El Poder del Lobo
Dicen que la mención de su nombre asusta, también entusiasma porque sabe tasar el silencio. Fanfarrón, alardea de su impunidad, menciona como letanía su relación con el presidente. Prueba el vínculo mostrando las aspas de su helicóptero, nave bendecida en la campaña electoral pasada, gracias al transporte del candidato ganador.
Cuenta con el favor de opinantes, sacerdotes, empresarios. En su comarca, jueces, fiscales, representantes de la PN y de las Fuerzas Armadas son sus cofrades. A sus dones agrega la piel de reptil que le permite seguir campante, a pesar de estar incluido en “La Acusación de Acero” presentada por la Procuraduría Especializada Antilavado de Activos y Financiamiento del Terrorismo y la Fiscalía de La Vega.
La acusación carece de los pujos redentores de la Independencia y del eco de los apóstoles de la ética. Además de involucrar al empresario Miguel López Florencio y a sus hijos, incluye a su esposa, diputada en campaña para conservar su curul.
La connivencia y fragilidad de las instituciones permiten al empresario acusado, amenazar a un periodista. La víctima tuvo la valentía de denunciarlo. La denuncia no alarmó a quienes conocen las hazañas amedrentadoras de “Mickey”, lamentablemente sirvió para ratificar la complacencia del poder con el sujeto.
La indefensión de la ciudadanía frente al crimen tiene consecuencias graves. La narrativa del Cambio valida el estado de derecho y el trabajo de las autoridades, solo con la persecución a los supuestos autores de corrupción administrativa de la gestión pasada. La anarquía acecha y asuntos que ameritan resolución judicial se dejan al diálogo, a las promesas, al arrepentimiento, como los pleitos entre muchachos. Así fortalecen la nueva categoría de impunes con respaldo popular. El “ná e na” es costumbre encubierta con la reiteración del adanismo y la repetición constante de las maldades del funcionariado morado.
Aunque el Código Penal parece derogado y la impunidad reina, a Pedro Jiménez -periodista amenazado-le corresponde no ceder, ignorar el empeño de los áulicos que pretenden trivializar una infracción.
El narcotraficante más poderoso y temido de los años 90, Florián Félix -FF-, desafió a un juez en audiencia. Entonces preguntábamos si había llegado el lobo del narco- poder al país.
Hoy sabemos que sí y exhibe sin pudor su fortaleza. Después de la muerte de FF-mayo 2009- la vida continuó y el negocio también, nuevos protagonistas traficaban y lavaban, tranquilitos. Las elites convivían con los representantes de los cárteles jugando a engañarse con las múltiples identidades de unos y con las tapaderas de otros.
La historia se repite, pero el tema disgusta. La agenda política y cívica es extremadamente cuidadosa con la inclusión del narco. Miedo o conveniencia está por averiguarse. Los capos de antaño no aparecían en la boleta electoral, preferían financiar candidaturas, pero el libreto cambió.
Incomprensible la indiferencia de la vocería ética ante las imputaciones de autoría y complicidad con el tráfico y distribución de drogas, lavado de activos, que comprometen a cinco legisladores del PRM-cuatro en pleno disfrute de sus derechos. Sorprendente, asimismo, el mutismo oficial como reacción a la amenaza de Mickey.
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