«Las personas vacunadas multiplican el virus en la nasofaringe, por lo que es probable que puedan ser contagiosas»: Margarita del Val, viróloga.
En tiempos de pandemia, hay mucho ruido. Todo el mundo busca certezas, cuando por norma general éstas son escasas, y a veces de manera muy acelerada. Por eso es tan importante en un escenario como el actual agarrarse a la ciencia, que es de las pocas cosas que nos ayudará a salir de este embrollo. Y en especial, acudir a voces tan acreditadas como la de la viróloga del CSIC, Margarita del Val (Madrid, 1959).
¿Esperaba contar con vacunas tan eficaces en un periodo tan breve de tiempo?
No, porque teníamos una espada de Damocles con estos virus. Con el SARS-1, existía un problema con las vacunas que se habían ensayado en modelos animales. Cuando éstos se infectaban, en algunos de ellos la enfermedad era más grave tras ser vacunados.
Producía el efecto contrario.
Por eso ha sido tan importante contar con cuatro modelos experimentales de animales para este virus (ratones, macacos, hámsters y hurones). Ahí se ha visto que este virus no causaba este efecto.
Entiendo.
Además, en la historia de las vacunas siempre ha habido incidencias, y con estas prácticamente no ha habido ninguna. Ahora se está viendo lo que ocurre siempre, que la fabricación de los lotes siempre genera problemas. Ha pasado con la fabricación de la vacuna contra la gripe en otoño, o sea que pasa siempre.
Esta vacuna, sin embargo, no impide que el vacunado pueda transmitir el virus.
No impide que el virus se multiplique en las personas vacunadas, como tampoco lo impedía en los modelos animales. Por lo tanto, si las personas vacunadas multiplican el virus en la nasofaringe, es probable que puedan ser contagiosas. Pero eso todavía no lo sabemos.
Hay que monitorizarlo.
No sabemos cuánto de contagiosas pueden ser: si hay o no reducción en la multiplicación del virus, con lo que serían igual de contagiosas; si la reducción es parcial, con lo que serían menos contagiosas; o si hay una reducción muy fuerte y pasan por debajo del umbral de ser contagiosas. Virus tienen, eso se está detectando. La pregunta es cuánto pueden contagiar.
Esta vacuna lo que frena es la enfermedad, no el virus.
Efectivamente. Eso es lo que se busca. La mitad de las vacunas del calendario infantil también son así, y estamos encantados con ellas. En la otra mitad, o ha habido un mejor diseño, o más suerte o se implantaron hace más años, cuando se permitía virus atenuados con más riesgo. Esas sí que protegen de la transmisión del virus, o de las bacterias. Con esas se puede ir arrinconando los focos.
Algo que no ocurre con las actuales.
Con estas sigue circulando a través de la gente infecciosa, lo que ocurre es que se pasa a una fase absolutamente nueva, muchísimo mejor. Las actuales vacunas son maravillosas en cualquier caso.
Entiendo que se habría tardado mucho más en crear una vacuna que evitara también el contagio. Creo que en el CSIC están ustedes trabajando en alguna de ese tipo.
Uno de los proyectos del CSIC tiene precedentes de que cuando ha hecho exactamente lo mismo (ahora incluso está mejorado respecto a lo previo) con el virus de Oriente Medio (MERS) en modelos animales, la inmunidad era total. O sea, era esterilizante, que quiere decir que se pone un escudo protector y el virus no entra.
¿Teme que este coronavirus pueda en algún momento mutar tanto que logre driblar a las vacunas actuales?
Es improbable. Cuanto más grande es un organismo, y este lo es, me refiero al número de nucleótidos que tiene, menos errores se puede permitir. Si en una palabra ponemos un error, al copiarla todavía la reconocemos. Pero si ponemos un error por palabra en un texto entero, somos incapaces de reconocer el texto en absoluto, no nos dice ya nada. Por eso los virus, cuando más grandes son, tienen actividad correctora.
¿Siempre es así?
