Espejismo dialógico
Antes de cumplir su primer mes como jefe de Estado y de gobierno, Luis Abinader visitó a todos los presidentes de los partidos políticos. Con su aura resplandeciente, el motivo de tan valorado gesto fue establecer los parámetros para un diálogo que permitiera enfrentar la crisis sanitaria provocada por la pandemia.
Los más enterados y menos discretos afirmaban que, además, buscaba consenso para las designaciones en los órganos autónomos, dependientes de las decisiones del Senado, la Cámara de Diputados y el Consejo Nacional de la Magistratura.
Luego de las conversaciones y las ententes, silencio. Indiferencia y oprobio. En noviembre comenzaron las diligencias penales y continuó con fiereza el constante demérito a la administración anterior.
Para celebrar el primer aniversario de su mandato, en la inolvidable alocución desde las escalinatas del Palacio, el presidente convocó a un diálogo con la finalidad de reformar el Estado.
Y entonces la invitación y también las dudas. Ante el llamado la trulla. La ocurrencia produjo entusiasmo, toque de flauta como el de Hamelin. Todos peleando por un buen asiento. Sin organización ni método, sin agenda, asistieron.
Seducción y taumaturgia. Apretujados, juntitos todos, anhelantes de micrófonos para decir.
El anfitrión no estuvo, torneo de ligas menores -susurró alguien- para su investidura. Aunque se trata de mayoría aliada y complacida, no teme rechazo, poco tiene que pedir.
El Diálogo Nacional está establecido “como instancia de concertación y articulación de esfuerzos entre la sociedad civil, el Gobierno y los partidos políticos”. El Consejo Económico y Social -CES- procura complementarlo y fortalecerlo- Decreto 13-2005-.
Ninguno de los convocados expuso las contradicciones de la propuesta. Ninguno de los seducidos recordó el decreto 149-21 que establece el “Plan General para la Reforma y Modernización de la Administración Pública” ni la creación de la “Comisión de Reforma y Modernización de la Administración Pública”.
Ninguno preguntó por el trabajo tendente a la Transformación y Profesionalización de la PN, ni el destino de la discusión inconclusa en el Congreso para aprobar la ley del agua. Tampoco indagan el contenido del proyecto para la Reforma Fiscal que solo necesita presentación pública tal y como afirman las autoridades competentes.
Inconcebible la actitud del liderazgo partidista. Complacientes, indiferentes, a pesar del maltrato inclemente. Sin reclamos ni defensa, el coro valida sumiso.
Como corderos incautos su aquiescencia legitima un acto de prestidigitación presidencial. Después de un año se pretende acallar cualquier disidencia presentida, por eso el espejismo de concordia.
No existe en el país crisis que amerite la pantomima. Tareas institucionales pendientes tienen el CES, el Congreso y las diferentes organizaciones políticas.
El presidente de la República ratifica a cada instante las bonanzas nacionales. Afirma que la prosperidad acompaña su gestión. Celebra que ha logrado refundar la república en un año.
Quiere ser recordado como “el reformador”, dejar su impronta en una nueva Constitución. Para conseguirlo cuenta con apoyo cívico y de su imbatible respaldo mediático. Ese es el propósito ulterior de la convocatoria. Sus áulicos no le advierten que más que necesidad es necedad la reforma ahora.
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