen de manera directa. El entra y sale a la Embajada es tan normal, como la redacción de informes “made in Dominican Republic”.
Los amanuenses criollos no son clandestinos, al contrario, quieren que sepamos cuan estrecha y productiva es su relación. Comentan secretos, saben cuáles serán los números ganadores del sorteo antes de la rifa.
Conocen el nombre de los desafectos, elaboran proyectos conjuntos y propalan su éxito. En ocasiones es difícil distinguir la originalidad de la obediencia.
El malinchismo dominicano no necesita intérpretes para cumplir misiones, hablan el mismo idioma.
El más reciente informe del Departamento de Estado parece hecho en una hemeroteca. Es compendio de la realidad con papel timbrado.
Después de su divulgación, el presidente Abinader y el encargado de Negocios de EUA, Robert Thomas, firmaron el acuerdo que pauta el inicio de la estrategia de cooperación de la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID). El monto donado para la cooperación asciende a U$251 millones. El acuerdo demuestra confianza.
El dinero estará destinado, “como primer enfoque, a reformas para lograr una gobernanza efectiva, centrada en transparencia, rendición de cuentas, equidad y protección social…” También pretende fortalecimiento de la Justicia, reforma policial, seguridad, lucha contra la corrupción.
Robert Thomas expresó en su discurso, el día de la firma, que “Los Estados Unidos no brinda apoyo internacional a cambio de concesiones políticas o favores”. Hermosa manifestación de desprendimiento. Pertinente la observación, quizás intuye presunciones malsanas. Y agregó: “Creemos que estamos más seguros cuando nuestros amigos están seguros. Prosperamos cuando ellos prosperan”.
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