Todos los seres vivos, cuando copian su material genético, cometen errores. Los organismos más complejos tienen actividad correctora. Este coronavirus, por su tamaño, la tiene. Otros coronavirus no la tienen al ser más pequeños. ¿Podría llegar a producir cambios? No los tolera nada bien. Creo que es improbable.
¿Qué opinión le merecen las voces que apuntan a que el virus se escapó de un laboratorio chino?
No lo veo factible, y lo enlazo con las variantes. Toda la comunidad científica a la vez desconoce qué impacto puede tener una mutación. Pues bien, el cambio entre este coronavirus y el más cercano conocido es de varios cientos de mutaciones. No hay conocimiento científico en el mundo que hubiese sido capaz de fabricar un virus con todas esas mutaciones que a la vez fuese todavía viable, es decir, que se pudiese multiplicar en el ser humano y que lo hiciese de esta manera tan silenciosa.
Entiéndame la pregunta, ¿hemos tenido cierta fortuna en que el patógeno que ha provocado esta pandemia sea un coronavirus?
Que sea un coronavirus grande, sí. Desde el minuto 1 en que se sabía la secuencia se empezaron a hacer vacunas, porque desde el minuto 1 se sabía que la proteína S iba a ser el antígeno para hacer las vacunas más básicas. Desde casi el principio se sabía cuál era la estructura tridimensional de esta proteína. Por lo tanto, conociendo eso, y teniendo cuatro modelos de animales, se vio desde el principio que era un virus frente al que se podía intentar hacer vacunas.
Gracias a todo el conocimiento previo.
Se sabía que tenía una actividad correctora comparándolo con el SARS-1. Habíamos estudiado este virus a pesar de que en unos pocos meses se extinguió de la faz de la Tierra gracias a las medidas de contención chinas. Habíamos investigado mucho de un virus extinto, habíamos intentado hacer vacunas de ese virus. Gracias a eso, estábamos preparados.
De lo contrario, entiendo que habría sido difícil crear las vacunas.
Si no hubiese habido ni el conocimiento ni los modelos animales, a lo mejor, ningún grupo de investigación ni tampoco compañías se habrían lanzado a hacer vacunas y se habría apuntado a antivirales específicos, que pueden llevar varios años en su desarrollo ya que requieren de un conocimiento profundo del virus.
Le he escuchado decir que las pandemias que vendrán pueden ser mucho más complicadas que esta. ¿Por qué?
Primero, porque puede que no sea tan fácil hacer vacunas. Por ejemplo, frente a alguno de los otros virus que hemos oído recientemente, como el Zika o el Ébola, puede ser que no sea tan difícil hacerlas. Pero frente al VIH sabemos que es muy complicado conseguir una, y eso que se ha invertido mucho y se han probado muchas aproximaciones. Frente a la malaria no sabemos qué proteínas tomar para producir las vacunas. Frente a la tuberculosis tampoco. Por eso es más probable que las próximas pandemias sean más difíciles que fáciles.
Nos falta mucho conocimiento.
Entre los virus probables hay otros coronavirus. Si son más pequeños tienen más variabilidad y entonces es más difícil hacer vacunas. Los otros probables son los virus de la gripe aviar, y el virus de la gripe sabemos que varía bastante, 10 veces más que este coronavirus actual, por lo tanto sería más difícil hacer una vacuna, aunque creo que lo lograríamos. Y con algunos virus tropicales a lo mejor también, como el que provoca la fiebre del Nilo. Pero si nos aparece alguno más complejo, que es lo más probable, estaríamos muy perdidos y no sabríamos por dónde atacarlo.
No suena nada bien.
¿Puede haber más pandemias? Sí, porque está habiendo saltos de animales a seres humanos regularmente. Sólo en China ha habido cada dos años una nueva gripe aviar muy letal. No es nada difícil predecir que va haber otra pandemia. ¿Cuándo? No lo sabemos.
¿Y qué podemos hacer para evitarlo?
