Evocación pertinente
El recuento de pendientes hoy estará en las agendas. Entre rosas y chocolates, extraños a la mesa serán convidados, como dicta el desencuentro. Así manda la canallesca transmutación de postulados y protagonismos destinados a satisfacer aspiraciones coyunturales.
Corresponde dejar constancia de otro tiempo, con derecho adquirido para decir, sin intención de evitar la manipulación de la historia reciente del feminismo criollo.
Procede este 8 de marzo la evocación de Magaly Pineda Tejeda. Pugnaz e irreverente, fundadora del Centro de Investigación para la Acción Femenina – CIPAF-.
Creado antes de la Dirección de Promoción de la Mujer -1982- el CIPAF irrumpió en el ambiente pacato de izquierdistas y derechistas para competir con la academia y difundir los hallazgos de investigaciones que marcaron un antes y un después en el quehacer político con perspectiva de género.
La socióloga, fue artífice de la inclusión, hasta extremos que provocaban disgustos por incomprensibles. Su férrea determinación, que lindaba con el poder absoluto en su entorno, justificaba la suma de algunas mujeres, alegando la reivindicación feminista.
Precursora, hizo de la fecha una fiesta, a ella obedece la difusión de la conmemoración. No reparaba en costos, supo siempre cómo agenciar financiamientos nacionales e internacionales que le permitían iniciar y mantener sus proyectos. Usando sus encantos, su talento persuasivo, lograba la cooperación de los mejores artistas. Hombres y mujeres aceptaban entusiasmados la participación en conciertos y actividades afines, diseñados con esmero para que el “Día Internacional de la Mujer” fuera inolvidable, masivo y aleccionador.
Arengaba su tropa de investigadoras, colaboradoras y conseguía que durante el día fueran ocupados los programas de radio y tv con la denuncia de la desigualdad y la violencia. La invasión servía, además, para detallar el inventario de logros y desafíos.
Aquel fue un tiempo de trabajo y compromiso.
Momento para descubrir, investigar, discutir y aportar. Tiempo para el deslumbre y las sensaciones, para saber que podía existir ese otro modo de ser humano y libre que anhela Rosario Castellanos en “Meditación en el Umbral”. Y a pesar del luto y los agravios, a pesar de las lacerantes divisiones y de las heridas abiertas, provocadas por la tiranía, la guerra, el régimen de los doce años, se produjo la convergencia necesaria para la consecución de resultados.
El rescate de las pioneras del feminismo, adquirió nuevas formas con otras voces y comenzó el asombro. Estuvo presente la subversión, en las propuestas. Nada de medias tintas, acomodos ni obsecuencia.
El respeto en la disensión se impuso y ahí estaban mujeres de distintos partidos, con biografía y edades diferentes, analizando, para alcanzar transformaciones pertinentes. Aunadas en procura de las reformas legales, del cambio de actitud. Se hizo la entente con todas las manos como la muralla de Nicolás Guillén. Mujeres campesinas, urbanas, pequeño burguesas, académicas.
Entonces, hablar de uniones consensuales y divorcio, de supresión del embarazo, de prostitución, convertía en réprobas a las sustentantes. La descalificación era frecuente, la burla y el desprecio también.
El primer producto irrebatible y ostensible, estuvo plasmado en la reforma del año 1978 -Ley 855- tan trascendente, aunque incompleto, como el reconocimiento a la capacidad de la mujer, contenido en la Ley 390-1940- y la obtención del derecho al sufragio-1942-.
Pendiente estaba la reforma al Código Penal que después de una extensa jornada que develó miserias, deslealtades y transacciones, abocó en la Ley 24-97.
La despenalización del aborto fue consigna más que entendible. Logró acuerdos perdidos en el torbellino de la cooptación y el travestismo ideológico. El feminismo jamás habló de tres casuales. La existencia del artículo 317 en el Código Penal no solo lucía una antigualla inquisitorial sino una aberración. Basta revisar trabajos publicados en revistas y periódicos para constatar la contundencia de los argumentos.
Más que la mención de cifras, de paridad negada, de violencia doliente, el día es propicio para recordar a Magaly y evocar la época de la militancia. De aquello queda el recuerdo, el orgullo por el trabajo realizado, las conquistas y la coherencia. Quedan amistades imperecederas y dolorosas rupturas.
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