Algo no anda bien en República Dominicana. Y los hechos están ahí para narrarlos, sin necesidad de narradores. Este domingo, el país asistió con expectación al accidente ocurrido en el teleférico de Puerto Plata, donde decenas de personas quedaron colgando a cientos de metros por encima de la superficie.

Todos los allí atrapados tenían miedo de caer al vacío y padecer una muerte espantosa.

Poco después, la población volcó su mirada hacia el Aeropuerto Internacional Las Américas, donde al anochecer las luces de la pista de aterrizaje se apagaron, lo que obligó a varios aviones a dar vueltas en círculos, hasta que fueron desviados a otros aeropuertos.

Por tanto, durante algún tiempo los aviones no podía elevarse ni aterrizar, mientras el temor se apoderaba de quienes iban en las aeronaves supuestas a aterrizar.

Las cosas no se quedan ahí, sino que en el Gran Santo Domingo y otras provincias la pandemia del nuevo coronavirus parece fuera de control lo que queda demostrado con los hospitales abarrotados de enfermos y el aumento continuo de los contagios y las muertes por la Covid-19.

La situación es tan grave que las autoridades sanitarias dominicanas le han pedido a los obesos, hipertensos y diabéticos que se abstengan de visitar el Distrito Nacional y la provincia Santo Domingo para evitar ser contagiados y, eventualmente, morir por Covid-19.

Agreguemos a esto que este semana los estudiantes deberán regresar a clases, pero las escuelas están en estado deplorable porque las autoridades no se ocuparon de darle mantenimiento a los planteles durante el año entero que han estado cerrados.

Además, los precios de los alimentos y servicios no paran de subir lo que hace cada día más deplorable los salarios de los trabajadores.

Sumemos también el hecho de que varios funcionarios han sido removidos de sus cargos en medio de escándalos por presunta corrupción, y en la Lotería Nacional se destapó un escándalo por un fraude en el que ha participado un no vidente y personas de poder cuyos nombres se mantienen en secreto.

Estos y otros detalles tienden a pintar un panorama de desaliento que hace temer lo peor, mientras el gobierno da señales de que aún cree que está en campaña, quizás olvidando que el circo no es suficiente para mantener a la gente tranquila durante demasiado tiempo.