Pues igual que se hizo con el SARS. El actual virus es poco contagioso, que conste. La varicela es como tres veces más contagiosa, por poner un virus conocido, y el sarampión cinco veces más, aunque este lo conocemos menos. Y el actual coronavirus es muy poco mortífero. En España, que tenemos una población muy envejecida y de riesgo, hay una mortalidad de 1 de cada 100. Con el VIH era de un 80% o un 90%. Antes de que hubiese los antirretrovirales, era una sentencia de muerte.
En comparación, hay de peores.
Las pandemias que están surgiendo en Asia de gripe aviar son muy mortíferas, entre un 30% y un 60% de personas infectadas mueren. ¿Qué pasa? Que no se transmite entre personas prácticamente. Sólo se transmite de las aves a las personas que las cuidan en granjas. Entre humanos todavía no, pero eso es cuestión de mala suerte que ocurra.
¿Y hay manera de frenarlo?
Lo que tenemos que hacer es una vigilancia epidemiológica importante a nivel genómico para ver qué está ocurriendo. No analizar todo pero tener un muestreo muy representativo, y eso lo sabemos hacer, porque se hace contra la gripe. Ahora se hace con el coronavirus, por eso se encuentran tantas variantes. Hay que hacerlo a nivel silencioso, sin alarmar, pero que los científicos tengamos constancia y podamos reaccionar.
¿Algo más?
Invertir más en investigación y tener más investigadores preparados para enfermedades infecciosas y para vacunas y antivirales, porque la investigación no se improvisa, tiene que tener una formación estable, que los jóvenes no se marchen al extranjero porque aquí no hay futuro y que no haya los altibajos que solemos tener. Tiene que haber más financiación, más apoyo a la trayectoria profesional, con estabilidad a medio plazo por lo menos e invertir más en salud pública.
Y en infraestructuras?
Debemos de invertir en industria más tecnológica. No nos podemos permitir que aquí no tengamos nada de experiencia en lo que es la escalada de plantas reales de producción de vacunas y antivirales. Estamos viendo que somos más dependientes de las vacunas que se producen fuera. Reino Unido ha tenido sus propias vacunas y ha hecho con ellas lo que ha querido. Estados Unidos también. Esto nos ha pasado siempre.
¿Hemos sido afortunados de vivir los últimos 100 años sin una pandemia?
Hemos tenido varias. El sida, la gripe A…
Me refería a una de la magnitud de la gripe española de 1918.
La gripe española pilló en mitad de la Primera Guerra Mundial y aquello lo complicó mucho. Pero era una gripe muy grave, sí. Frente a las gripes sí que tenemos inmunidad. Cuando llega una gripe A, que siempre ha habido, tenemos la inmunidad de la gripe anterior. Por eso, aunque no reconozcamos esa zona de neutralización con anticuerpos de la nueva gripe y por lo tanto sea grave, reconocemos el resto del virus con nuestra inmunidad celular que tenemos de antes. Por eso, cuanto más mayores son las personas, más inmunidad tienen.
Entiendo.
Por eso en la pandemia de gripe A de 2009, también en las tres o cuatro pandemias de gripe A del siglo XX, como la de 1918, los que enfermaban eran los jóvenes, porque los mayores tenían esa inmunidad adquirida a lo largo de los años.
¿Y se parece algo la pandemia actual a aquella de 1918?
Se parece en el comportamiento humano. La población a la que afecta es muy distinta, pero en lo referente al comportamiento humano hay tantas cosas que se parecen que da pena.
¿Por ejemplo?
Que justo después de las fiestas es cuando tenemos oleadas. Se parece en que en 1918 también se recomendaron las mascarillas y las actividades al aire libre.
¿De verdad?
Sí. También se parece en que el virus circuló en verano. Cuando hay muchas personas susceptibles, y en aquel momento no era el 100%, eran menos, el virus no tiene trabas, y se multiplica también en verano. Es sólo cuando todos somos inmunes, o una inmensa mayoría, que si encima hacemos las cosas al aire libre, el virus respiratorio ya no tiene posibilidad de transmitirse. Tenía claro que este virus se iba a transmitir en verano.
Por todo lo que explica…
Porque la historia ya nos lo había enseñado. En aquel virus, el de 1918, acabó una oleada en julio y empezó la siguiente en agosto. En la actual pandemia, yo diferencio entre la oleada de verano y la de otoño, porque son dos montañas de casos y entre medio hay un valle. Pues la oleada de otoño, empezó el mismo día que la oleada de otoño de la gripe A de 2009.
¿Y hay una explicación?
Tiene que ver con nuestro comportamiento dictado por el frío. En 2009 y 2020 el frío que hacía en España era el mismo. En 1918 no era comparable.
¿Cree que hemos aprendido algo de este año que llevamos de pandemia?
Hemos aprendido muchas cosas. Pero, ¿estamos preparados para la siguiente? No estoy segura. La salud pública no se está reforzando ni se está invirtiendo en ella. Se está de nuevo, oleada tras oleada, cargando todo a la resistencia de los hospitales, cuando se tendría que combatir a nivel de prevención para que no hubiese este número de casos. Una vez que eso se para, no se tendría que ver afectada ni la atención primaria, que se ha visto también desbordada. Lo hemos fiado todo a que los hospitales aguanten.
¿Y qué tendríamos que haber hecho?
Dos pasos previos, como han hecho países tan raros y diferentes a nosotros como China, sí, pero también Australia y Nueva Zelanda. Ellos no han castigado la atención primaria ni los hospitales. Y no es solo lo que les estamos haciendo a los sanitarios, que ellos sí tienen fatiga pandémica, es que si alguien tiene un cáncer no se le está diagnosticando; si tenemos una operación pendiente porque nos duele mucho la espalda, la rodilla, la vesícula… no nos la están haciendo. Esto es invertir en enfermedad y en mala calidad de vida para el resto de la población.
¿Qué tenemos que cambiar de nuestro modelo de sociedad para ser menos permeables a los agentes infecciosos?
Invertir más en prevención. No alarmarnos porque los especialistas digan que va haber más pandemias, sino reaccionar. ¿Va a haberlas? Pues vamos a vigilarlas, y si las vigilamos las cortaremos en seco, al principio. Países tan iguales a nosotros como Australia y Nueva Zelanda, en su peor momento, cuando empezaba su invierno, fueron capaces de cortarlo. ¿Cómo no vamos a poder nosotros? Requiere muchos menos sacrificios, y el impacto sobre la economía y la sociedad es incomparablemente menor.
¿Aquí reaccionamos tarde?
Lo seguimos haciendo. Oleada tras oleada elegimos no controlar el virus sino dejarlo hasta que se vuelvan a saturar los hospitales. En la primera oleada lo entendemos todos, aquello era increíble, era muy difícil convencer a todo el mundo de que había que hacer como los chinos. Pero en las siguientes, deberíamos haber reaccionado, y no lo hemos hecho.
Pero dicen que hay que mantener un equilibro entre salud y economía.
Yo apuesto por salud y por economía, como Australia y Nueva Zelanda. Nos cuesta lo mismo bajar 500 metros de la montaña de casos en cada oleada, que bajar toda la montaña de una vez y mantenernos en poquísimos casos con poquísimos muertos y con poquísimo impacto sobre la salud general de la población porque podremos seguir operándonos de todo aquello que necesitamos. Nos podrán seguir diagnosticando y haciendo un seguimiento de todos los tratamientos. Le voy a poner un ejemplo.
Dígame.
Si ahora bajáramos a los 50 casos por 100.000 habitantes que está proponiendo el Ministerio de Salud, y que ya proponía el anterior ministro en otoño, evitaríamos la muerte de miles de personas que están a punto de vacunarse. Y eso lo podemos hacer. Ahora vemos la luz, tenemos la solución, que es la vacuna. Vamos a hacer este esfuerzo para que esos miles de personas no mueran. Vamos a bajar, nada de empezar la desescalada cuando se achata la curva. Yo es que soy mucho de prevenir.